Si las tendencias demográficas no cambian, la población mundial seguirá aumentando por un tiempo pero en algún momento el crecimiento se detendrá y luego comenzará a disminuir. Esto ya está ocurriendo en los países desarrollados donde muchas mujeres no quieren tener hijos o posponen lo más que pueden el momento de tener un solo hijo. Por ahora solo los países más pobres siguen teniendo altas tasas de crecimiento poblacional. Así que nos dirigimos a un mundo donde los viejos serán la fracción poblacional dominante.
Esto ha hecho sonar las alarmas por las muchas consecuencias que apenas se vislumbran. Entre ellas las derivadas del continuo aumento de la población que ya no produce o está produciendo muy poco al tiempo que disminuye el grupo etario, el de adultos mas jóvenes quienes, con su trabajo y sus impuestos, generan los recursos para el sostén de los adultos mayores. Hay quienes afirman que una sociedad dominada por viejos seria una sociedad atrapada en el inmovilismo, en la improductividad y en la decadencia, pero esto no tiene que ser necesariamente así.
La disminución de la población y su envejecimiento también puede traer beneficios. La disminución de las presiones sobre el medio ambiente son algunos de ellos. Menos población implica menos consumo de agua, energía y materias primas y menos contaminación al mismo tiempo que puede mejorar la calidad de vida. Por ejemplo, al disminuir la población se revertirá la presión para expandir el área urbanizada y esto permitirá reciclar la tierra urbana recuperándola para usos agroforestales y recreativos. Muchos de los nuevos parques que hoy existen en el interior de las viejas ciudades han sido desarrollados por esta vía. Y esto implica mejor calidad de vida en esas ciudades.
Con el envejecimiento también llega una disminución del consumismo que tanto daño hace al medio ambiente. Por lo general, los mayores no necesitamos hacer gastos para ostentación pues ya tenemos, más o menos, lo que queremos tener o nos hemos acostumbrado a tener poco y nos conformamos con lo que ya tenemos. Lo nuevo, solo por ser nuevo, no nos atrae mucho pues, por ejemplo, preferimos el viejo sofá al que encontramos muy confortable porque ya tiene la forma de nuestra espalda. No nos preocupamos por tener el último celular o la ultima computadora porque los que ya tenemos nos resultan suficientes. Por lo mismo no nos desesperaremos por tener el carro mas veloz y aerodinámico, nos basta uno pequeño y confiable al que utilizaremos menos en la medida que van mejorando los sistemas de transporte y cambie el diseño de las ciudades para facilitar el hábito de caminar o pedalear.
Habrá mayores oportunidades para la paz mundial. Los pueblos de ancianos y gobernados por ancianos no solo serán más prudentes sino que también carecerán de suficientes jóvenes para iniciar y sostener cualquier aventura bélica. Es de esperar que el hombre viejo, mas sabio que el joven, y conocedor del valor de la vida, estará menos dispuesto a sacrificar la de otros en pro de alguna idea irresponsable.
La condición social y física de anciano, tal como la conocemos hoy, tendrá poco que ver con la de los ancianos del futuro que gracias a las nuevas medicinas y terapias preventivas podrán prolongar su salud física y mental. Muchas enfermedades, tal como el alzhéimer, el mal de Párkinson, el cáncer, las artritis, la diabetes la hipertensión, etc. serán vencidas. La vejez será entonces una nueva era de serenidad y, tal vez, también de felicidad.
También cambiarán las condiciones de trabajo y las oportunidades educativas para reciclar a los de la tercera edad. Son muchas las cosas que los ancianos pueden hacer, siempre que sea adecuado a su condición. En los adultos mayores se acumulan muchos saberes que en una sociedad menos acelerada, menos competitiva, mas orientada a la calidad que a la cantidad, pueden ser muy útiles.
