FOTOS: Desde sus orígenes ha sido la esperanza eterna

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“Aunque las leyendas son muy bellas y cándidas al calor de la fe cristiana, no dejan de ser leyendas”, pero los milagros por inexplicables que sean no dejar de ser milagros. Algunas historias son las que se saben acerca de la llegada de la Divina Pastora al pueblo de Santa Rosa.

El padre Renzo Begui, quien en vida fue el jefe del Archivo Arquidiocesano, publicó un texto en este impreso en 1993, relacionado con la historia de la llegada de la Divina Pastora, en el cual expuso que según investigaciones exhaustivas de María Matilde Suárez en su libro Divina Pastora, imagen y símbolo, la figura no fue pedida a través de ningún documento como se ha dicho y que por pliegos equivocados llegó a estas tierras; acción que se le atribuye al padre Sebastián Bernal.

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En la época, el control sobre las iglesias era muy estricto y el presupuesto que manejaba la parroquia de Santa Rosa era muy pobre para hacer tal solicitud.

En su momento, sí hubo una petición, pero fue la de la imagen del Nazareno, la cual se le solicitó al obispo Martín y al obispo Herrera, quienes regían la iglesia en Venezuela.

En un inventario que hace el padre Bernal al recibir la vicaría de Santa Rosa, enumera varios documentos, entre estos el registro de la Divina Pastora. El padre Bernal llegó a Santa Rosa en 1730, significa que la imagen ya se encontraba en dicha iglesia.

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Ante la interrogante de cuándo llegó la imagen, se dice que pudo haber llegado entre 1714 y 1724 gracias al padre Villafañe, cura rector de los capuchinos, quienes tienen orígenes en Sevilla (España), donde inicia la devoción hacia la Divina Pastora.

El milagro

Tras el terremoto ocurrido el 26 de marzo de 1812 se evidencia el primer destello de milagro. La iglesia de Santa Rosa se derrumbó y cual Espíritu Santo hubiese dicho amén, solo quedó en pie la pared con el nicho y la santa imagen; de allí que nace el aire milagroso en Santa Rosa, tanto así, que viene gente de lugares aledaños a hacer rogativas.

Décadas más adelante, justo en 1855, se propaga en Venezuela el cólera, año en el que la medicina de la época era totalmente estéril.

Como aurora que da luz al amanecer, las peticiones y presencia propia de la Divina Pastora hizo descender velozmente el contagio hasta desaparecer la enfermedad.

Como plasmó Hermann Garmendia en su libro sobre la Divina Pastora, la Virgen fue traída a Barquisimeto “para impulsar los resortes de la fe”.

El padre Macario Yépez busca la estimulación de la fe y qué mejor símbolo que la propia madre de Dios, lo que motiva y promueve una especie de campaña para traer la Virgen a la ciudad capital en función de proyectar una luz en el camino, un símbolo de esperanza ante la mortandad.

La primera venida de la Divina Pastora no fue multitudinaria (1856). Una comisión encabezada por el padre Macario Yépez buscó la imagen en Santa Rosa hasta traerla a Barquisimeto, exactamente hasta lo que hoy se conoce como la plaza Macario Yépez, donde se inaugura el símbolo de la Cruz Salvadora; fue todo una fiesta espiritual. La Virgen fue llevada luego hasta la Catedral que en ese momento era la Inmaculada Concepción.

En los días de penumbra de 1856 la gente sentía que no había salida, que la muerte sería irremediable. La Divina Pastora constituyó el único símbolo y creencia de salvación.

Un periódico de la época reseñó que la gente de esos tiempos no eran personas, sino ánimas que estaban como en capilla ardiente esperando la muerte. La llegada de la Divina Pastora los había salvado.

El padre Macario Yépez, tal y como cuentan, se contagió de cólera, pero se cura y muere de tifus en junio de ese año.

Seguidamente, el padre Randiles encamina la tradición de la procesión de la Divina Pastora a partir de 1857 para no perder la gracia obtenida por la madre de Dios.

En 1887 se funda la Sociedad de la Divina Pastora, constituyéndose como los guardianes de la virgen, su historia y tradición. Desde ese año y hasta 1960 todo lo concerniente a la Divina Pastora como su organización, celadores, programa, recorrido por iglesias, arcos triunfales y todo detalle, eran guiados por sus miembros.

En 1906 la Orquesta Mavare se inscribe en la Sociedad Divina Pastora y la junta directiva la designa como el cuerpo filarmónico de la sociedad. A esta institución vigente, considerada la más antigua del país, se le debe mucho de lo que es hoy la tradición de la Divina Pastora. En 1915 se origina la tradición musical de recibir a la Virgen en la Av. 20 con calle 16, antigua esquina Casa Mayor.

Al sol de hoy

La procesión ha variado en el tiempo, en gran sentido pasando de un carácter dramático en sus inicios a tener un concepto de esperanza. El carácter dramático fue aquel sentimiento extremo y urgido de las personas cuando la muerte rondaba cada esquina.

Ahora, como signo de esperanza, se traduce en una especie de agradecimiento por salvar a los barquisimetanos en aquella oportunidad, sin obviar que en situaciones críticas del presente la peregrinación retoma ese dramatismo dadas las circunstancias actuales vinculadas a una innegable crisis socioeconómica.

En 161 visitas, cada año es una historia por contar, cada procesión tiene y deja sus particularidades.

La procesión número 50 fue de gran importancia (1906).  Se organizó muy especialmente y cobró gran exaltación, se desempolvaron las imágenes del cura Macario Yépez y monseñor Randiles. El doctor Simón Wohnsiedler compuso el himno de la Divina Pastora con letra del poeta Andrés Delgado y se estrena con la Orquesta Mavare.

En la actualidad la peregrinación no ha perdido su esencia, ha habido cierto estupor por las tarimas y aires de fiesta que se alejan del sentido religioso y espiritual, pero sin llegar a distorsionar el carácter mariano.

Sin duda alguna, la Divina Pastora es hablar de Barquisimeto, fe, promesa y milagros; la Divina Pastora es el elemento cohesionador del larense, es el símbolo por excelencia para unir no solo a una ciudad sino al país y parte del mundo en un mismo sentir.

La Divina Pastora es la esperanza eterna, un auxilio que siempre será escuchado, la Divina Pastora ha rebasado lo religioso convirtiéndose en un milagro sociológico y antropológico, por cada uno de los detalles que logran capturar el interés del larense y el país cada 14 de enero.

Todo esto lo recuerda el cronista Iván Brito y yo lo escribo para ustedes.

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