#DesayunoForo Emerson Useche: Un médico que forjó su propio destino

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La vida del doctor Emerson Useche, gastroenterólogo, no puede resumirse en una página como esta. Se necesita un libro con más de 300 páginas para contarla con todos los detalles hasta llegar al 2017 con el reconocido médico, quien está cumpliendo 40 años de ininterrumpido ejercicio, rodeado del afecto y reconocimiento de todos los venezolanos.

Una dilatada trayectoria sustentada por el rigor científico, el esfuerzo, la perseverancia y una vocación a toda prueba.

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Desde que era niño soñaba con ser médico. Adolescente ya se convirtió en una especie de objetivo y guía necesaria para lograrlo. “Mi familia siempre ha constituido un punto de apoyo para concretar cada etapa de una carrera que no termina nunca porque ahora lo aprendido son transferidos a las nuevas generaciones”, explica el doctor Useche en su encuentro en el Desayuno Foro de EL IMPULSO.

Es el noveno hijo de una familia de 14 hermanos. Nació en Capacho, estado Táchira, un hermoso rincón de la montaña donde transcurrió su niñez. Tierra de hombres cabales, trabajadores, valientes y capaces.

Esos 14 hijos de don Paulino y Ana María vivieron momentos plenos de sencillez y armonía, recibiendo las bondades de una naturaleza pródiga en recursos.

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“Mi casa era grande, rodeada de varios huertos cultivados amorosamente por mi madre y el resto de mis hermanos. Nunca nos faltó el alimento reparador de las energías que necesitábamos para enfrentar los retos de cada día. Nunca fui un chico problema, todos en mi casa aprendieron a ser tolerantes, obedientes y unidos a la hora de necesitar uno del otro. Fue una lección aprendida sin presiones o represiones, como a veces ocurre en otras familias”, aseguró.

El hermano mayor lideraba toda la manada. Sus decisiones sobre el futuro de los hermanos se discutían en el seno familiar y eran huellas a seguir en el futuro inmediato. “Mis padres, casi siempre, refrendaban esa autoridad del primogénito”.

-Cuando crecimos tuve la impresión de que ya sabía cuál sería mi destino. Un día, a los 12 años de edad, conseguí un “trabajo” en la Medicatura Rural del pueblo donde tuve el primer contacto con los médicos y las enfermeras. No sé si era algo premonitorio, pero a esa edad, pensar en ser médico era solo un sueño de niño. El tiempo, viajero inexorable, pondría las cosas en su santo lugar.

Como todo hombre o mujer nacido cerca de la zona fronteriza ambicionaba conocer la capital del país. Pudo ser la de Colombia o la de Venezuela. Emerson Useche asegura que en esa época – estamos hablando de la década del 50- no existía ningún condicionamiento para ser de uno u otro país.

“Cuando llegué a Caracas, de la mano de mi hermano necesitaba inscribirme en un instituto educacional. Me eligieron el Liceo Militar, pero preferí un liceo público ubicado en Catia donde pude compartir con chicos de mi edad y de diferentes condición social. Puedo decir que aprendí mucho de ellos y ellos de mí. “En cuanto a mi rendimiento estudiantil le aseguro que siempre fui un estupendo estudiante y que nunca perdí la esperanza de llegar a la universidad y graduarme de médico. Para eso tenía que olvidarme de mi pueblo y encarar la vida capitalina con toda responsabilidad”.

La Universidad para el futuro médico no resultaba un obstáculo. El joven Emerson estaba plenamente convencido de sus posibilidades de superar las normas de ingreso de la UCV, como en efecto sucedió. Durante todo el tiempo el estudio era su prioridad, además de formar parte de grupos estudiantiles que se identificaban con sus aspiraciones de recibirse como médico.

Las inquietudes de Emerson le ganaron rápidamente el aprecio de sus compañeros con quienes compartía no solamente los ambientes de la academia. También participaba activamente de todo lo que tenía que ver con el movimiento estudiantil sin perder de vista los propósitos que lo habían llevado hasta las aulas de la universidad. Recordaba el camino recorrido desde que formó parte de los seleccionados entre 4.000 aspirantes a cursar estudios de Medicina.

“No podía desmayar ni pensar en otra cosa que no fuera el estudio. Rezagadas quedaron las peligrosas tentaciones juveniles que a veces interrumpen los procesos de crecimiento para dedicarme con más entusiasmo a la exigente carrera elegida”. El joven Useche comenzó a ser tomado en cuenta por su disciplina y dedicación y estaba convencido que la recompensa a su trabajo estaba más cerca todos los días.

Su familia en Capacho solo esperaba el ansiado día de su graduación. Nunca supo, sin embargo si en la vieja iglesia de Capacho sonaron las campanas en el momento de ser investido como médico cirujano. No lo supo, pero sí lo intuía, y eso le causaba una gran emoción.

El viejo Hospital Vargas le abrió las puertas al graduando junto a otros compañeros de carrera iniciando de esa manera un largo camino. Trabajando como interno en el conocido centro asistencial empezó a familiarizarse con un ambiente de trabajo donde requería otras habilidades además del ejercicio profesional: su contacto directo con las personas aquejadas de alguna enfermedad.

Le pregunto entonces si para ser médico se hace necesaria una vocación absoluta.

“Independientemente de la vocación –explica- hay que agregar un sentido humanitario indispensable en la atención del paciente. El que piense solamente en lucrarse debe hacer un ejercicio reflexivo para que pueda entender la nobleza que encierra el hecho de ser médico”.

Después de cierto tiempo en el Hospital Vargas, el joven médico se preparó para trabajar como médico rural y por circunstancias muy especiales tuvo a la ciudad de Barquisimeto como una opción.

“Fue así que vine a la capital larense en plan de observación y atendiendo una invitación de algunos familiares y amigos que me hablaron maravillas de esta ciudad. Mi puesto de trabajo fue la medicatura de Sarare donde hice muchos amigos durante el tiempo de mi pasantía. Entre otros a Luis Vera Cárdenas, un hombre excepcional que creyó siempre en mí, hoy lamentablemente fallecido. Fue una estupenda manera de insertarme en el corazón de una ciudad a la que amo profundamente”.

“Concluida la Rural, como suele llamarse ese espacio de obligatorio cumplimiento, pensé en el postgrado de Medicina Interna, que en ese momento coordinaba el doctor Orlando García. En la Clínica Razzeti de Barquisimeto tuve la suerte de conocer a destacados médicos de la especialidad que me recibieron con mucho entusiasmo. Sabían de mis inquietudes y deseos de aportar todos mis conocimientos en función de brindar una atención médica de primera a quien necesitara del auxilio nuestro”.

Los postgrados de Emerson Useche fueron continuados y su experiencia como médico ha sido un gran aporte para el mejor conocimiento y tratamiento de las enfermedades en nuestra región. Su impresionante currículo que adjuntamos en este trabajo hablan por sí mismo de un hombre dedicado enteramente al bien común.

-Se comenta que hay una gran deserción de médicos en el país

-Es un problema que debe preocupar a todo el país. De mantenerse esa tendencia nos vamos a quedar sin generación de relevo y muy atrás en el aspecto tecnológico comparativamente con otros países de la región- responde el doctor Useche a esta observación del periodista. Todavía tenemos una gran reserva de profesionales, pero cada día son menos numerosos. Los que nos quedamos en el país estamos obligados a contribuir a la formación de los futuros profesionales, pero el Estado también debe contribuir en ese sentido.

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