Luego de triunfar en una campaña electoral atípica, Donald Trump asumió el pasado 20 de enero como el 45 Presidente de los Estados Unidos de América. En un poco más de un mes, ha comenzado a darle forma a lo que será la política económica de ese país bajo su administración. La misma está basada en el fortalecimiento de la economía puertas adentro, protegida por barreras aduaneras y políticas, que permitan generar empleos y excedentes exportables, en una concepción que es considerada, como un retorno a los esquemas proteccionistas. Esta postura, revive el viejo sentimiento proteccionista en los Estados Unidos, actitud que se remonta a los días de la fundación de la nación americana, cuando Alexander Hamilton, entonces primer Secretario del Tesoro y creador del Sistema Bancario en ese país (1789), desarrolló una política con marcada intervención del Estado en el comercio y la industria a través de restricciones regulatorias, arancelarias y cuotas de importación.
Trump ha expresado su particular interés en instrumentar una estrategia que sacrifica la tendencia hacia el libre comercio, que fue estandarte de la política americana después de la segunda guerra mundial, así como una preferencia por el bilateralismo sobre el multilateralismo. Ello significaría, una revisión de las normas liberales, establecidas desde los tratados de Bretton Woods, que pudieran llevar a un aislacionismo económico, con consecuencias imprevisibles para la economía global.
Las propuestas económicas de Trump
Entre los aspectos más resaltantes de las propuestas de Trump tenemos:
- Abandono del Tratado Transpacífico de Cooperación Económica (TPP). Tratado de libre comercio, formalizado en 2016 por el presidente Obama, que integraban inicialmente 12 naciones de la Cuenca del Pacífico, entre las cuales destacan Japón, Canadá y 3 naciones latinoamericanas (México, Perú y Chile). Dicho acuerdo, aglutina 800 millones de habitantes. Se argumentó que su puesta en funcionamiento, significa la pérdida de puestos de trabajo en los sectores industrial y agrícola. Su no ratificación por la administración Trump, condena la vigencia de dicho Tratado.
- Revisar el Tratado Transatlántico de Libre Comercio (TTIP). Parecido al TPP, es un acuerdo en discusión entre Estados Unidos y la Unión Europea, que de concretarse, se convertiría en la mayor zona de libre comercio a nivel global, con un 60% del Producto Interno Bruto mundial (PIB mundial). Dicho tratado, todavía está en fase de formulación, y ha sido objeto de oposición y rechazo en varios países europeos.
- Renegociar el Tratado de Libre Comercio de Norte América (TLCAN). Vigente desde 1994 e integrado por Estados Unidos, junto a Canadá y México, países con una amplia frontera, pero con una gran dependencia comercial y financiera del gigante norteamericano. Trump ha insistido en su reestructuración, como parte de una posición hostil hacia México, que desde hace años tiene un superávit comercial con EEUU y cuya moneda (el peso mexicano) se ha devaluado desde su triunfo electoral. Esta posición contempla también la construcción de un controvertido muro a través de la zona fronteriza con su vecino del sur, como parte de su política de control migratorio.
- Implementación de barreras comerciales a China, país al que acusa de “robar” puestos de trabajo a través de sus exportaciones baratas y, manipular las tasas de cambio para mantener el yuan subvaluado. China, que actualmente es el segundo tenedor de Bonos del Tesoro Americano después de Japón (1.12 billones de dólares), ha venido vendiendo en los mercados, sus reservas de bonos para sostener su propia moneda, ello ha contribuido, pese a los controles, a incrementar la fuga de capitales. Un enfrentamiento comercial y monetario entre estos dos gigantes, traería efectos negativos al sistema de comercio global.
- La política ambiental: Trump ha manifestado su intención de anular el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático. En ese sentido ha dado el visto bueno para la puesta en marcha del oleoducto Keystone y el despliegue de mayores facilidades legales para la explotación de las energías fósiles, incumpliendo los acuerdos establecidos en la COP21.
Las primeras reacciones
El triunfo electoral de Trump fue inicialmente bien recibido por Wall Street, la Bolsa alcanzó en estos días máximos históricos. Sin embargo, en las dos últimas semanas gestores de Fondos de Cobertura e inversionistas han advertido sobre posibles riesgos y alta volatilidad de los mercados financieros, debido a la instrumentación de las políticas comerciales y migratorias (The Wall Street Journal, 15 febrero 2017). Por su parte, la calificadora de riesgo Fitch Rating consideró como riesgosa para la economía mundial y para los grados de deuda soberana las políticas de Trump. Destaca Fitch, que “Los principales riesgos para los créditos soberanos incluyen cambios perjudiciales en las relaciones comerciales; disminución de flujos internacionales de capital; límites a la migración que afectan remesas y confrontación entre líderes mundiales, lo que genera volatilidad en mercados financieros”. (Notimex, 10 febrero 2017)
A pesar de sus promesas de campaña: retornar a “la grandeza” de los Estados Unidos, crear 25 millones de empleos en 10 años, lograr un crecimiento interanual del 4%, inversiones millonarias en infraestructura y rebaja sustancial de las cargas impositivas para impulsar el consumo interno, Donald Trump encarna con su discurso nacional populista lo que los comentaristas Maximilian Probst y Daniel Pelletler conceptualizaron como “capitalismo fósil” expresado a través de una concepción cerrada y retrógrada del mundo (Le Monde, 28 enero 2017). Postura antagónica con una realidad económica que converge a escala planetaria hacia una nueva economía y una nueva geografía, donde el progreso tecnológico y la defensa del medio ambiente apuntan hacia una modernidad alternativa compartida.
