Francia: ¿El cambio es ahora?

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La consigna que le permitió al socialista Francois Hollande ganar la presidencia del país galo el pasado 6 de mayo, fue justamente «Le changement est maintenat» (el cambio es ahora), expresando así el sentir de gran parte de los franceses que deseaban poner fin a la era de Nicolás Sarkosy, un controversial mandatario acusado de «hiperpresidente» por su obsesión por el trabajo y su carácter autoritario.

Con la derrota de Sarkosy, la crisis mundial cobra una nueva víctima, y es que, tal como sucedió en España, los europeos han desplazado a los gobernantes que les tocó enfrentar la crisis financiera que estalló en 2008, y que ha cernido oscuros nubarrones sobre el ejemplar modelo de desarrollo del viejo continente.

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Durante su presidencia, Sarkosy implementó una reforma al Estado de bienestar con el objeto de hacerlo sostenible en el tiempo; para ello estableció un estricto plan de austeridad, dentro del cual se destaca la extensión progresiva de la edad de jubilación y el aumento de los impuestos para todos y en especial los más ricos. Por estas medidas impopulares pero necesarias, el Presidente se enfrentó con poderosas fuerzas sindicales que pusieron en jaque al país durante semanas. No obstante, Sarkosy no dudo en seguir adelante a sabiendas que esto podría costarle la reelección, como en efecto ocurrió.

De igual manera, el liderazgo de Francia y Alemania durante este último año ha impedido hasta ahora el naufragio de la zona euro, tratando de encontrar compromisos y soluciones negociadas con los países en crisis.

Por otra parte, los socialistas, tras diecisiete años fuera del poder, decidieron renovarse y realizar las primeras elecciones primarias abiertas a todos los electores para escoger su candidato presidencial. Hollande, durante muchos años Primer Secretario del partido, y al el que muchos de sus compañeros no auguraban mucho éxito por su carácter sosegado, resultó vencedor gracias a un cambio de imagen y de discurso que sedujo a muchos franceses. Hollande definió muy bien su estrategia presentándose como la opción válida del cambio frente al descontento que generó Sarkosy.

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Sin embargo, los primeros anuncios realizados por Hollande no auguran buenos tiempos para Francia. El nuevo mandatario pretende reducir hasta un 30% los sueldos de los funcionarios públicos comenzando por el Presidente, y llevar de nuevo a 60 años la edad de jubilación para aquellas personas que comenzaron a trabajar muy jóvenes. Más allá del efectismo y los réditos electorales que este tipo de medidas producen en la población, sus resultados a largo plazo son perjudiciales. En primer lugar, porque los funcionarios públicos deben ser los empleados con mejores sueldos, debido a su responsabilidad en el funcionamiento del Estado y también para evitar la corrupción. En segundo lugar, Europa necesita reformar el Estado de Bienestar, justamente para seguir manteniendo su elevado nivel de vida, y eso pasa por prolongar el ciclo productivo de sus ciudadanos, de tal manera que los ancianos no signifiquen una carga excesiva para los jóvenes.

Si la promesa de cambio que llevó a Hollande a la Presidencia consiste en revertir las reformas que comenzó Sarkosy, debido a los elevados costos políticos que conllevan, Francia está comprometiendo gravemente su futuro político y económico. Como si esto no fuera grave, no podemos soslayar la creciente amenaza de la ultraderecha, agitando las viejas banderas del nacionalismo y la xenofobia, que amenazaban a la democracia ejemplar que sigue siendo Francia.

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