El pesebre es un abrazo

-

- Publicidad -

Este diciembre es una estación de nostalgias y tristezas, la ciudad como bien lo describe su guardiana Milagros Gómez expresa una queja profunda que se arremolina en las angustias cotidianas y se convierte en una ansiedad indescifrable.

Marco Tulio, nuestro ubicuo y humanista siquiatra quiere hablar del Nacimiento de Venus de Botticelli pero solo logra recordar con sus análisis el Guernica de Picasso, y así estamos todos, entrampados en la mirada fija de un torero que nos entra a matar a volapié y nosotros agotados y desangrados esperando la espada final, sin ninguna señal de indulto.

- Publicidad -

Así llego a mi casa, con banderillas sobre mi cerviz y el llanto de miseria colectiva mojando el morral de la esperanza donde el pueblo guarda un inservible carnet que deslinda la vida del genocidio. Abro la reja del estacionamiento y por la acera una joven madre con su hijo de unos cinco años se detiene frente al porche para mirar el pesebre de Yoly. La madre intenta seguir el paso pero el niño se resiste porque desea ver con más detenimiento el mil multiplicado Belén de San Francisco.

Le ruego a la joven madre que por favor pase con el niño hasta el porche para que observen más de cerca el homenaje de nuestro hogar al Niño Jesús, le argumento que la intención de colocar el pesebre hacia la calle es para compartirlo afectivamente con vecinos y transeúntes. Accede a mi petición y me confiesa que lo hace porque su hijo es primera vez que ve un pesebre, que no los conocía.

Por unos minutos la Navidad de hace 50 y mas años de la calle San Juan de Carora, con sus inmensos pesebres que ocupaban un salón entero de las casas coloniales y que uno podía ver por las ventanas, se me vino a la mente y con todo y la diferencia monumental de aquellos respecto a lo diminuto del nuestro, la emoción infantil fue la misma porque la imaginación de un niño no tiene envoltorios que determinen la magnitud de su vuelo.

- Publicidad -

Con sus manos indicando desplazamientos el niño, sin tocar por indicaciones de su madre, fue construyendo una cinética maravillosa mediante la cual los pastores se movían detrás de las ovejas y los ángeles conversaban con pavos y otros animales, mientras los reyes del oriente daban de comer a sus camellos lo que traían sobre sus hombros leñadores y mujeres con tinajas sobre sus cabezas. Por un breve y eterno instante el pesebre de Yoly se transformó en un relato bíblico donde las imágenes cobraron vida y conversaron con un niño que estaba descubriendo con una sola mirada el secreto místico del simbolismo de un nacimiento navideño, a diferencia de muchos miles que solamente lo aprecian como una tradicional decoración decembrina.

Cuando se marchaba la madre le preguntó a su hijo cómo le había parecido el pesebre y el niño volteo y mirándolo con embeleso se dio un abrazo y movió su cabeza en gesto de complacencia. Le di gracias a Dios por ese momento, sentí que el humilde pesebre de nuestra casa era un abrazo igual de cálido y entrañable que el de todos los pesebres del mundo, que estábamos en Navidad porque esta es una fecha de la inocencia y la esperanza y un niño la trajo a nuestro hogar con una bendición de amor que permanecerá flotando sobre nuestro pesebre hasta el 14 de Enero. Dios con nosotros.
[email protected]

Pulsa aquí para apoyar la libertad de expresión en Venezuela. Tu donación servirá para fortalecer nuestra plataforma digital desde la redacción del Decano de la Prensa Nacional, y así permitir que sigamos adelante comprometidos con la información veraz, como ha sido nuestra bandera desde 1904.

¡Contamos contigo!

Apóyanos aquí

- Publicidad -
Artículo anterior
Artículo siguiente

Más leido hoy

- Publicidad -

Debes leer

- Publicidad -
- Publicidad -