El peor de los últimos 80 años para los trabajadores

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El peor año. De los 80 años del sindicalismo en Venezuela, este es el más difícil vivido por los trabajadores venezolanos.

Así lo afirma Froilán Barrios, uno de los sobrevivientes del movimiento sindical organizado del país, quien formó parte de la todopoderosa Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV).

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Hoy, refugiado en el Frente Autónomo en Defensa del Empleo, Salario y Sindicato (Fadess), lamenta que al llegar al Primero de Mayo no haya motivo de celebración para los trabajadores.

Nicolás Maduro, que se proclamó “Presidente de los Trabajadores” por haber sido chofer de un autobús del Metro de Caracas, según la opinión del dirigente sindical, “dinamitó el valor del trabajo”.

Declarar miércoles, jueves y viernes como días no laborales, alegando una crisis eléctrica, causada por su incapacidad por resolver el problema eléctrico, no tiene sentido.

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En ningún país del mundo se había visto que alguien con poder de decisión haya tomado una medida de esta naturaleza, porque sí existe, como dice una emergencia económica, lo más indicado es buscarle solución mediante el trabajo sostenido y no propiciar el ocio inútil.

Ahora cuando tenemos la mayor inflación del universo, que de acuerdo con las proyecciones hechas por los economistas de prominentes instituciones internacionales, se situará en 700 por ciento al final de 2016, es incomprensible que tengamos cinco días sin trabajo y apenas dos laborables.

El año pasado ese nivel de inflación fue del 300 por ciento y los analistas ya decían que íbamos a añorar en el 2016 lo que habíamos vivido en el 2015.

Y lo peor es que las proyecciones de los especialistas en materia económica son desalentadoras, por cuanto se avizora un 2017 con una inflación del 2000 por ciento.

Si hoy las personas tienen que hacer colas de un día para otro, pernoctando en las inmediaciones de los supermercados, a la intemperie, y soportando las incomodidades de más de doce horas para conseguir uno o dos productos, ¿qué se puede esperar en el futuro?
Maduro ha invertido el sentido del trabajo formal hacia el informal, expresa Froilán Barrios.

Ahora los trabajadores ya no quieren un empleo estable, que les pudiera garantizar buenas prestaciones sociales y una jubilación para la vejez, porque no existen las condiciones de lograrlo: el régimen de Hugo Chávez-Maduro acabó con casi todo el aparato productivo, tiene acosado a lo que queda, destruyó el sistema social de los trabajadores, terminó con la producción del campo y desató la inflación devoradora de sueldos y salarios como nunca alguien imaginó en este mundo.

Originó un fenómeno indeseable para la familia venezolana: la actividad creciente del revendedor sin conciencia de los productos esenciales, al que ha llamado descalificadamente, como es el estilo de los gobiernos comunistas, “bachaquero”.

Este “bachaquero” gana en los momentos más de cuatro mil bolívares diariamente revendiendo harina precocida y pasta, que es lo que se consigue para subsistir, o papel sanitario, pañales y jabón en polvo.

Mientras, el salario mínimo es de apenas que no alcanza para comprar ni siquiera una arepa rellena y un jugo en cualquier parte.

El salario mínimo es de 11.577 bolívares con 81 céntimos o lo que es lo mismo, 385 bolívares con 67 céntimos diarios. Este es el monto que se toma en cuenta para las prestaciones sociales.

Es por eso que hoy los trabajadores prefieren ser revendedores de productos, porque llegan a ganar hasta diez veces el salario mínimo, que tener un trabajo formal, caso inusitado y totalmente absurdo en el mundo.

Después de haber tenido la mayor bonanza petrolera durante casi un siglo de exportación de crudo y tener la mayor reserva mundial que supera los 290 mil millones de barriles en el subsuelo, somos un país que da lástima como consecuencia de la corrupción desbordada, el derroche y la regaladera de nuestra riqueza a gobiernos de otros países por un régimen que ha destruido el país en 17 años.

Con el salario que tienen los trabajadores no pueden adquirir la canasta de alimentos que está por el orden de los 143 mil bolívares, ni mucho menos la canasta básica familiar que supera los 280 mil bolívares.

En un país que ha hecho desaparecer 10 mil empresas de todos los tamaños y tiene en pico de zamuro a las pocas que pueden operar a su mínima capacidad, que carece de políticas para estimular la producción en el campo y que mantiene un modelo económico fracasado, no le quedan esperanzas a los jóvenes sino abandonar sus hogares para irse al exterior a buscar un empleo.

La delincuencia desbordada, la impunidad fomentada por el propio Estado y la desmoralización de los cuerpos de seguridad nos han dejado una situación inaguantable, surgiendo con intensidad ahora los saqueos y los linchamientos.

Los trabajadores no tienen tampoco posibilidades de mejorar sus condiciones, porque el Estado, que es el mayor empleador, no discute las contrataciones colectivas, disolvió las centrales sindicales y atomizó los sindicatos.

De los 14 millones de personas activas, hay aproximadamente 7 millones 800 en el mercado formal, 5 millones en el informal y el resto, en el nivel de desempleo o subempleo; es decir, sobreviviendo a duras penas. Y el hambre desesperante, sentencia Froilán Barrios, le está pegando a cada uno de estos seres humanos y a sus familiares, porque prácticamente ya no hay qué comer.

Callejón sin salida

Sumamente grave califica Rodrigo Penso, también dirigente de Fadess, la situación de los trabajadores, quienes están viviendo el momento más dramático de toda la historia del siglo pasado y lo que va de este.

No solamente el problema consiste en que como consecuencia de la inflación, se deterioró el salario, sino que la escasez de alimentos y el desabastecimiento están torturando a todos los integrantes de la familia de los trabajadores porque cada día se encuentran más empobrecidos y desnutridos, condenados a morir por falta de medicinas y tratamientos médicos.

“Estamos en un callejón sin salida”. Dice. No solamente el régimen se dedicó con furia a desmantelar el aparato productivo privado, sino que ha acabado prácticamente con todas las empresas que expropió y mantiene en el abandono a las fincas que ocupó, después que estas fueron saqueadas por los sujetos que colocaron los organismos oficiales para que se encargaran de ellas.

Pero, además, el régimen ha arruinado a las empresas básicas y ha destruido a la principal industria, la petrolera, y a la empresa pública más importante como lo fue Pdvsa, la gallina de los huevos de oro, sometiendo a sus trabajadores a la penuria, porque los que una vez fueron los mejores pagados, hoy están pasando las mismas penurias de los demás trabajadores venezolanos.

Venezuela es un país de trabajadores, de gente que no rehúye responsabilidades, que se levanta de madrugada para ir a sus sitios de trabajo; pero, “ahora tenemos un Presidente reposero, que acostumbrado a vivir parasitariamente, pretende que todos los venezolanos del sector público no trabajen y devenguen un salario de parte de un Estado que fue destruido por la corrupción y los malos manejos administrativos”.

Aquí el drama es total. Los servicios públicos no sirven. No hay agua porque aquí no se volvieron a construir embalses y por tanto tampoco se hicieron acueductos. Derrochó millones de dólares en comprar plantas viejas, pintadas y parapeteadas en Cuba, para el servicio eléctrico, que no sirvieron y descuidó por completo las termoeléctricas, dejando que El Guri abasteciera el país y aún más, se le vendió el servicio al norte de Brasil a precio ínfimo porque el régimen fue generoso con sus compinches políticos. Como resultado de nefastas políticas, empeoró el sistema eléctrico nacional y culpan a El Niño de lo que está ocurriendo, cosa que no pasa en otras partes del mundo que también son afectados por la sequía de ese fenómeno climático.

Todo esto afecta a la familia de los trabajadores, porque le están quitando por lo menos cuatro horas de servicio eléctrico y desde luego desmejorando su calidad de vida, ya deteriorada desde hace tiempo por la escasez y el desabastecimiento. Es por eso que no hace falta que haya un primero de mayo. Los venezolanos tenemos que protestar enérgicamente porque tenemos razón de hacerlo ante el drama que estamos viviendo a todas horas. Las manifestaciones que se van a hacer en Lara y otros estados deben ser contra toda esta calamidad que estamos viviendo y que no queremos que se perpetúen.

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