Lecturas de papel – El PSUV como oposición

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Que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) esté perdiendo aceleradamente su militancia no es ninguna novedad. Y esto porque desde su misma conformación esta organización fue estructurada a partir de una orden jerárquica.

HCh como gran sacerdote, líder supremo y evangelizador de almas, quien manejó las multitudes desde la emocionalidad, conformó un partido con los desechos de la militancia adeca, copeyana y de aquellos minúsculos partidos de izquierda que se negaban a perecer por falta de militancia.

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Por lo tanto, el PSUV y los psuvianos no son, orgánica, ideológica ni políticamente una organización partidista. Son, sí, una emoción organizada verticalmente, una estructura fundamentalista que asumió el hecho partidista como la evangelización de sus adeptos, sean amigos, simpatizantes o militantes, como seres que debían obedecer a una misión: la de evangelizar al país alrededor de una única figura, un tótem, un caudillo, una divinidad.

Por esta razón, aquellos desanimados, desilusionados y traicionados militantes de los viejos partidos políticos venezolanos, ingresaron a las filas rojas, más como masas desbordadas de utopías, sueños y promesas de un paraíso por años negado, y no como individuos conscientes de participar en una organización a la cual debían incorporar otro pensamiento y nuevos modos de relacionarse; tal el llamado Socialismo del siglo XXI.

Ante semejante reto y exigencias de un nuevo pensamiento, su líder supremo, quien apenas si tenía conocimiento de las nuevas tendencias ideológicas, fue el primero en asombrarse frente a eso llamado socialismo. Varios testigos afirman que en ocasiones pidió que le ilustraran sobre qué era el socialismo y cómo ponerlo en práctica.

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Pienso que su mejor decisión, ante el reto de construir un modelo de pensamiento nuevo, con nuevos criterios, que por lo demás tardaría años en dar frutos, fue optar por lo más práctico y tradicional: convertirse en neo caudillo pero cubriendo el tufo de dictador con planteamientos teóricos novedosos, donde la propaganda y la combinación de etiquetas, llamaran la atención a quienes se encargarían de repetir hasta la saciedad, la serie de truculentas combinaciones que nadie, hasta el presente, sabe a ciencia cierta, no tanto qué significan sino a dónde llevan.

Hoy, a más de 15 años de aquellos días de efervescencia roja-rojita, la emocionalidad de la militancia psuviana y la adoración por su sumo sacerdote, se han transformado en una nueva desilusión. Más, cuando perciben, sienten y presienten que la imagen de su adorado líder supremo está siendo usadacomo garantía primera y última, ante el ya casi conocido fracaso en las próximas elecciones parlamentarias.

Por lo tanto, no es que posiblemente el PSUV esté ante una memorable e histórica pérdida de su hegemonía como aplanadora partidista en la Asamblea Nacional. Lo terrible, es que la imagen del comandante eterno, colocada como garantía por sus hijos políticos, desligados de la base partidista, lo están apostando todo y no piensan ni remotamente en la posibilidad de pasar a ser, no la segunda, tal vez la tercera fuerza partidista nacional.

En la práctica, los psuvianos representan entre el 15-16% del voto duro, rodilla en tierra de su militancia misional. Esa es la realidad verdadera y actual. Con esa población real es con lo que cuentan y que deberán considerar, después del 6D cuando comience el “ajuste de cuentas” de las minorías de sectores, con nombres y apellidos, como Marea Socialista o Vanguardia Bolivariana Revolucionaria, cuando reclamen la cuota de militancia, que terminará por disminuirlos, no desaparecerlos, de la otrora hegemonía que los hacía parecer como insustituibles.

Pero como la historia siempre lo recuerda, nadie, ni el llamado comandante y líder supremo, son eternos.

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