Del Guaire al Turbio – La nicosa

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No se pusieron de cabeza para levantar las patas -tal correspondía al acto- porque como las suyas no tienen nada dentro, no podían seguir la ley de la gravedad. Entonces a dos manos levantadas aprobaron… ¿qué fue lo que aprobaron? Porque donde no hay un organismo legal, solvente, no se puede aprobar nada, ni siquiera actuar. ¿Qué es esa “cosa”, entonces? El apelativo que más le cuadra es el de aquelarre y que me perdonen las brujas que son más gente que las de esa “cosa” espuria y malnacida, que no existe para la ley y mucho menos en la mente y el corazón de los auténticos venezolanos, los que no han vendido su patria a un país extranjero que ha chupado sus riquezas.

En añadidura, esa “cosa” compuesta por pobres diablos y presididos por una doña nadie -que pretendió entrar por la ventana donde no la habían llamado, poniendo por el suelo la dignidad de país que representaba, que debía importarle si no le importaba la de ella- no solo es espuria y falsa, es que ni siquiera se ocupa de lo que debería -si fuera legítima- sino que se mete en campos que no le incumben, como el judicial. Todo es un disparate, un sainete trágico-cómico montado por un tipo que le dieron un poder que no le correspondía, ni era apto para ejercerlo. Le pasa exacto como a Mickey Mouse en El aprendiz de brujo de la película Fantasía de Walt Disney: se puso a hacer magia y no pudo controlar la multiplicación de lo baldes de agua y de las escobas. Este pobre señor no puede controlar los desastres y trata de remediarlos con más desastres y esto ya no lo aguanta nadie. El país va en picada y sin control, ¿quién puede evitar el estrellamiento? Sólo Dios, pero como que no quiere.
Y otra añadidura: los miembros de esa “cosa” son tan deformes moral e intelectualmente, amén de físicamente bien feos, que no resisten la personalidad, la trayectoria, la actuación de un parlamentario legítimo -ellos no lo son- elegido por el pueblo, joven, inteligente, de excelente formación académica, abultado currículo, educación esmerada, elegante, buen mozo, valiente y decidido, ¡se mueren de envidia! Como se muere de envidia el acusador, fracasado político, fracasado poeta, suplantador de cargos e incapaz de defender al pueblo. Los mediocres sólo saben afrontar su triste condición con la injusticia.

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No sabemos cuántos desmanes nos esperan de esa “cosa” actuando como mono de naipes o comodín para el acaparador de poderes. Si no fuera por el inmenso dolor de un pueblo maltratado, humillado, hambriento, no sólo de pan, sino de justicia, de seguridad, asistencia hospitalaria, educación, empleo y que llora sin consuelo la muerte trágica de sus hijos a manos de los delincuentes comunes como de los de la policía y las fuerzas armadas, diríamos que esto es una guachafita, un montaje cómico burdo, soez, vulgar por el lenguaje de sus actores, sobre todo de su primer actor, que come empanadas a mordiscos grotescos en espectáculo de hazmerreir para el mundo. Pero no, no es una guachafita, es una tragedia y sólo nos queda afianzarnos en la fe, la esperanza y la oración.
¡Ah!, pero me equivoco, “cosa” es demasiado apelativo para ese engendro, creo que le voy a poner otro nombre: nicosa.

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