Producto de los tantos problemas que nos ha tocado vivir en los últimos meses, ha sido posible hacer esta reflexión y repasar todas las circunstancias que forman el comportamiento del ser humano y su permanente encuentro con la miseria humana que a algunos rodea.
Este análisis no es exclusivo de la actuación del sector político, tan de moda en estos tiempos, sino que tiene que ver con las motivaciones del ser humano como protagonista del devenir de la sociedad como un todo.
Es común encontrarnos en nuestro entorno, con posiciones farisaicas, producto de asumir una doble personalidad: una, ante la sociedad y otra, en su fuero interno, donde se libra una gran batalla por contener ese “yo” interior moldeado algunas veces con una buena dosis de maledicencia y propensión a la infidelidad consigo mismo.
Siempre se ha dicho: “dime de qué alardeas y te diré de que padeces”, frase lapidaria y perfectamente aplicable a aquellas personas que hacen alarde de una condición que no poseen y que solo la utilizan como un salvoconducto ante la vida, pues en su mundo interior, son grandes transgresores de cuanto dicen pregonar.
Es triste cuando nos toca revisar algún entorno cercano y descubrimos que dichas personas, a las cuales creíamos portadoras de una gran textura moral, no son tales, y detrás de su apariencia esconden toda una conducta difusa y con una mentalidad retorcida.
Más difícil resulta aún el poder lograr, que esas personas reconozcan públicamente esta conducta, ya que su fortaleza radica en mantener en la oscuridad, la inmundicia que les rodea y tratan de disimular tan anormal conducta, con una postura hipócrita, que haría palidecer al mejor actor de teatro.
Este tipo de actitudes, lamentablemente no tienen ámbito definido, y por igual se localizan en cualquier factor de nuestra cotidianidad: familiar, laboral o amistoso, lo que resulta muy triste e incomodo para quienes les toca vivirlo.
Sin pretender hacer un análisis psicológico del comportamiento humano, si es posible determinar el fariseísmo con el cual actúan algunas personas, independientemente de su cualidad profesional, el nivel de su deslealtad o el tiempo requerido para la caída de la máscara que la encubre.
A veces pensamos, que estas reflexiones parecieran tener destinatario cierto, pero esto último produce pena ajena, por eso preferimos concluir con una cita de nuestro Libertador Simón Bolívar: “los hombres de luces y honrados, son los que debieran fijar la opinión pública; el talento sin probidad es un azote.” Valor y Pa´lante.
