Nada es más placentero en la vida que hallar un refugio, cuando nos azotan incompasivas las tormentas.
Leo y releo incasablemente aquellos autores, filósofos y perennes estudiosos del comportamiento humano, de sus sueños, ideales, actitudes etc. Admiro la manera que tienen de interpretar en sus libros el sentimiento humano, sus emociones, necesidades y hasta sus mismos miedos, dentro de una narrativa bella, elegante y muy rica en palabras. Ellos lo sumergen a uno en sus historias e infinidad de cosas que captamos cuando leemos, de relatos que son vivencias, de hechos y realidades experimentadas por alguien en algún momento. Todo esto nos lleva a comprender entre otras cosas las orfandades del hombre y la necesidad que tiene de buscar un refugio (a sus angustias, a sus necesidades e ilusiones) que le guste, le llene de satisfacción y alegría, que le permita ser él y se sienta libre y feliz, de contar con un espacio que sea suyo y se le respete.
Leer a Deepak Chopra, Mayank Chhaya, Eckhart Tolle, Ayn Rand, Maslow, José Saramago, Andrea Cote y Owe Wikstrom es constatar dentro de lo que leemos que sus libros encierran cosas que ocurren en la vida real. Este tipo de escritor conoce bien la condición del ser humano tan atada a los prejuicios, la comprende y la expone; sabe llegar hasta las profundas raíces, auscultar el corazón, sacar a flote los anhelos, lo ve sumergirse en sus delirios, cómo logra elevarse sobre sus cenizas cual ave Fénix enterrando sus miedos y tabúes. El alma del ser humano marcha siempre peregrina en pos de un sueño, otro sueño y uno más, que en muchas ocasiones, por mucho que intente muere sin haberlo logrado. El interés personal de cada uno es dardo vital de la naturaleza humana. Los músicos se refugian en sus notas musicales, el poeta en sus composiciones, el científico en sus investigaciones, el niño en sus juguetes, el pintor en su cuadro, el viejo en su rincón, en su dependencia y en sus recuerdos, el solitario en una buena compañía. La realidad es que todos buscamos un escape para sentirnos libres de la rutina y de las presiones de la familia, de la sociedad, de las necesidades y del trabajo. Buscamos otra cosa, hacer un viaje, desarrollar nuevas ideas, descansar, dormir o refugiarnos en el silencio de nosotros mismos. Para algunos leer es su refugio, el río lo es para el pescador.
El miedo ante las tormentas hace que busquemos dónde protegernos. Jesús no escapó a esta realidad humana: Antes de ser aprendido por los romanos tuvo miedo, buscó refugio en el huerto de Getsemaní para pedir al Padre que alejara su cáliz de amargura, que al final aceptó beber humildemente.
No cabe duda de que ante la enfermedad, la adversidad, la soledad o falta de afecto etc., todo ser humano necesita refugiarse en algo o en alguien. Necesita seguridad, estabilidad, motivación, atención, poder crecer, sentirse querido, atendido, necesita tranquilidad, libertad y alegrías. Hasta el humano superior siente en algún momento la necesidad de alejarse de los ruidos y la gente que lo sigue y que atiende. Busca dejar a un lado en la soledad de su refugio las normas por un momento, olvidando que él es una excepción. Abraham Maslow ha sido una figura muy inspiradora dentro de las teorías de la personalidad. Leer sus obras es disfrutar de una nutritiva lectura.
No importa qué tantas cosas necesitemos, lo diverso nos rodea, el mundo está inundado de caminos que van y vienen, que traen y llevan sueños y alegrías para recordarnos, que entre las ruinas de la vida se encuentran los materiales con los que podemos construir una nueva vida.
Hoy quiero (Amanda)
Hoy quiero oír la sonata en mi refugio
De las flautas nocturnas del silencio,
Que aúlle el viento en mi ventana
Hasta que cierre su corola la nocturna.
Hoy quiero la compañía en mi refugio
De la suave lumbre de un cocuyo
Y allí sola con mi fe y con mis ensueños,
Lustrar sin prisa las hojas de mi otoño.
Si no hallamos el refugio ideal que perseguimos, nos queda todavía en el camino la luz de las estrellas alumbrando la esperanza.
