A sus 50 años: El Politécnico deja huella en sus egresados

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En los países desarrollados las universidades politécnicas se han constituido en la máxima expresión de la profesionalización en masa y de la investigación tecnológica planificada e intensiva, inserta en las sociedades organizadas. Estas instituciones se dedican a producir, examinar y manejar una cultura tecnológica a través de la docencia, la investigación y la extensión. Su reto es estar permanentemente al día de acuerdo a las exigencias de los cambios y demandas de la sociedad, y a los avances del conocimiento tecnológico y científico.
“Poseen su propia filosofía educativa de orientación tecno práctica, con el propósito de capacitar integralmente los recursos humanos en el área de la ingeniería de producción, que son los encargados de coordinar la instalación, operación y mantenimiento de las empresas industriales y/o de servicios que utilizan tecnologías plenamente establecidas” según los autores Belisario (2007), Rodríguez (2005), Hahn (1983 y 1988), citados en el documento digital “La Educación Politécnica en Venezuela” (2009), elaborado por la rectora de la Universidad Nacional Experimental Politécnica (Unexpo), Rita Añez, junto a las autoridades y docentes: Linda Gil, Mazra Morales y Renata Hahn.
Esta casa de estudios superiores nació hace 50 años en tierra larense con la denominación de Instituto Politécnico de Barquisimeto y con una matrícula de 80 jóvenes que al culminar su carga académica obtuvieron el título de Tecnólogos, en las áreas de metalurgia, mecánica, química y eléctrica.
Tras egresar las primeras cuatro promociones de Tecnólogos, se consolidó un movimiento interno de cambio que impulsó el cambio de denominación del título otorgado a sus estudiantes, a partir de 1974 comenzaron a graduarse de ingenieros y cinco años después, en 1979, se fusionaron los tres institutos politécnicos del país en la conocida Unexpo.
Pero, pese a la evolución, las transformaciones y los logros alcanzados, la institución sigue siendo conocida en el gentilicio larense como el “Poli”, tanto para sus egresados como para sus estudiantes, docentes e inclusive para las comunidades de su entorno.
Sus egresados, son un ejemplo tangible de los frutos que ha dado la universidad al país y precisamente cuando se cumplen cinco décadas de su creación, existe un grupo de exalumnos que están dispuestos a consolidar un movimiento de egresados que permita retribuirle beneficios a la institución que los formó.
La iniciativa es impulsada por los integrantes de la cuarta promoción de Tecnólogos, llamada “Independencia Tecnológica” (1972) y que se caracteriza por la unidad y camaradería de quienes la conforman, así como por la tradicional realización de reencuentros sociales y académicos.
Los 50 años de la fundación de la Unexpo casualmente coinciden con la celebración de los 40 años del egreso de los miembros de esta promoción, situación por la cual organizaron un encuentro académico que se materializó el viernes 24 de febrero en el auditorio Raúl Azparren, con un ciclo de conferencias cuya ponencia central estuvo a cargo del doctor César Quintini, director fundador del Instituto Politécnico de Barquisimeto.
La actividad fue el punto oficial de partida de la programación aniversaria de esa casa de estudios superiores y en ese sentido, sus organizadores visitaron la sala de Redacción de este rotativo, con el fin de dar a conocer sus impresiones sobre lo que ha sido la universidad y las áreas que necesita fortalecer.
Quintini junto a los ingenieros Oscar Chang, Joffre Carmona, Germán Valderrama y Luisa Castañeda, compartieron sus experiencias con Carlos Eduardo y Juan Manuel Carmona, presidente y director, respectivamente, de EL IMPULSO.

De la experiencia saldrá una propuesta

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La visión del doctor Quintini sobre el sistema educativo y en especial de la educación politécnica quedó de manifiesto tanto en la visita a este rotativo como en la actividad realizada en la sede de la Unexpo.
Opina que lo importante para una institución de educación superior es la cantidad de conocimientos que lleven sus egresados al momento de iniciarse en el ámbito laboral. “Lo importante no es que muchas personas obtengan algún título profesional, lo que importa es cuánto sabe un estudiante del área en la que se formó y si tiene o no la capacidad de hacer un postgrado o una maestría… pero lamentablemente eso no se ha podido hacer entender en los últimos cuarenta años, porque es un problema cultural que arrastramos”.
A su juicio la educación politécnica ha registrado modificaciones en cinco décadas. “Precisamente uno de lo objetivos que me he planteado, es aprovechar la experiencia del encuentro en Barquisimeto hacer nuevas propuestas al sector, debido a que nos encontramos en un país distinto al de los años 60’ y repetir lo que se hacía en esa época no es viable”.
Por ejemplo, en esos años se hicieron obras importantes como el ferrocarril de Barquisimeto-Puerto Cabello, el Centro Simón Bolívar y la carretera Panamericana, entre otras de gran trascendencia, cuando sólo había en la nación 2.000 ingenieros.
“Ahora existen más de 200.000 profesionales de la ingeniería y se evidencia una gran desproporción entre los logros alcanzados y la cantidad de ingenieros”, reflexionó.
De allí, que la Academia Nacional de la Ingeniería esté interesada en formular una propuesta a la nación en esta área y Quintini será uno de los encargados del aspecto de la educación universitaria en el país.

Demanda satisfecha

Quintini resaltó como una de las cosas interesantes de la fundación de Instituto Politécnico en Barquisimeto, el hecho de que sus egresados lograron cubrir la demanda laboral en varios estados del país. “Nuestros egresados fueron al Zulia, a Paraguaná, Valencia y hacia la zona del Orinoco. Y aunque en la región no habían suficientes oportunidades de trabajo, en el resto del país sí existía la necesidad y se llegó a cumplir con la demanda”.
También descató que de los tres institutos de educación superior que comenzaron en Barquisimeto a mediados del siglo XX, el Politécnico fue el único que cuando terminó sus actividades académicas con el egreso de la primera promoción ya tenía todas sus áreas bien dotadas. “Inclusive, se llevó a cabo en nuestra sede una convención de Fedecámaras… en una época cuando el resto de las universidades estaban en conflicto… nosotros no suspendimos las clases, simplemente movimos a los estudiantes hacia los talleres y cedimos el espacio a la actividad. Lo ocurrido en esa fecha consta en los medios de comunicación, pues EL IMPULSO nos dio gran cobertura informativa”.
De igual forma, recordó que para la creación de un Instituto Politécnico en Venezuela existían tres posibles sedes: Guarenas, cerca de Caracas; Valencia, ciudad con el mayor desa-rrollo industrial de la época y Barquisimeto. “Pero en esta ciudad se desarrolló un gran movimiento social que luchó por la instalación del institución en estas tierras y toda carta que se enviaba a la presidencia llevaba un sello que decía: “Barquisimeto requiere su Politécnico”.
El presidente de esos años era el doctor Rómulo Betancourt, quien tomó la decisión de aprobar la creación tanto del Instituto Politécnico como de la Universidad Centrocci-dental Lisandro Alvarado (UCLA) en Barquisimeto. “Hay un anécdota sobre esa medida y que el Presidente llegó por tierra a la ciudad, un sábado, y lo llevaron a una fiesta en una finca en los alrededores y cuando estaba entusiasmado lo comprometieron. Por eso, la coincidencia de que en un mismo decreto está la creación de la UCLA y del Instituto Politécnico”.
La sede de la Unexpo ha sido la misma desde su creación, antes el terreno pertenecía a una cooperativa Jesuita que quebró tras la caída del régimen de Pérez Jiménez. El terreno estaba en manos de la Corporación Venezolana de Fomento cuando fue entregado al Ministerio de Educación.
“En 1966 tomamos ese espacio con todos los alumnos, porque yo tenía el compromiso de iniciar las actividades académicas ese año, pese a que no estaba lista la edificación…
Nos olvidamos de los protocolos y tomamos el Politécnico e iniciamos clases el 17 de enero de 1966, con un grupo de 80 estudiantes”.

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Adaptarse a los requerimientos

Al hacer un análisis del funcionamiento de la sociedad, Quintini considera que se trata de un macrosistema con una serie de sistemas superiores entre los que destaca la inversión social. “Tenemos el sistema de recurso humano, el sistema productivo, el de investigación y desarrollo, y el de recursos naturales. El sistema de producción requiere gente debidamente capacitada, pero para lograr que eso se cumpla el sistema educativo debe saber qué está pasando en el sistema productivo para que pueda adaptarse a los requerimientos… esas son las cosas que el país debe revisar”.

Mejorar la educación secundaria

Venezuela debería buscar la forma de formar a un profesional de una carrera más corta y práctica, que busque cumpla lo que se quería con los Tecnólogos. “Antes, las compañías petroleras traían técnicos superiores de Europa y le daban rango de profesional, porque conocía su función… pero al tecnólogo criollo le dieron un tratamiento bajo”.
Al ser consultado sobre la disminución de la calidad, Quintini dijo que el aprendizaje depende de cada estudiante y que la mayoría de los problemas de rendimiento académico en el nivel universitario recaen sobre la educación secundaria.
“Aquí se busca educar a grandes volúmenes de personas, pero la lógica indica que si aumentas el número de alumnos debes incrementar también el número de profesores, y eso no se cumple, porque conseguir personal calificado eso no es fácil. Por ejemplo, para la ingeniería es fundamental la física, la matemática y la química, y lamentablemente en bachillerato aproximadamente el 70% de los alumnos no tienen profesores de esas materias”.
A esa realidad se suma el hecho de que los ingenieros calificados no pueden dar clases en esas áreas porque no son pedagogos ni graduados en educación. “A mi me encantaría dar clases de física a los muchachos porque siento que tengo la capacidad para ello… el gran reto que tenemos es mejorar la calidad”.
Quintini plantea que el sistema educativo de la nación debería ser un “tronco común”, que se mantenga desde primaria hasta el grado universitario y en el cual exista flexibilidad para aquellos que necesitan salir al mercado de trabajo.
“Si el estudiante tiene que ir a trabajar, en el momento que lo haga, el sistema debe darle la oportunidad de aprender el oficio para el cual consiguió trabajo. Eso se puede hacer. Si se divide el sistema y se van llevando, pueden fortalecerse organismos como el INCE, que en un lapso relativamente corto podría dar a esos jóvenes las nociones básicas para ir a un trabajo y luego continuar brindándole los conocimientos para que las personas suban”.
Las facilidades están por ejemplo en la educación a distancia. “Lo ideal es que a esa persona que necesita trabajar se le reconozca lo aprendido en su experiencia laboral y se le de rango académico, la idea es que todos lleguen arriba (obtengan un título universitario) sin importar el camino que tomen, dentro del mismo sistema”.
Quintini, colocó como ejemplo que en el Reino Unido una persona que comienza como aprendiz de cualquier oficio, si toma los exámenes del caso, puede llegar a ser miembro de gremio de ingenieros. “Pero para lograr eso, hace falta un cambio de mentalidad”.

Fotos: Archivo

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