Los usuarios del transporte público son testigos del deterioro que registran los vehículos de cinco puestos, o“rapiditos”. Las quejas son muchas. Algunos usuarios lo catalogan como “pésimo” y otros como “terrorífico”.
Juan García comentó que siempre llega “aturdido” a su trabajo, porque los conductores colocan música a
todo volumen: vallenato, salsa, reguetón. A ello se suma que su ropa queda olorosa de gasolina o humo por las fallas mecánicas que presentan las unidades. Los pasajeros tienen que adaptarse a unidades con los asientos sucios y rotos, la carrocería destrozada, puertas dañadas y vidrios que no funcionan,
razón por la cual cuando llueve se mojan.
Isabella Mora agrega que abordar un ‘rapidito’ no es fácil. “La gente se empuja y pelea, siempre el más vivo
es quien gana. No vale hora, ni tiempo de espera”. También los conductores hacen sacrificios: madrugan
y pasan más de 12 horas detrás del volante. Adicionalmente soportan largas colas en las calles, el “mal
genio” o mala educación de algunos ciudadanos.
Robinson Flores, de la línea Democracia 2000, dice que la necesidad los obliga a mantener ese trabajo,
aunque las ganancias sean pocas y no alcanzan para mantener al día los vehículos.