Hijo, hoy es tu cumpleaños, otro más que celebramos desde la distancia, tú en el exilio voluntario de 8 años, allí en la Segovia hispánica a menos un grado centígrado, y nosotros en una tarde lluviosa de verano, en la otra Nueva Segovia de Barquisimeto.
Empiezo de ésta forma melancólica, porque en mi biblioteca me encontré de nuevo con el libro “La Terredad de Todo”, de Eugenio Montejo, poeta caraqueño, 1938, diplomático y académico.
Uno de sus ensayos en el libro habla del poema “Balada del Preso Insomne”, cuya autoría es de Leoncio Martínez, mejor conocido como Leo, el popular seudónimo conque firmaba sus contribuciones humorísticas, precedente a los intelectuales de la generación de 1928, que se distinguieron por ser estudiantes, profesores, profesionales y gente vulgar y silvestre que protestaron la dictadura de Juan Vicente Gómez.
Muchos de ellos fueron apresados en la siniestra cárcel de La Rotunda, torturados brutalmente y sometidos a muchos vejámenes. Este poema fue compuesto por Leo en 1920, encadenado en el tobillo a una bola de hierro de cinco libras. Allí logra plasmar un espacio verbal doloroso pero incontaminado, y por ello ciertamente libre, del despotismo que a la sazón se perpetuaba como justificado sistema político en la Venezuela de aquel tiempo. Y es que frente a la malhadada tesis de invocar el poder salvífico de un gendarme necesario, la historia vuelve a repetirse dos veces más, con la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1948-1958), y los últimos 18 años de Hugo Rafael Chávez Frías y Nicolás Maduro, en el proyecto socialista siglo XXI.
Pero jamás ocurrió que algún gobierno por muy tiránico que fuese, hubiera devastado al país hasta llevarlo a una situación de hambruna, miseria, represión militar e impunidad para todo tipo de crimen, como el actual, que malversó del erario público dos billones de petrodólares.
José Rafael Pocaterra, autor de “Memorias de un venezolano de la decadencia”, reflejó todo el sufrimiento de un pueblo sometido durante el gomecismo. ¿Se hubiese imaginado que otra dictadura, como la del siglo XXI con un caparazón de democracia, tuviera en forma complaciente tantos testigos y vecinos, que solo se tapan los ojos, los oídos y la boca, como los tres monitos, cuando nos estamos muriendo de hambre, dejadez, violencia y miedo?
“Estoy pensando en exilarme, / en marcharme lejos de aquí”, dicen los dos versos iniciales del poema.
El sentimiento de destierro del lugar donde se ha nacido, y también del sentimiento de nuestros mayores, de nuestros afectos. Esta frase se ha hecho común denominador de más de un millón de jóvenes como tú, hijo de mi alma.
Que difícil ha sido el tener que largarse a vivir en cualquier otra parte, donde nadie sepa de ti. La voz del poeta no está suscribiendo una decisión, sino una angustiosa conjetura, la posibilidad del destierro, y el empeño del arraigo son los dos polos que gobiernan ahora esta nueva vida. No se me olvida que es tu cumpleaños, así es que te transcribo las conocidas palabras que Fausto dice a Margarita en el jardín de Marta:
«Por grande que sea, llena de esto tu corazón, y cuando, penetrada de tal sentimiento, seas feliz, nómbralo entonces como quieras, llámale Felicidad, Corazón, Amor, Dios. Para ello no tengo nombre; el sentimiento es todo. El nombre no es más que ruido y humo que ofusca la lumbre del cielo» (Goethiana declaración) Mientras aquí rezamos por todos los hijos, los propios y ajenos que se han ido.
Resistimos, con la esperanza del reencuentro, y de ver una Venezuela libre.
Euro Barrios Torres
