¡Balseros a la vista!

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¡Balseros venezolanos interceptados por la guardia costera curazoleña! Es el examen final para que la “revolución” roja se gradúe con honores como el fracaso del siglo XXI.

La foto ganó la primera en muchos medios. ¿Cómo no? Pero dolorosamente no es la primera vez. Ya a fines de marzo había noticias de un cadáver encontrado en la orilla en Aruba, embarcaciones abandonadas y trasciende que habría casos en Aruba, Curazao y Trinidad.

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Que venezolanos desesperados huyan del país corriendo el riesgo del mar y la noche, es síntoma de la gravedad de los problemas que vivimos y de la velocidad a la cual éstos están empeorando. Cada vez nos parecemos más a los defectos de sistema imperante en la isla del pueblo hermano, cuyo modelo es admirado e imitado por nuestros gobernantes, no así sus duros aprendizajes. Y también financiado, con los recursos cada vez más escasos que hacen falta para atender las necesidades de los venezolanos.

Los balseros no son un dato aislado. Escasean alimentos, medicinas y diversos productos de uso corriente. Los hay en el mercado negro, oficialmente prohibido y perseguido, conocido con el nombre de “bachaqueo”. Los precios a los que se consiguen las cosas son muy distintos a los oficiales. Tenemos racionamiento, solo que entre nosotros es con el número de cédula y en el día de la semana que nos toca, y también es gente del partido, aquí se las llama CLAP, la que tiene el poder de decir quien sí y quién no. Ahora, la ingrata (pero productiva) tarea de distribuir lo que no alcanza, se ha confiado a los uniformados.

También aquí, a pesar de lo establecido en contrario por la Constitución, se confunden partido y Estado, se politiza lo militar y se militariza la política.

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Se sabe que el invierno ha ayudado para aliviar los servicios de agua y luz que la revolución desbarató, pero es obvio que en el primero sigue habiendo fallas de cantidad y calidad, en distribución y potabilidad, acueductos y cloacas; y que no hay obras nuevas ni se mantiene adecuadamente lo existente en embalses y represas. Y, en cuanto a energía eléctrica, son conocidas las dificultades y carencias en generación, y sobre todo en transmisión y distribución. Aunque, a decir verdad, la principal ayuda no es de las lluvias, sino de la economía casi paralizada, la cual consume mucho menos electricidad y agua, porque la agricultura y la industria producen menos, y el comercio opera menos horas y vende en menos cantidad.

El mar de la felicidad nos inunda. Más que eso, este no es un gobierno, es un tsunami.

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