La dirigencia que no dirige

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Afirmar que Venezuela sigue en crisis, que los venezolanos a diario la padecemos a través de la descontrolada violencia e interminables colas por alimentos, medicinas, y ahora por billetes, suena distante y poco atractivo a los oídos de muchos venezolanos, pues consideran repetitivo y bastante cansón seguir escuchado el mismo discurso de la oposición. Del otro lado de la moneda, los tristes intentos del régimen militar que nos controla para seguir socavando lo que queda de institucionalidad, en nombre de la suprema felicidad del pueblo, reciben incluso peores elogios que el de sus pares opositores. No es indolencia este comportamiento del ciudadano, es una ya visible y generalizada desconexión de la dirigencia política nacional de los venezolanos.

En Venezuela se sigue consolidando un status quo en el cual reinan las prácticas corruptas, populistas y chovinistas, que aderezan el juego político de un cogollo que está claramente desvinculado con lo que pregonan en sus intentos por mercadear esperanza. Precisamente, por eso la credibilidad de la dirigencia nacional en el país es repudiada, porque no hay un elemento diferenciador claro entre los modos de hacer política. Para muestra un botón, usted puede meter en el mismo saco a Timoteo Zambrano y William Ojeda, sin temor a recibir algún castigo o costo en su conciencia, pues ideológicamente no existe ninguna diferencia, como tampoco de doctrina política y de credibilidad ante los ciudadanos.

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En Venezuela tenemos una dirigencia que no dirige. Puede comprar, manipular, engañar o utilizar cualquier otro tipo de forma para moldear y articular, pero no dirige realmente, porque ninguno de esos esfuerzos conduce a una norte claro, y esto es el mayor alimento para aquellos que si pretenden utilizar la desconexión, la ausencia de conducción y de norte, para plasmar su criterio de forma abrupta, sea porque los ciudadanos lo decidan en las urnas o por intermedio de ciudadanos metidos en unas urnas. Y esto no es culpa ni del Imperio ni del Vaticano, y mucho menos del ciudadano, que sí tiene su cuota de responsabilidad bastante alta por su falta de madurez política y ciudadana.

Los pocos liderazgos que intentan diferenciarse de esta clase política, son inmediatamente castigados con cárcel, aislamiento o son chantajeados, apartados de las instancias reales de definición y negociación, sencillamente no entran en la macolla que intenta negociar el país. En Venezuela debe producirse un movimiento contrapolítico, que no puede ser confundido ni conceptual ni en la praxis con un movimiento revolucionario, y no hago esta afirmación a modo de reflexión o de llamado de atención. Hablamos de acciones que estén destinadas a enmendar el actual régimen político venezolano y consecuencias, la reconstrucción de un sistema político viable y estable, donde se erijan dirigentes que dirijan, ciudadanos que decidan, partidos que acompañen, formen y se generen políticas responsables.
El tiempo político se complica y el de los ciudadanos se agota.

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