#Especial VIDEO: El lado humano de la crisis, una zozobra colectiva

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El buen estado físico y emocional de los seres humanos depende de unas condiciones de existencia favorables. Sin embargo, el venezolano está sometido a una constante presión, estrés, agonía e infelicidad, producto de la crisis económica que atraviesa el país; situación que abarca no sólo a quienes siempre han vivido en zozobra que son los sectores menos favorecidos de la población, sino que también ha incluido a toda la clase media venezolana y trabajadora, según lo explicó la licenciada Hisveth Fernández.

Destacó que años anteriores, el venezolano era capaz de cumplir aquello que anhelaba, ya fuese realizar un viaje, comprar un vehículo o una vivienda, es decir, los derechos básicos para vivir una vida sana y digna. Lamentablemente, en el panorama actual el ciudadano ya no lucha o trabaja para obtener calidad de vida, sino para sobrevivir.

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“El ser humano se adapta a las circunstancias, pero una constante situación de sobrevivencia genera un alto nivel de estrés y desasosiego. Ya el venezolano no es capaz de vivir una vida tranquila, sino desasosegada y llena de incertidumbre porque lo único que en Venezuela no discrimina es pasar trabajo, no conseguir alimento y tener bajos salarios, lo que produce una angustia y queja colectiva porque todos somos afectados de alguna manera en medio de esta crisis”, expresó Fernández.

Metástasis

Para el sociólogo Nelson Fréitez, la crisis está catalogada como una metástasis que afecta a la mayoría de la población, en las distintas áreas de la vida social. En su opinión la más afectada es la alimentación, dado que el 10 % de las familias venezolanas consiguen su sustento en los basureros y a su vez 40 % de la población no tiene recursos para alimentarse más de tres veces al día.

“Ya estamos en una situación de emergencia alimentaria porque los productos que requieren la mayoría de las familias no están garantizados. Y la solución que buscó el Gobierno fueron los fulanos CLAP, pero las bolsas de comida que distribuyen tan solo llega al 20 % de la población y ni siquiera traen todos los productos necesarios para una alimentación balanceada, ni la cantidad imprescindible”, indicó Fréitez.

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Así mismo, agregó que la familia venezolana come menos productos y no satisface los requerimientos, lo que se traduce en pérdidas de peso e incremento de enfermedades, cómo lo han demostrado los cuadros de morbilidad materna e infantil y la desnutrición en menos de cinco años. Igualmente, el hecho repercute en la deserción escolar.

En opinión de Fréitez, el rostro severo de la crisis se observa en la alimentación, salud y educación, y todo eso se desarrolla en un marco de inseguridad pública que se incrementa. El Observatorio Venezolano de la Violencia documentó 28.000 homicidios en todo el país en el año 2016, lo que hace constatar que Venezuela es uno de los países más inseguros del mundo, donde efectivamente no hay garantía para la integridad física de las personas y la ciudad está sometida por las bandas delictivas.

Subrayó que el rostro de la crisis afecta a la gran mayoría de la población y para que no sea así es necesario tener ingresos muy altos, escoltas y vivir en una burbuja donde el abastecimiento, seguridad y medicamentos estén asegurados. Sin embargo, todos están conscientes que no hay una solución a corto plazo. Las personas están abatidas en la desesperanza de que la situación no se resolverá y sienten cada vez más afectados.

“Vivimos con mucho miedo de enfermarnos y que no consigamos los alimentos, o que llegamos a casa sin nada que comer. Cuando no nos faltan el gas, es la gasolina. Ninguna sociedad puede vivir con tal grado de desabastecimiento porque esta supervivencia se convirtió en un campo de batalla por los pocos bienes y servicios que están disponibles para los 30 millones de habitantes que somos. La sociedad está cargada de agresividad y tensión, y eso es algo que evidentemente altera la convivencia al tener repercusión psicosocial y emocional en la familia, lo que aumenta los conflictos familiares, agresión de los padres contra los hijos y cada día la sociedad se torna más violenta al no tener las herramientas que garanticen una convivencia o sociedad satisfecha o armoniosa que alcanza sus metas y aspiraciones, porque somos todo lo contrario”, aseveró Fréitez.

Pérdida de valores

En tanto, para el padre Jesús Lares, los seres humanos son forzados con valores y principios desde el seno de una familia. Sin embargo, la crisis social ha alterado a la familia al perturbar la moral, los valores sociales y la religión.

Desde el punto de vista educativo, el profesor Carlos Giménez, considera que la crisis ha llegado a un límite en donde la lucha por la supervivencia ha comenzado a quebrar los valores humanos, siendo un gran reto que existe en el país, porque para quienes no tienen que comer se vuelve una tarea imposible el vivir con integridad y dignidad. “La crisis quiebre valores, principios y atenta con el derecho a la vida. Amor con hambre no dura y los valores tampoco”.

Apoyo mutuo

La doctora Blanca Figueroa asegura que el 90 % de la sociedad venezolana perdió el poder adquisitivo y se ha vuelto una tarea imposible alimentarse correctamente. Detalla el tema de las medicinas que es un panorama terrorífico ante la mirada indolente, no solo del Gobierno nacional, sino del regional y local que son observadores de cómo se muere el venezolano ante la falta de medicamentos, pero ninguno se ocupa de atender la crisis de salud.

“Medicamentos tan necesarios como los hipertensivos no se producen porque las farmacias no tienen la materia prima y las pocas empresas que producen usan el dólar negro, por esa razón aparecieron medicinas que costaban 1.500 bolívares en 40.000. Las muertes relacionadas a las enfermedades crónicas no solamente se van a mantener sino que se va a multiplicar a cifras alarmantes”.

Figueroa hizo hincapié en que ante la crisis, los únicos que se han dado a la tarea de responder y solucionar, es la sociedad civil y las redes de solidaridad. “La crisis aflora lo mejor de cada venezolano y al ciudadano común le toca apoyar porque los líderes no se están moviendo”.

Testimonios

Yldemar Rodriguez: Vulneran los derechos

Yo quiero expresarme en el nombre de todas las personas con discapacidad sobre cómo nos ha afectado la situación de crisis en la cual se encuentra sumergido nuestro país. A causa de mi discapacidad me traslado en una silla de ruedas, pero como cualquier otra persona debo hacerme cargo de mi familia, específicamente de mis hijos, pero la situación está ruda en Quíbor, lugar donde resido, porque las bolsas del CLAP no llegan desde el mes de enero y los locales comerciales rara vez son surtidos con artículos de primera necesidad.  Casi nunca consigo alimentos y las pocas veces que lo hago soy agredido por la Guardia Nacional. Así mismo soy un paciente que no tiene control del esfínter y debo utilizar pañales, producto que tampoco llega a los pueblos retirados. Debo resolver con la compra de toallas clínicas, pero un paquete que trae 20 toallas, cuesta 12.000 bolívares y a pesar de que tengo un empleo fijo, debo pedir colaboración a instituciones o personas cercanas para atender los gastos clínicos y tratar de llevar aunque sea un poco de comida a mis familiares, quienes dependen de mis ingresos.

Sagrario González: Dejar el miedo

Mi hijo José de 35 años era una paciente esquizofrénico, él estaba medicado y tenía su psiquiatra, pero en el mes de noviembre su doctor le cambió el esquema de la medicina porque no se conseguía en ninguna farmacia, ni siquiera en otros estados. La dosis de su medicamento fue disminuida y en el mes de diciembre verías cómo resolveríamos porque su salud mental estaba en peligro y podría sufrir de una crisis… y eso fue lo que pasó. El 21 de noviembre cuando entré a mi apartamento no conseguía a mi hijo, noté que la puerta del baño estaba cerrada y cuando la abrí, encontré a mi hijo colgado en la ducha. Estábamos conscientes de que tarde o temprano ese iba a ser su final, pero por más de 10 años batallamos la enfermedad, pero la lucha se interrumpió por la falta del medicamento. Perdí a mi único varón. Él estaba deprimido con esta crisis y sentía que comía poco o que no tomaba sus medicamentos porque no lo queríamos, se sentía como un estorbo y  reaccionó con el suicidio. Es necesario que la gente se acerque a los medios para que su voz sea un testimonio y las personas que tienen el poder se den cuenta de lo que sucede.

Dulce Jiménez: Pedirle a Dios

Mi hermano se encuentra en el área de emergencia de hombres del Hospital Central Antonio María Pineda porque tiene una amibiasis crónica y está en un estado de extrema gravedad. Le mandaron el Metronidazol y Bactrom para tratarlo, pero ya recorrimos más de 20 farmacias en la ciudad y nada que las conseguimos, lo mismo sucede con los calmantes y soluciones, vital para su hidratación en medio de esta patología. No es justo que Venezuela tenga tanto para producir y tengamos que vivir en estas condiciones infrahumanas, pero lamentablemente es así. Ni siquiera el laboratorio funciona, cada rato tenemos que llevar las muestras a los sitios privados. Solamente Dios puede resolver nuestras vidas y darnos la esperanza, por esa razón acudo a la capilla que está dentro del hospital, porque sin medicinas lo único que puede salvar a mi hermano es un milagro y dejaré todo en manos de su santa voluntad. No somos los únicos, todos los familiares de los enfermos están en esa situación, no es justo ni favorable, ni para el rico ni para el pobre, porque todos se mueren lentamente mientras esperan que los medicamentos lleguen.

Aracelis Mendoza: El dinero no alcanza

Desde hace cuatro años me dedico a la venta informal de comida y chucherías en la calle, porque la empresa donde trabajaba hizo reducción de personal, ellos no podían seguir costeando  la gran cantidad de empleados que éramos y se deshicieron de quienes teníamos menos tiempo en el negocio. Cada mañana tempranito salgo con mi cesta llena, algunas veces de tostones, otras de chuchería o empanadas y deambulo por los alrededores del Hospital Central Antonio María Pineda. Hago esto porque tengo que mantener a mi hija de 16 años de edad, porque soy madre soltera. Pero el dinero simplemente no alcanza, hay días donde puedo vender más que otros pero nunca es suficiente y no cuento con un ingreso fijo los primeros y últimos, cuento es con un ingreso de lo que logro vender. En ocasiones el dinero nos alcanza para desayunar y cenar y otras veces solo cenamos y poca cantidad de comida. La situación del país ha cambiado por completo la vida de todos los venezolanos, ahora solo trabajamos para tratar de alimentarnos, porque casi nada se consigue y la comida está cada día más cara.

Yulie Giménez: Pelean por comida

Mi hijo se encuentra recluido en los calabozos del comando de la Policía Municipal desde hace nueve meses. Y cada vez que puedo vengo al recinto a traerle su comida. He podido notar como las madres del resto de los presos vienen muy poco, les cuesta conseguir alimentos e incluso hay una de ellas que dejó de comer para darle a su hijo hasta que se desmayó en la entrada de la comandancia por una baja de azúcar. Como hay presos que no perciben ayuda, los pocos que reciben alimentos dentro del calabozo deben compartirlos, así que ninguno se alimenta bien, solo comen para no morirse de inanición y cada día pierden más peso. Sin embargo no todo es color de rosa y casi siempre suceden peleas y se agarran a golpes por un plato de comida. Las enfermedades dentro del calabozo son compartidas, cuando se enferma uno se enferman todos y tampoco se consiguen medicinas con las cuales tratarlos y de paso los policías nos avisan ya cuando tienen tres o cuatro días enfermos. Cuando mi hijo estaba en la casa, él trabajaba y tenía ingresos pero ahora yo sola debo hacerme cargo de mantener a mi familia y hay días en los que simplemente parece que no puedo más.

 

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