Por la puerta del sol: (II) AÚN ASÍ, YO TODAVÍA CREO

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 «La tierra está preñada de dolor tan profundo que en un pozo de sombras la humanidad se encierra con los rudos perros del odio y de la guerra. (Rubén Darío)

En la época de Abraham, Moisés y José, eran constantes las apariciones de Dios para guiar a su pueblo, para hacer pactos y alianzas con la humanidad; pero se ausentó, se fue. Tal vez se cansó de dar normas al hombre, permitiendo que este las quebrantara. ¿Será que volverá a aparecer como en tiempos del Antiguo Testamento, o será acaso que ya ha jugado todas sus cartas y espera que sea el hombre quien dé el toque final de aniquilamiento al mundo, permaneciendo solo como un espectador del desastre final de lo que fue la creación, efecto de su amor?…

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En su libro ¿Dónde está Dios? Bart D. Bahrman revela su angustiosa experiencia ante las contradicciones existentes en los libros sagrados. Se pregunta ¿Dónde estaba Dios cuando Hitler ejecutó a todo aquel que hubiera nacido judío así fuera un inocente bebé?, ¿Por qué permite que haya guerras, violaciones, secuestros, asesinatos, daño a la naturaleza, que se produzcan sequías, hambrunas espantosas, plagas etc. ¿Porqué permite que los tiranos, criminales de pueblos y terroristas sometan sus países a la barbarie impunemente? ¿Por qué existe tanto sufrimiento en el mundo? ¿Por qué lo permite si Él es Dios? ¿Viviremos eternamente sufriendo el efecto de las plagas humanas? ¿Si es tan corta la vida cuándo entonces, seremos felices?

Debido a sus descubrimientos, a sus propias angustias, a las injusticias aplicadas contra el más débil y a tantas contradicciones respecto al «merecido sufrimiento de la culpa» que dan las escrituras, todo esto llevó a este especialista a perder la fe.

Debido al libre albedrío, desde el dogma más recalcitrante a la negación más generosa los criterios son irreconciliables. Llegar a un acuerdo es casi que imposible por las posiciones que de uno y otro lado se escuchan. Amor, inteligencia, tolerancia, voluntad y diálogo se mantienen ausentes en cuestión de creencias e incredulidades. Solo con esto se podrían derrumbar los muros de los antagonismos, los extremos, lo férreo de los dogmas, lo insoportable de la imposición y la intolerancia de gobiernos e iglesia que niegan la libertad a otros de ser, de decidir y de pensar por sí mismos…

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Me gusta el Dios de Spinoza cuando dice al hombre: «Si no puedes leerme en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de un amigo, en los ojos de tus hijos… no me encontrarás en ningún otro libro. Yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de libre albedrío. Lo único que te pido es que pongas atención en tu vida, que tu estado de alegría sea tu guía. La vida es lo único que tienes aquí y ahora y lo único que necesitas.

Por eso yo todavía creo en la justicia de Dios, en el milagro de cada día, creo en la ciencia, en el despertar de las aves que duermen en el alma, creo en la voz de la conciencia, en los caminos del bien, en el amor, en la paz y la unión de los pueblos.

Creyó Newton en Dios y fue grande su alegría cuando halló la ley del firmamento, las matemáticas-dice Galileo- son el alfabeto con que Dios ha escrito el universo; para Einstein el hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir, para Darwin la teoría de la evolución es totalmente compatible con la fe en Dios. Algo tan ordenado como el mundo en que vivimos, (tan perfecto, hermoso y equilibrado), solo puede ser fruto de una idea divina.

Una luz a otra luz Dios eslabona; aunque no se le palpe la flor tiene perfume, en el fondo de los mares aljófares florecen en las ostras, la noche engendra albor y aunque el mundo lo dude Dios se sirve a veces de lo feo para transmitir su pensamiento soberano a la ilusa humanidad.

No creo en un Dios castigador, tampoco en uno hecho a la medida. Creo en un Dios bondadoso y tolerante. Ser bueno o malo no es cuestión de creer o no creer, es cuestión de conciencia. Todos somos libres de estar en esta o en la otra orilla. La vida es un perenne cambio. Cada uno elige, cree por sí mismo, encuentra su camino y lo sigue. Si el sufrimiento es el precio del pecado, es también lo único que despierta el sueño que guarda nuestro espíritu. Yo todavía creo que hay un camino ancho, lleno de esperanzas y de paz… Somos lo que creemos.

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