Reflexión – Fuerza, fortaleza y paz

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Probablemente muchos, debilitados al extremo por las circunstancias que les rodean están sufriendo de pesimismo e incertidumbre. El hombre, por su naturaleza caída es un experto en desilusionar y por ende debilitar a sus semejantes. Incluso, a buenos cristianos. Los dirigentes políticos en cargos de gobierno son abanderados de lujo en este renglón y muchos líderes cristianos también. Sin embargo, Dios desea fortalecernos aún en las peores situaciones. Entonces ¿de dónde vendrá mi socorro? ¿De dónde vendrá mi fuerza, la fortaleza y la verdadera paz? No vendrá de ninguna otra parte. Ni metafísicos, brujos, imágenes o falsos dioses. Definitivamente el tiempo de ahora es propicio para allegarnos con más decisión solo, a la persona de nuestro Señor, Redentor y Salvador Cristo Jesús.
Hemos oído las duras críticas hechas a profesos cristianos por cuanto los han visto flaquear o dudar de su fe en situaciones similares a las de hoy, pero nadie en este mundo de pecado está exento de sufrir las consecuencias de la debacle social propiciada por el enemigo de Dios en los dirigentes políticos y en los líderes espirituales con sus iglesias. Y en la Biblia, conseguimos casos emblemáticos que afrontaron situaciones difíciles. Elías, Job, Jacob y el mismo Pablo. Pero el de Charles Spurgeon es actualizado.
Fue un pastor bautista británico que vivió entre los años 1834-1892. Se le conoció como el «Príncipe de los Predicadores». En su ministerio, Spurgeon evangelizó a alrededor de 10 millones de personas y predicaba hasta 10 veces a la semana en distintos lugares. Sin embargo, este hombre, soldado de la causa del evangelio de nuestro Señor Jesucristo, sufría períodos de honda depresión. Un día, después de mucho trabajo evangelístico, lo embargó ese sentimiento de frustración y depresión que periódicamente tomaba su vida. Es el caso de hombres de Dios que escuchan, aconsejan y orientan a muchos, pero, ellos no tienen a nadie que los escuche. Narra, que en medio de su triste estado, se le vino un texto a la mente que lo rescató. “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” 2 Cor. 12:9. Cuando llegó a su casa, pudo profundizar en la exégesis de la palabra, en el original griego y lo encontró más claro aún. Sintió, que Dios le dijo personalmente: “Te basta con mi gracia”. De inmediato adquirió fuerza, fortaleza y esa paz en su corazón que debe poseer siempre un cristiano.
Más adelante escribió. “!Oh, hermanos! Sean grandes creyentes. Un poquito de fe llevará sus almas al cielo, pero mucha fe les traerá el cielo a sus almas”. Spurgeón descubrió, que el cielo es vivir de manera permanente en la presencia de nuestro Señor Jesucristo. De nadie más. Nada de imágenes, ni tradiciones. Ciertamente esperamos se cumpla la maravillosa promesa de irnos a vivir al Cielo, pero, depende de nosotros adelantar esa experiencia. Cuando las Sagradas Escrituras dicen: «Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado» Mat. 3: 2 Se refiere, sin lugar a dudas, a la presencia de Jesús en nuestras vidas. “El reino de Dios no viene con manifestaciones externas. Viene mediante la dulzura de la inspiración de su Palabra, la obra interior de su Espíritu, y la comunión del alma con Aquel que es su vida” Libro. La maravillosa gracia. Elena de White. ¡Hasta el martes Dios mediante! Próximo artículo: El peor enemigo.

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