Dirigiendo la mirada al cielo y con una estampa de San Miguel Arcángel se persignó y emprendió su camino desde la Plaza Altamira de Caracas hacia la Autopista Francisco Fajardo, para exigirle al Defensor del Pueblo que declare la falta grave de los 7 magistrados de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia por atentar contra otro Poder Público.
Sabía que un episodio de represión podía aproximarse, como en efecto sucedió. Minutos antes, gritos de libertad y de rechazo al Gobierno de Nicolás Maduro se escuchaban por doquier. El recorrido desde Altamira hasta Bello Monte se caracterizó por ser una protesta pacífica, llena de esperanza en el rostro de jóvenes y adultos de edad avanzada. ¿Quiénes somos? Venezuela, ¿Qué queremos? Libertad, decían.
Tal y como en las movilizaciones anteriores, los cuerpos policiales se encontraban apostados a la altura del Centro Comercial El Recreo, esperando a los manifestantes para impedir que llegarán al centro de la capital.
Asegurar en estas líneas que hubo desespero por el gas de las lacrimógenas no es suficiente para la sensación de rabia y dolor que muchos sentían. Eran hermanos con las mismas necesidades quienes estaban atacando sin ningún tipo de compasión.
Las bombas eran lanzadas al nivel de los pies, mientras que el equipo de Primeros Auxilios de la UCV socorría con maalox a quienes se asfixiaban y vomitaban por las náuseas. Paralelamente, un helicóptero sobrevolaba y se atrevía a lanzar «saltapericos», los cuales por el desespero fácilmente fueron confundidos con disparos. ¡El helicóptero nos dispara!, gritaba una señora de edad avanzada.
Tras el episodio, las personas decidieron devolverse y aprovechándose de la situación, la PNB los acorraló. Por un momento, sentían que estaban en un campo de concentración, nadie caminaba por sí solo, unos llevaban a otros. «No empujen, caminen rápido que nos estamos ahogando», manifestaban exaltados. Varias motos, como podían, trasladaban a personas, totalmente asfixiadas y desmayadas.
Al momento del cierre de esta nota, aun la represión continuaba en diversas partes de Caracas, sin embargo, la gente parecía no rendirse. ¿Alcanzarán las bombas y los fusiles de los milicianos para callar la voz de quienes piden a gritos un cambio verdadero en el país?
