Macario Colombo: Entre la luz y la oscuridad, una filosofía (+Fotos)

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Macario Colombo es quizá una de las figuras más enigmáticas del quehacer artístico larense. Un hombre de vasta sabiduría, un anacronismo en pleno siglo XXI y el arquetipo perfecto del desprendimiento, el amor al arte y la trascendencia del espíritu. Escucharlo hablar, conversar con él, es encontrarse con un mundo que raya en lo profano y lo sagrado, en lo empírico y lo científico y te obliga a perderse en su sapiencia. Así pues, escuchad su voz en la palabra escrita, renacer y reverberar en su búsqueda incansable de la luz y la libertad.

Soy Macario Colombo. Pintor, porque artista es una palabrita que he ido eliminando y no me gusta decir. Nací en una montaña, por allá en Baragua, cerca de Falcón, aunque hoy dicen que eso es parte del estado Lara. Llevo 54 años aislado de la sociedad, del mundo y su día a día, pero me comunico con él a través del arte, de mis tallados en madera, de mis instrumentos y de mi obra plástica. Lo mío es -y ha sido siempre- la pintura. Una pintura que me viene, mirá, desde que yo estaba pequeño, desde que yo tenía… bueno, me cuenta mamá pue’ -y tengo que creerle porque no creo que ella me haya metido esa mentira- desde un día que le pedí un lápiz pa’ dibujar un mono porque donde vivíamos abundaban esos bichos. Yo ni me acuerdo de eso, lo llevo inconsciente; pero como todo niño supongo que utilizaba la imagen para comunicarme.

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En esa época dibujaba y lo dejaba, me daba cosa seguir y no seguirla pero de golpe, mirá chico, me comenzó a venir la cosa en serio; estaba yo como en 6to grado y sentí que tenía que raspar hasta las paredes con hojillas para poder pintar. Todavía recuerdo -y eso está en “La pintura como medio para alcanzar la libertad”, un libro que escribieron sobre mí- que yo le decía a un amigo mío, allá en Carora: mirá, vamo’ arrancarle los colores a las casas pa’ poder pintar, batíamos eso con agua, dibujábamos con lápices que eran hasta baratos, y así nacieron mis primeros cuadros. Mis primeros pinceles fueron de plumas de gallinas; todo muy empírico como me dijo alguna vez el profesor Briceño, un filósofo alemán que vino a visitarme y se fue convencido de que mi pensamiento era silvestre, del monte, y el suyo academicista.

Yo nunca he ido a la escuela, pero no se puede negar que he leído a Leonardo, a Miguel Ángel y a todos los pintores; sé todos los estilos desde la pintura rupestre hasta Picasso porque me he calado muchos libros, y soy un tipo… no sé, mirá, al que no le gusta estar tranquilo, al que le gusta leer –yo leo demasiado– y ya hasta creo que voy a quedar ciego de tanta lectura. Pero es que también te voy a decir algo, es muy feo que un pintor solamente hable de pintura, que se quede solo en ese tema, que no tenga contenido ni ofrezca nada que pensar. Yo busco escudriñar la vida, leo todo lo que puedo aunque te advierto: de broma llegué hasta 6to grado, era mal estudiante, no me gustaba estudiar, la escuela me fastidiaba e ir todos los días a lo mismo no era lo mío. Sin embargo, leo demasiado, leo muchos libros sobre la historia de la humanidad, sobre Jesucristo, sobre el Buda, sobre el budismo esotérico ¿y sabes una cosa? ¿Sabes lo que dijo el Buda? Que si tú quieres ser feliz debes abandonar todas esas groserías de tener plata, carros, bienes, e irte pa’ un monte; ahí, sin nada, se encontrará la felicidad… y yo creo que es verdad; mientras más cosas tú tienes, más responsable eres de tu problema. ¿Por qué crees que yo me liberé de la sociedad? Porque ahí hay que ir con corbata, con pantalones nuevos y yo no hago eso, yo invento mi propia ropa pa’ evitar problemas, yo le quito pantalones a mi hija y me hago una vaina… no sé si es falda o qué es, pero hasta las sandalias me las hago yo mismo, no compro desodorante, no compro reloj, no compro que esto o aquello y lo único que me tiene arruinado es la pintura.

Soy un pintor que practica todos los días, que ha pasado por múltiples etapas, formas o expresiones -para no decir estilos porque no creo mucho en ellos- y que pinta con el alma. Empecé experimentando con cosas simples, calles, gente, cosas sencillas y sin saber combinar los colores; empero, la práctica me ha llevado a desarrollar una pintura de calidad. También pasé por una etapa de paisajes bucólicos o pastoril, experimenté con eso, con paisajes, y poco a poco los fui abandonando para descubrir que tenía una mente fantástica, que podía imaginar -que es la tarea más difícil de todo pintor- y  comencé a trabajar con rojos, negros y un vaivén de elementos que daban la impresión de que la pintura se te venía encima. Por eso, muchos han dicho que mi trabajo es una propuesta trágica, oscura, que pinto diablos feos, calaveras, y cosas para enloquecer a la gente; pero eso solo es una etapa, una propuesta en la que la oscuridad es luz, en la que se conjuga lo profano y lo sagrado como en el amor, y donde la luz negra no es oscuridad; al contrario, ilumina de una forma tan segadora que la gente la percibe como oscuridad. Pero esa etapa también ya la he superado, ahora -y no porque esté debilitado, no, porque yo me siento muy bien- he caído en pintar flores, cosas menos agresivas, otro tipo de paisajes, pero es porque en las etapas se entra y se sale sin darse cuenta.

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Así como mi esposa, que un día llegó y otro se fue, así como la tradición de mi familia -porque soy el único Colombo Aldana que queda haciendo instrumentos- así como el amor. No obstante, lo que importa en todo esto, lo realmente imperativo, lo que he aprendido en estos 71 años de vida que tengo, es que hay que ser libres, libres como Diógenes, vivir en consonancia con la naturaleza que es Dios en su máxima expresión y no dejar que la vida pase sin ser nadie, sin hacernos responsables de haber nacido y sin dejar tan siquiera un libro, un hijo o un árbol que nos inmortalice y le dé sentido a nuestra propia humanidad.

¡Imagínese! Eso es lo que debemos buscar, eso es lo que debe buscar el pintor, date cuenta de la alegría que siento yo al saber que si muero, porque uno tiene que morir, me muero alegre, porque… naguará, le dejo al mundo miles de cuadros, guitarras, mandolinas, arpas -porque estoy haciendo hasta un arpa- y eso me hace sentir bien, feliz y realizado

Hermenéutica

Luego de 52 años de ausencia, Colombo regresa al encuentro con su gente, con su ávido espectador, con el ámbito geográfico que lo vio nacer y con sus orígenes. Así pues, desde el pasado 13 de diciembre, en la sede del Edificio Negra Susana (Carrera 19 entre calles 24 y 25), se encuentran expuestas 36 obras plásticas, esculturas e instrumentos musicales del pintor, en una exposición artística que él mismo llamó: “Hermenéutica”, esto –según cuenta– porque la libertad también es un atributo del espectador, él, en medio de la relación estética que crea con el cuadro, con la obra, es quien debe interpretar, decidir qué le evoca y sacar sus propias conclusiones. La exposición –que ha sido organizada por la Dirección de Cultura del estado Lara y por la Universidad Campesina Argimiro Gabaldón– está abierta al público de lunes a viernes de 9:00 am a 5:00 pm, hasta el 26 de enero de 2017 y terminará su gala con la entrega de un Honoris Causa al enigmático, peculiar y aclamado artista.

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