Memoria Fotográfica: Dos fotógrafos dominicanos en Barquisimeto

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Fuertes corrientes culturales mantienen lazos históricos entre República Dominicana y Venezuela. En lo político, en la creación literaria y particularmente en el tema que atañe esta página: la fotografía.

En la segunda década del siglo XX, llegó a Barquisimeto Felipe Santos, nacido en Santo Domingo en la década de 1880. Un retrato que de él realizaron a comienzos de 1920 nos muestra un cuarentón joven.

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Fue un innovador en el uso de las escenografías como fondo de sus composiciones: telones y ambientes figurados a través de la iluminación, aún cuando ya eran comunes en la creación local.

Pude conocer parte de su obra a través de una colección que hace una década conservaba una amiga y terminaría extraviada, compuesta por retratos de niños sobre caballitos de madera; señoras con vestidos suntuosos posando sobre un telón que representaba campiñas; caballeros presuntuosos de bigotes frágiles apoyados sobre una butaca inglesa, por nombrar algunas que recuerde. Luego pude compilar otras que forman parte del patrimonio de la Fototeca de Barquisimeto, entre ellas, la del niño en traje de primera comunión, con corbata de lazos punteada, sosteniendo un cirio, apoyado sobre una escenografía de superpuestos frágiles pero bien elaborada. Calzones cortos delatan su edad. Ese podio simulado, sostiene el equilibrio horizontal que determina la composición fotográfica.

La obra fotográfica de Felipe Santos conocida, fue realizada con la técnica del papel albuminado sobre bases de alto gramaje, en una primera etapa, luego mediante el uso de película logró impresiones de albumina de plata; con formatos poco usuales para la época, en las cuales se observaba su maestría técnica. Dominaba el proceso de virado, que atenuaba el negro convencional a través del sepia, el azulado o el oro. Utilizaba marquesinas de cartulina o cartón repujado para presentar el trabajo final. Las marquesinas eran elaboradas con soportes tipográficos a la manera de un grabado y caracterizaban los estudios fotográficos reputados.

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Su prestigio ha debido impactar al comercio citadino para que Asociación Astronómica de Barquisimeto le encomendase el registro del eclipse de sol acontecido en febrero de 1916. Su estudio se encontraba ubicado en la calle Comercio entre calles 20 y 21. Sólo el fotógrafo barquisimetano Jesús María González podía equipararse en destrezas y recursos técnicos en la limitada plaza local de entonces.

Testimonios familiares complementan la biografía: celoso al máximo; una de sus hijas se enamoró de un vecino del barrio de Paya, no más enterarse le produjo un infarto fulminante. Trascurría 1926.

Diez años después llega Federico Marchena. Su fotografía crearía un lazo estrecho entre la sociedad barquisimetana, puesto que la mayoría de registros de su autoría son retratos y eventos habituales: primeras comuniones, bautizos y bodas. Buena parte de los álbumes familiares de familias locales contienen fotos de él, fácilmente identificables por su elegante rúbrica. Estuvo activo entre 1936 y finales de 1960. Utilizaba cámaras estacionarias sobre descomunales trípodes, con película de mediano y gran formato. Tuvo un estudio ubicado en la calle 26 entre la carrera 19 y la avenida 20. Vivió en la avenida 20 entre calles 9 y 10 y procreó una numerosa descendencia, residenciados en esta ciudad. Uno de sus hijos fue fotógrafo.

A diferencia de Felipe Santos, encontró una plaza más competitiva, puesto que en su época de mayor actividad, Barquisimeto contaba con una pléyade de muy buenos fotógrafos. Ajeno a gremios y organizaciones que pulularon para entonces, su obra detenta un carácter intimista e introspectivo que emana de sus retratos. El paisaje humano se exime cuando Marchena lo escruta, lo redime y replantea bajo un halito de candidez inmanente.
Parte del candor pueblerino, del puerto urbano característico de Barquisimeto, que sin costa peinaba con algo de sal sus retratos yace en toda su hermosa y depurada obra fotográfica. Contar con una fotografía de Federico Marchena de uno de nuestros ancestros es reconocer un alma traslucida en papel.

También fotografió espacios públicos en momentos que éstos exhalaban una prístina y singular belleza.

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