El Plan Patria Segura

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Más que hacer un balance de lo ejecutado hasta ahora, conviene y resulta más pertinente, abordar el plan patria segura desde una reflexión de lo global de su planteamiento, evitando así el análisis de cifras que pudieran prestarse a la descontextualización o al reduccionismo simplista del tema.
Como primer punto vale la pena llamar la atención respecto a lo estéril de tratar este tópico con la lectura de “ellos” y “nosotros”, ya que somos todos, partidarios de una u otra tendencia política, los que estamos conviviendo con esta realidad. Teniendo claridad en ese punto pasemos ahora a observar qué persigue el gobierno nacional y cómo pretende lograrlo al implementar este plan de seguridad.
La primera interrogante se responde con lo que es una obviedad: es imperativo disminuir el porcentaje de delitos, hay que encontrar una salida a la violencia, que en sus diversas manifestaciones, gana espacios y acorrala a la ciudadanía en el miedo y la frustración. Ahora bien, aceptando que el postulado inicial es por evidente verdadero, no podemos menos que cuestionar dos aspectos ¿es necesario tal despliegue de promoción en los medios de comunicación para “justificar” el accionar de los cuerpos de seguridad? ¿Realmente está siendo todo lo efectivo que se requiere?  La sensación de buena parte de la población es que la auto propaganda que se hace el gobierno con patria segura no termina de generarle aceptación en las personas; al tiempo que se sigue esperando por una reducción palpable y fuerte de los índices de criminalidad en nuestras distintas ciudades.
Sobre el cómo pretende lograr el gobierno lo que se ha propuesto en cuanto a la seguridad, parece haber mayor afinidad en las opiniones de los ciudadanos, quienes coinciden en señalar el progresivo protagonismo de los estamentos militares como elemento preponderante de la formula, lo cual es en sí mismo, un tema digno de estudio. Claro está que los cuerpos de seguridad gozan de la legitimidad para encabezar operativos de este tipo, es parte de sus funciones; el inconveniente puede, y se ha presentado, cuando sus acciones quedan inmersas en el mar de la impunidad por el que navega nuestra vida diaria, hecho innegable, pese a los esfuerzos discursivos de los representantes del gobierno para hacer creer lo contrario. En ese panorama los excesos en el uso de la fuerza y la extralimitación de funciones por parte de los efectivos militares y policiales, han sido señalados como punto a tener en cuenta.
Hay que recordar, aun cuando se haya dicho muchas veces, que los organismos de seguridad deben ser tomados como parte de un andamiaje muy amplio que apunte a generar condiciones para lograr mejorar la seguridad integral en el país. Avocarse a disminuir la criminalidad no depende sólo de la represión y la fuerza, necesita en igual medida, incluso mayor, de esfuerzos dirigidos a fortalecer la educación de calidad, capacidad para la producción de empleos, y tratar de propiciar la conformación de sujetos transformadores de su propia realidad, otorgándole al concepto transformador mucho más que lo que desde el lenguaje político del gobierno se le ha querido imprimir, casi a la fuerza. Transformación real requiere libertad real, eso no se consigue mediante decreto, tampoco se obtiene con la retórica del antes y el ahora, mucho menos se dará por arte de magia. Pretender lo contrario es negar que la seguridad como parte del engranaje de las mejoras sociales, nos  debe convocar a todos.

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