El atentado de la avenida Caracas

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A Fernando Londoño Hoyos

En los prolegómenos de las últimas elecciones presidenciales, cuando la sociedad colombiana no despertaba aún del impacto que le causaran las revelaciones de las últimas encuestas que mostraban una irrupción aparentemente arrolladora del candidato Antanas Mockus, sostuve una larga conversación telefónica con Fernando Londoño Hoyos, a quien no conocía.

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Un amigo común le había hecho llegar mis coordenadas y Londoño pensó que mi opinión podría ser de algún interés para comprender lo que estaba pasando en la vecina república. Sabía de mis denuncias contra las brutales manipulaciones de algunas empresas encuestadoras venezolanas que habían servido de instrumento de manipulación de la conciencia ciudadana o de legitimación ante festum de los fraudes sobre los que descansa el pervertido sistema electoral venezolano.

No pude servirle de mucho. Le señalé que me parecía absolutamente irreal que el abrumador prestigio que le traspasaba Álvaro Uribe a su ex ministro de defensa se volatilizara de manera tan abrupta en tan corto tiempo. Pero le comenté asimismo los extraños giros que pueden dar las preferencias de los electores, lanzándose irresponsablemente a los abismos de sus caprichos y veleidades, como sucediera – y sigue sucediendo – en la sociedad venezolana. Aún no terminamos por comprender y asimilar las transformaciones del metabolismo social ante la gigantesca capacidad de injerencia y manipulación de las nuevas tecnologías, algunas favorables a volcánicas irrupciones de anhelos represados, como ya estaba sucediendo en el norte de África, y otras capaces de echar por la borda viejas y estabilizadoras certidumbres.

No pude auxiliarlo en su deseo de conocer de algunos asesores electorales venezolanos. Ya Santos, en todo caso, había decidido servirse del auxilio de JJ Rendón, decisión que demostró ser extraordinariamente acertada. Basta con remitirse a las pruebas: Mockus fue abatido por un tsunami de votos favorables a la preservación de los logros de Álvaro Uribe y a su política de paz democrática. Así su heredero abrigara secretas intenciones que iban por otro sendero. Y cuyas consecuencias, vaya insólita contradicción, terminaran costándole por poco la vida al propio ex ministro Londoño.

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Fue el comienzo de una fructífera relación. Fui entrevistado por él para su popular programa mañanero en varias ocasiones y aprendí a respetarlo por su intachable comportamiento democrático, su austeridad de viejo tribuno constitucionalista, su acendrado valor como defensor de la paz y la democracia colombiana. Con un coraje y una vocaciones de veracidad que ha terminado por situarlo al borde de la muerte.

Londoño pertenece a esa vieja élite política colombiana que ve los destinos de la paz y la prosperidad de nuestros dos países como momentos indisolubles de un mismo gran proceso histórico social. Unen a Colombia y a Venezuela lazos de consanguineidad, intereses e historia compartida ya proverbiales. Y no se comprende el destino de uno sin el sino del otro. De allí su honda preocupación por el gravísimo deterioro de la institucionalidad venezolana, su rechazo frontal a la colaboración sin disimulos de nuestro gobierno con las narcoguerrillas de su país, su denuncia sistemática por la deriva autocrática y totalitaria del gobierno de Hugo Chávez. Y su coraje en expresar sus más que fundados temores. Si bien jamás imaginó, y así lo hizo saber, que el candidato que tanto defendiera y que creyera un consecuente heredero de su amigo Álvaro Uribe terminaría coqueteando con el contubernio castro chavista, al extremo de despreciar la venezolanidad pasando por sobre este pedazo de la Gran Colombia para entrevistarse con Chávez – su nuevo amigo íntimo – en suelo extraño y en presencia de los Castro.

El atentado que ha sufrido este martes en la Avda. Caracas – vaya siniestra coincidencia – se produce luego de la publicación de su estremecedor artículo SI CHÁVEZ SE MUERE (http://tl.gd/hedjnv <http://t.
co/3KbEeuJN>), en el que pronostica las gigantescas dificultades en las que considera la inevitable muerte de Hugo Chávez dejará a la Venezuela que admira y quiere. Los destinatarios de este horrendo suceso se encuentran a ambos lados de la frontera. Debemos repudiarlo con toda la fuerza de nuestras convicciones.

@sangarccs

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