Orgullo, obediencia y humildad

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Buscar una salida política a la crisis colosal e inaudita que vivimos se ha convertido en un reto para quienes nos agrupamos en estamentos de acción y deliberación ciudadana. Ahora con las nuevas tecnologías las tribunas para estos análisis son múltiples y al mismo tiempo simultaneas.
Lo limitante de esta modernidad cibernética es que se pierde la perspectiva de la interrelación emotiva y el cruce de opiniones se concentra en el poder de la inteligencia con menoscabo de la capacidad de comprensión, de esta forma los diálogos virtuales muchas veces se orientan al propósito de tener la razón antes que en buscar una verdad consensuada.
Esto es terrible porque expone al ego a batallas desiguales a favor de los buenos polemistas, quienes no siempre tienen la profundidad cognitiva necesaria para hacer propuestas constructivas que encaucen los esfuerzos por caminos fructíferos.
Considero pertinentes estas reflexiones en momentos cuando debemos hacer ejercicios de tolerancia y empatía para entender que mas alla de una inteligencia brillante que explique y arengue, requerimos de un estado anímico signado por la bondad y el sentido holístico que nos permita asumir decisiones unitarias con humildad, ya que en estos momentos antes que una buena idea estamos urgidos de encontrar una idea que nos una.
No es fácil la tarea y la única manera de transitar este camino es deponiendo los juegos de la inteligencia y practicar la suma de los santos, quienes obedeciendo al colectivo incluyen su individualidad en una multiplicación infinita cuyo resultado es uno y un millón, es Dios y el Mundo. Por ello, el problema principal que tenemos ahora no es si votar o no votar, el problema es cómo nos unimos 15 millones de opositores para de manera compacta asumir una de las dos opciones.
En lo personal creo debemos luchar porque se cumplan las propuestas del Grupo de Lima y para ello se pueden elaborar planes y procedimientos tanto a nivel nacional como internacional, pero cuyo éxito depende de la unidad que demostremos. Igual se pueden ganar unas elecciones así las realicen dentro de quince días, pero para ello también necesitamos de ese esquema unitario. Para una u otra cosa falta la propuesta unificadora, la idea que reuna, el líder que convoque a esa confluencia.
Toca entonces en esta encrucijada darle valeriana al ímpetu analítico y adrenalina al corazón. Para los católicos recomiendo la lectura de Cartas del Desierto, de Carlos Carreto. Descubrió Carreto y nos lo revela mediante un texto llano pero envolvente que el procesar ideas con dotes de inteligencia puede convertirse en un falso orgullo que agrada al ego pero encoge al corazón.
Es tan grande, grave y obscuro el padecimiento social, económico y moral que vivimos que para superarlo no basta el coraje o la inteligencia que alguien posea, es obligatorio asumirnos como un mismo pueblo. Pensarnos y sentirnos como un cuerpo social donde cada uno de nosotros debe integrarse en respuestas solidarias ante estímulos externos. Eso lo conseguiremos si confiamos en nuestra capacidad espiritual de triunfar sobre las sombras. Dios con nosotros. [email protected]

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