Andrés Colmenárez: Mi vida ha sido una protesta constante

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Habla con la firmeza que lo caracteriza y refuta sin dudarlo cuando no está de acuerdo con algo.

Su nombre es Andrés Colmenárez Farías y resultó ser el invitado de esta semana al Desayuno Foro de EL IMPULSO, en el cual conversó amenamente con el director de esta casa editorial, Juan Manuel Carmona, y el director/editor, José Ángel Ocanto.

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Allí relató que es caraqueño de pura casualidad. Nació en la Maternidad Concepción Palacios de Caracas, un 13 de febrero de 1975; pero seis meses después, sus padres los trajeron a Barquisimeto, estado Lara, para radicarse en Bararida, donde se desenvolvió parte importante de su vida.

Con un ama de casa carupanera como madre -Katiuska Farías- y un profesor jubilado guaro como padre -Ángel Colmenárez-, confesó haber aprendido los valores que lo describen -honestidad, puntualidad, responsabilidad- principalmente de la crianza dada por su abuela materna -una costurera de Bararida-.

De alma protestataria y rebelde. Desde la niñez mostró su rechazo a las injusticias; misma actitud que, a sus 38 años de edad, lo llevó a conocer una de las caras más grotescas y aberrantes de la represión gubernamental.

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Sin embargo, dicha experiencia también expuso su faceta como defensor de los Derechos Humanos (DDHH), por la que hoy es referente a nivel nacional.

“Mi vida ha sido un protesta constante. Yo creo que nací protestando. De hecho, tengo un amigo que dice que cuando me parieron no lloré, sino protesté que el médico me estuviese pegando (…) Siempre he sido contestatario”, comentó mientras se mostraba sonriente, el padre de niñas de 18, 7 y 3 años de edad.

Estudios en etapas de rebeldía

Colmenárez estudió primaria en la Unidad Educativa María Pereira de Daza, mejor conocida como “la escuelita que está cerca de La Botella”. El 1er año de bachillerato lo hizo en una granja/escuela situada en el estado Miranda, para después graduarse en el Colegio María Montessori de Barquisimeto.

-¿Cómo fueron esos años de colegio?

Fui muy tremendo. Yo no les echo mucho el cuento a mis hijas pero a mí, en la primaria, me expulsaron una semana porque era el terrible de la escuela.

En esta etapa comencé a participar en el movimiento de los scouts, que creo que fue lo que me dio la base humanista y del sentido social.

Recuerdo que estando en bachillerato repetí primer año en el Federico Carmona y mi mamá me dijo, abiertamente a los 11 o 12 años, que si no estudiaba me mandaba a un internado. Y bueno, yo con mi carácter le dije: ‘okey’.

A los 12-13 años de edad yo andaba de entre Maracay, Caracas y Barquisimeto; tranquilo, sin que nada me pasara. Ese fue el país que yo conocí. Yo me quedaba en la avenida Vargas y caminaba hasta Bararida a la hora que llegara.

-¿Qué querías hacer después de graduarte de bachillerato?

-Hay algo fundamental en mi vida que guarda relación con EL IMPULSO. Mi abuela me enseñó a leer con los titulares de EL IMPULSO y, a partir de ahí, desde que tengo conciencia, quise ser periodista.

Quería estudiar Comunicación Social pero la rebeldía estaba acompañada de malas notas y esa carrera solo la ofertaban en la UCV y en la Universidad del Zulia.

Aparece en el escenario un politécnico, llamado Santiago Mariño en Maracay, que abre Comunicación. Me fui a vivir allá por dos semestres. Pero entonces el Ministerio de Educación dice que el Santiago Mariño no estaba autorizado para dar Periodismo.

Ahí comenzamos a protestar para que no cerraran la ciudad; viajábamos constantemente a Caracas como movimiento estudiantil empírico.

Suspendí el Politécnico porque no teníamos garantías de aprobación del título y me regreso a Barquisimeto decepcionado. Sin embargo, estudié publicidad en el Tecnológico Antonio José de Sucre.

Allí, a los 21 años, vi subiendo unas piernas por unas escaleras y dije: ‘esas me gustan a mí’. Hoy esa mujer mi esposa y tenemos 19 años casados. Mos conocimos, nos enamoramos y en el último semestre quedó embarazada.

Ya graduado, empecé a trabajar en ventas, en el año 2000, como promotor y me enamoré de las ventas.

Pasé por la industria de alimentos y después entré a la industria farmacéutica. Llegué a ser hasta gerente de un laboratorio pero la situación país, nos robaron, intento de secuestro y la delincuencia, me llevó a emigrar a Panamá en el 2010 -por dos años-. Me fui solo, al año me llevé a mi familia pero se nos hizo muy difícil adaptarnos.

Surge el activismo por los DDHH

De ser un crítico común a posicionarse como un activista ferviente en defensa de los Derechos Humanos, pasa Andrés al sufrir de una experiencia terrorífica en abril de 2013.

Cuatro años de lucha después le tocó ver una foto que rodó por todo el mundo, en la que su hija mayor era pisada despiadadamente por un funcionario de la Guardia Nacional, como si de una peligrosa criminal se tratase.

-¿Cómo fue tu detención?

-Vamos a elecciones en abril del 2013 y en la noche del 14 sale Tibisay Lucena para dar los resultados. A mí me agarró una indignación tremenda.

El 16 los factores de oposición convocaron una marcha maravillosa. Al terminar, nos unimos a la refriega en el CNE. Nos reprimen y cuando salimos de ahí, vamos a buscar el carro que estaba en la antigua Fornarina; sin embargo, nos conseguimos con un piquete de la Guardia Nacional que no nos dejaba pasar frente al Destacamento 47.

Yo no sabía qué era una zona de seguridad, yo no sabía que era el derecho al libre tránsito, yo no sabía que protestar era un derecho, todo eso me tocó fue aprenderlo luego.

En ese momento veo que quien dirige el piquete era de apellido Rojas y empiezo a enfrentarlo. En ese preciso instante sale del Destacamento un grupo de civiles oficialistas y los deja pasar, lo increpo aún más.

Minutos después se rompe el piquete, sale Rojas de donde estaba y me busca específicamente a mí. Ahí comienzan las cinco horas que me despertaron del coma ciudadano.

Me meten en el destacamento militar, me torturan, me golpean, me agachan, me tiran contra el piso y recuerdo ver la bota negra con el pantalón verde dándome patadas.

Para los militares no existe la condición humana, no existe el respeto a la vida.

Como a las 6:00 de la tarde se para el tal Rojas delante de todos nosotros y grita: ‘¡Párate!’. Yo de hecho cuento que era como ver Mario Silva vestido como militar y a cargo de un destacamento; el mismo discurso. Después de varios descalificativos hacia mi persona, salgo de ahí.

-¿De dónde nace Funpaz?

-Al día siguiente de todo lo que pasó un amigo me dice que la MUD está apoyando los querían denunciar. Me fui para el Ministerio Público un 18 de abril.

Tres o cuatro días después me llama un muchacho que quería reunirse conmigo. Lo conozco, en el Colegio de Abogados, donde la sociedad civil empezó a hacer terapias de asistencia sicológica a las víctimas. Ahí me dice: ‘yo soy el que le dispararon en el cachete, el del foto que sacó Capriles’.

Ahí también conozco a la mitad de los fundadores de Funpaz, quienes estaban siendo torturados mientras yo estaba arrodillado en el Destacamento. Les digo que formemos un comité y nace Funpaz con la idea de reivindicar el derecho a la protesta.

Éramos siete víctimas sin ningún tipo de asesoría. Nos recibieron en seis embajadas, hablamos con los medios de comunicación y visitamos a Leopoldo López, María Corina Machado y Henrique Capriles en sus oficinas. Todo salió de nuestros bolsillos.

-¿Qué sentiste al ver la foto de tu hija pisada por un guardia?

-Aquí en Barquisimeto siempre habíamos salido juntos porque yo estoy convencido de que protestar no es un delito. Nuestra primera marcha en Caracas con mi hija fue el 23 de enero de este año y ahí entendí su carácter. No me quedaba más de decirle que se cuidara, que fuese inteligente.

Estaba en Destacamento 121 acompañando a los familiares de un señor que habían agarrado por Ciudad Roca, cuando me llaman de un número desconocido y escucho una voz preguntando: ‘¿dónde es que estamos?’. Ahí supe que la habían agarrado.

No me angustié, porque he vivido cuatro años de acompañamiento a familiares. He entendido que la angustia es mayor de los familiares que están afuera porque no sabe dónde ni cómo está su ser querido.

-La gente ha estado muy desmoralizada porque cree que las muertes, los detenidos y los heridos durante las protestas de abril no valieron de nada. ¿Cómo ves tú eso?

-Pareciera que la clase política todavía está divorciada de la realidad.

Se logró que la clase social que más ha sufrido salieran a protestar. Estoy convencido que hay que seguir en las calles y de hecho casi a diario hay protestas en Venezuela por servicios básicos.

Yo creo que los políticos deben dejar de hablar tan superficialmente temas como los crímenes de lesa humanidad, genocidio y hambruna. Escuchen al ciudadano.

Si la MUD hubiese ido a las últimas elecciones con tarjeta unitaria el resultado pudo haber sido otro. Lamentablemente, ahora la Mesa está destinada a tener el mismo final de la Coordinadora Democrática. Para mí, con estas regionales, muere la Mesa de la Unidad Democrática.

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