LA POBREZA NADIE LA QUIERE

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 Los que viven con ella quieren dejarla y a quienes desde el gobierno los animan a quedarse, les va a suceder como le ocurrió a un diputado de la cuarta república, hoy dirigente de la quinta. Él me contó de su esfuerzo por mejorar las condiciones de vida interna de los presos en la cárcel de Maracaibo. “Hasta colchones cargué para que durmieran bien”, me dijo. Luego le tocó ser candidato a la alcaldía de Maracaibo y su sorpresa fue que en la cárcel sacó sólo 2 votos. Cuando investigó el por qué no habían votado por él, los propios presos le dijeron: “Vos trabajaste para que estuviéramos bien en la cárcel, y nosotros lo que queremos es salir de aquí”.

La pobreza nadie la quiere, todo el mundo quiere salir de ella. El hombre pobre es un humano digno de Dios y más digno que el rico, según el propio Dios, pero la pobreza es inhumana, porque en ella se han sembrado el hambre y la desnutrición que son los peores enemigos de la humanidad, producto de una mala redistribución de la riqueza. La pobreza es un mal que el pobre no quiere. El pobre no es la pobreza y la pobreza no viene del pobre. El pobre tiene dignidad; en cambio, la pobreza humilla, pero más indignos son los que pretenden humillar al pobre convirtiéndolos en mendigos de las limosnas del poder.

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Si lo hacen con el propósito de conseguir votos, es un irrespeto. Llevar al fondo de la necesidad a un pueblo, pero después lanzarle migajas que le permitan sobrevivir a la desgracia, es una desconsideración con el necesitado. Cerrarle sus fuentes de trabajo: fábricas, industrias, unidades de producción agrícola, plantas agro-industriales, centros comerciales y hasta hospitales y hoteles, para luego ponerlos a los pies del Estado totalitario y todo poderoso, es inhumano: es pobreza (de la verdadera), es indigno para un país como el nuestro. Eso es lo que ellos quieren, pero nosotros no. Nosotros somos ricos de cuna, ricos por naturaleza, nacimos ricos y por lo tanto nadie tiene el derecho de lanzarnos migajas de algo donde todo es nuestro. El petróleo, el gas, las minas de hierro y oro, los ríos, los lagos y los mares son nuestros. Todo es nuestro, nada es del Estado. Los poderes del Estado son sólo instituciones administrativas y quienes ponen y quitan sus administradores somos nosotros.

Por lo tanto, debemos ser cuidadosos cuando vamos a elegir los nuevos administradores. Debemos comprometerlos con el desarrollo y la prosperidad de nuestro pueblo. Debemos exigirles que el Estado se convierta en promotor del desarrollo, generando trabajo, que permita volver a encender las chimeneas de las fábricas, desarrollar la agricultura, mejorar la educación, abrir más escuelas, liceos, escuelas técnicas industriales y agropecuarias, asegurar la autonomía y el presupuesto justo para las universidades, garantizar la seguridad de nuestras vidas y nuestros bienes y devolverle la seguridad jurídica a nuestro pueblo. Y algo muy especial, es necesario que el Estado debe exigir que el capital esté al servicio de quien menos tiene y no de quien más tiene. Es necesario obligar al capital a que asuma su responsabilidad social, porque en realidad  quien más da es quien menos tiene. Y Dios dice: El que más da es quien más recibe.

 Les voy a contar este otro cuento. En una oportunidad, un sacerdote pidió a la feligresía reunida en el templo, que en tal tiempo todos aportaran una limosna para una familia pobre de la parroquia. Una de las familias al llegar a la casa se reunió y acordaron ahorrar entre los niños y los esposos para hacer su aporte. Llegó la fecha y ellos llevaron 200 bolívares. El sacerdote dijo: hemos recaudado en total  250 bolívares y  este dinero es para la familia más pobre y los señaló a ellos. Se sorprendieron, pero callaron y luego en la casa acordaron guardar el dinero para cualquier otra cosa. A las semanas otro sacerdote llegó al templo para pedir apoyo para construir el altar de su iglesia. El siguiente domingo la familia tomó el dinero y lo llevó como aporte, entonces el sacerdote dijo: “gracias a todos, pero en especial le quiero dar las gracias a esta familia tan rica, tan millonaria, que se ha desprendido de su dinero para darnos este aporte de 250 bolívares”. Los pobres llevaremos nuestros votos el 7 de octubre y no serán migajas, serán como los 250 bolívares de la familia en la iglesia.

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