Como van las cosas en el país, vemos que lejos de regalarnos esta navidad en paz, continúa el régimen empeñado en aplicar sus medidas de opresión, persecución, escasez, carestía, falta de control, Dólar inalcanzable, moneda nacional en picada, precios sin control, la intolerancia arremetiendo, aunado a los insoportables golpes directos a la libertad y al estómago (mortales caldeadores) del espíritu y paciencia de un pueblo que está cansado de soportar no solo los abusos e injusticias, sino que después de permanecer parados largas horas en una cola no se encuentra lo que se necesita y si se consigue es bajo cobardes condiciones y fallo de peso el producto en kilos, y de paso de tan mala calidad que no se puede consumir.
En mi artículo del 24 de Noviembre pedía al régimen regalar a Venezuela la paz en esta navidad, olvidé que es imposible pedir esto a quien está acostumbrado a abusar y a sembrar sus odios a diestra y siniestra. No puede dar lo que no tiene.
Ya que de fuera no obtendremos la tan anhelada paz, tenemos que buscarla en el interior de cada uno. Vale la pena preguntarse: ¿Qué es la paz? ¿La busco fuera o dentro de mí? ¿La paz es ausencia de conflictos? ¿Lleva a la paz la represión aplicada contra el corazón del hombre que pelea por respeto, comida y libertad? ¿Qué de la esclavitud del poderoso y del rico que se cree con derecho de humillar y manipular a su antojo la vida, necesidades y sentimientos de los que están a su servicio y son los más vulnerables? ¿Qué del silencio y complicidad de los representantes de la ley, de las entidades nacionales e internacionales que cobardemente callan o evaden sin importar el tormento de los pueblos?
Precisamente hoy me viene a la memoria el cuento aquel del rey que buscando saber el verdadero significado de la paz, llamó a todos los artistas del reino ofreciendo un premio a quien pintara la paz perfecta.
El rey eligió dos entre tantos: El primer cuadro tenía en su interior un lago transparente, tranquilo, espejo perfecto en el que se reflejaba la placidez y silencio de las montañas que lo rodeaban; sobre estas había un cielo muy azul con ligeras nubes blancas. Los invitados a la exposición pensaban que esta obra reflejaba la paz perfecta. El segundo cuadro mostraba también montañas pero peladas y escabrosas, sobre su cielo una tormenta impetuosa, montaña abajo bajaba un furioso torrente de agua. Allí se veía lo bravo y borrascoso plasmado en un paisaje que estaba lejos de ser el de la paz perfecta. Nadie creía que semejante cuadro encerrara un resquicio de paz. Pero el rey que veía más allá de la simple vista, observó que detrás de la caída del agua en la grieta de una roca había un arbusto en cuyo ramaje se encontraba un nido que aunque la tormenta amenazaba con echar al suelo, emparamado permanecía en medio de este un lindo pajarito.
El rey escogió la segunda obra explicando a sus súbditos que no son los ruidos del mundo, los pesares, problemas, tormentas, amarguras ni el fragor de la guerra los que no permiten la paz. Tomando la actitud del pajarito que confiado y quieto permanecía en el nido esto dijo el rey: A pesar de las tormentas es la calma del corazón lo que da paz, tranquilidad al espíritu, equilibrio a la vida.
Diciembre es el tiempo en que la dimensión de la vida cambia, revive la esperanza, emerge la fe, surge el milagro.
“Hay algo tan necesario como el pan de cada día, y es la paz de cada día; la paz sin la cual el pan es amargo” (Amado Nervo)
