Lectura – Chispas

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La calle Nueva de mi amada Yaritagua, en mi niñez, como la calle Libertad y la calle del Comercio eran empedradas. La circulación de la calle Libertad era de oeste a este; y la de la calle del Comercio de este a oeste. La calle Nueva es perpendicular a éstas, su orientación es de sur a norte; desde el cerro del Calvario hasta la salida hacia Cañaveral, el Almorzadero, lugares entrañables como los nostalgiosos Guaremales.

Después de la casa de los Ledesma, en calle Nueva, había una vieja y señorial casona situada al sur de la arruinada casucha donde moraba con su parvada de perros, la inolvidable pordiosera Dolores Vizcaya. En esa casona vivía una pareja: don Alejandro, un señor de muletas porque le faltaba una pierna, y, doña Victoria. El empedrado de la calle tenía la forma de “V”; es decir, el drenaje del agua, frente a ella, corría por el centro. Frente a la casucha de la pordiosera había una modesta casita de dos aguas en donde residía una venerable anciana. Guardo de ella, el más apreciable testimonio. Amable y complaciente; un día se dio a escudriñar ante mí un viejo baúl para mostrarme muchos recuerdos testimoniales. Y fue en esta aventura infantil donde conocí en imagen el célebre personaje de Cervantes: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Frisaba entonces los diez años. Tuve en mis manos y me los cedió una colección de cuentos infantiles, que leí con empalagoso gusto, cuyo autor era: Constancio C. Vígil.

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Pero lo más impactante y grato para mi inquieta e ingeniosa mentalidad, consistía en arrojar piedras a las piedras del pavimento porque me emocionaba ver saltar chispas que incitaban en mi incipiente pensamiento paradójicas ideas. Chispas muy veloces que se incineraban en el salto. El efecto producido por los impactos lo conocí ya adulto cuando como estudiante y empedernido lector, supe que la incidencia de un rayo luminoso de alta intensidad en una superficie metálica (cinc) produce el desprendimiento de chispas de la superficie metálica. El fenómeno se conoce como “efecto fotoeléctrico” y fue descubierto por un físico inglés llamado Joseph John Thomson (1856-1940). El referido científico demostró que esas chispas eran electrones de carga negativa. ¿No les parece, que ese fenómeno de las chispas de las piedras, que tanto inquietaron mi novelería, también eran electrones. Y que yo, sin saberlo ni conocer, estaba reproduciendo el efecto fotoeléctrico descubierto por Thomson? Toda la materia tiene energía; de modo que cualquier cuerpo intervenido con la intención de que produzca chispas, reproduce el descubrimiento de Thomson.

Carlos Mujica
[email protected]
@carlosmujica928

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