#OPINIÓN Una propuesta si existe algún candidato en estas presidenciales que no sea parte de la posverdad

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En los últimos días se ha pulsado el tema de la candidatura del ex gobernador de Lara, el ex militar Henry Falcón Fuentes. Mucha tinta se ha vertido sobre la «idoneidad» de esta aspiración, donde sobresale siempre elementos sobre «gustos» de un candidato o su supuesta connivencia con Maduro. Consideramos, racionalmente, que el país no está para atacar o defender a un candidato bajo esta infantil forma de aceptar o rechazarlo. La desintegración venezolana está llegando a niveles de ser imposible de superarla, donde inclusive, se habla de una generación que se perdió ante los desmanes de un desgobierno de 19 años.

Debo indicar que no podemos contentarnos con estos «universos discursivos». Dejarnos caer en sus manos justificaría darle la razón a quienes dicen que estas elecciones serán una suerte de escogencia entre dos tipos de chavismo, uno de corte puro y duro (Maduro) y otro más aligerado (Falcón), pero, al fin y al cabo chavismo. Para un grueso poblacional que afortunadamente crecimos, vivimos y conocimos la grandeza de la república democrática anterior al desastre iniciado en 1999, lo ideal sería arrinconar al chavismo para que sea oposición y aprenda hacer política fuera de las mieles del poder que otorga el presupuesto público. Ahora, si nos contentamos con comparar, entonces, es ineluctable que con Maduro o Falcón el proyecto fascista-chavista estará presente en el horizonte futurable, y todos sabemos lo que representa una izquierda no democrática para una nación: igualitarismo miserable, eliminación de la ley más sagrada de la naturaleza como es la competitividad y por ende de la imprescindible libertad del mercado y la presencia diaria de un discurso moralizante antieconomicista que raya en sacrilegio.

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Pero suponiendo, que por un momento algo de razón política prive en el establisment. Es justo que se critique a Falcón, porque al fin y al cabo si éste ciudadano es demócrata; sabrá callarse y calarse las embestidas de las antípodas de quienes no lo tragamos sea porque militemos en la centro-derecha o porque sencillamente observa como sospechoso esa propuesta sibilina de posverdad llamado «progresismo». Así es la democracia. Superado este escollo del «no me gusta», o evitar que Falcón se sienta libre, entonces debemos reconocer que el único mérito del ex gobernador Falcón no está precisamente en su gestión administrativa. 16 años de gobierno en el Municipio Iribarren y el estado Lara dejaron un cementerio de obras que quedaron a medio terminar o que fueron concebidas bajo la peor de las improvisaciones. Ni se diga de las ejecutorias administrativas, muchas de ellas marcadas por revanchismo y sectarismo del más refinado. Fueron gobiernos grises con mucha fanfarria publicitaria, que al terminar la fiesta rojo-rojita, sólo quedan lo que saben hacer: ruinas y más ruinas.

Tampoco el ciudadano Falcón encuentra virtudes en su peculiar estilo de gobierno, tan parecido al extinto destructor de Venezuela: el fallecido Presidente Chávez. Falcón proviene de esa logia militar asaltante de 1992, y llegó al poder con el pecado original del proyecto totalitario-populista llamado chavismo. No sabe co-gobernar con instituciones autónomas, salvo que estén subordinadas a sus designios, pues al fin y al cabo, tras 19 años de chavismo, todos se acostumbraron a secuestrar instituciones constitucionales porque «así es que se gobierna». Inclusive, ambos se presentaron-ayer Chávez, hoy Falcón- como «Salvadores de la Patria».

No debemos ser mezquinos por más de derechas que orgullosamente pertenezcamos. El real mérito de Falcón en esta hora de sargazos en que se encuentra el país, es que ha decidido hacer política, realpolitik. Nos explicamos. Falcón no se quedó en el aparato administrativo-partidista, denunciando medidas de corte jurídico-institucional para enfrentarse a unas elecciones. Falcón tampoco ha decidido jugar desde la reacción, como lamentablemente lo hizo la dirigencia opositora al llorar condiciones electorales que se consiguen con presiones efectivas, inteligentes y pragmáticas. Ni se diga de su legítimo disenso con esas voces también apocalípticas que se aferran a una abstención que sólo favorecerá a Maduro. Mucho menos Falcón se ha quedado en la comodidad de los estudios televisivos o las redes sociales, sino que recorre el país sin importar insultos o desavenencias. En pocas palabras, Falcón ha optado por poner su nombre como una opción, como debe ser en la política. Eso se llama «asumir riesgos», cosa que la dirigencia opositora tradicional no ha hecho, ante la comodidad abstencionista.

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Ahora bien si Falcón decide continuar, la única manera que lo diferencie del chavismo duro estará en cinco condiciones que serán el tamiz para conocer hasta donde es capaz de aceptar la democracia representativa:

1. Saltarse el entorno que siempre lo ha acompañado, que sabemos que de mantenerse nunca habrá cambio en Venezuela sino que todo será más de lo mismo, pero sin menos estridencia.

2. Permitir que las instituciones constitucionales que deban ser renovadas (Vgr. Contraloría, TSJ, CNE, Procuraduría General, etc.) estén conducidas por personas con méritos técnicos que no provengan ni del chavismo, ni mucho menos del progresismo. Los que conformen el proyecto político-partidista de Falcón deberán centrarse con asumir Ejecutivo Nacional, que es de dimensiones titánicas su reforma.

3. Eliminar todos los controles económicos y reducir el tamaño del Estado, planteando un paquete legislativo que desmonte este horroroso Estado-Mamut que ha montado el chavismo en estas dos décadas.

4. Abandonar toda propuesta económica simplista, como por ejemplo, sólo contentarse con la dolarización de la economía. Este tema merece un debate nacional, no la imposición de quienes tienen el diseño de su política económica. 5. Desmontar todo el aparataje publicitario del Estado, devolviendo la libertad de expresión de medios libres y sin restricciones estatales más que las impuestas por los conceptos jurídicos indeterminados.

Si el candidato Falcón acepta estas cinco condiciones, y a como de a lugar, motoriza a quienes no comulgamos con el chavismo en sus diversas formas y orígenes, entonces, pasará la prueba democrática, de saberse rodear no de amigos ni incondicionales sino de críticos. Y un aspecto importante, que abandone el tono de salvador, porque si de algo hemos aprendido en Venezuela, que los salvadores han sido los peores destructores de esta tierra de gracia.

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