Séptimo Día

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La situación económica del país continúa deteriorándose vertiginosamente, producto de la paralización del aparato productivo, la falta de divisas para la importación de insumos y materia prima, la inseguridad jurídica, el hostigamiento y acoso a los empresarios privados, entre otras causas.
Desde el mismo momento del arribo al poder del llamado socialismo del siglo XXI, comenzó a aplicarse un modelo económico inspirado en un “comunismo” decadente, que desconoce la propiedad privada, la competitividad productiva, lo cual conduce a un capitalismo de estado, que lo único que produce es “pobreza”.
Otra práctica nociva de este modelo económico tiene que ver con la cadena de expropiaciones, confiscaciones e invasiones indebidas de empresas, tierras, fincas y centros comerciales en plena producción o actividad comercial, siendo posteriormente estatizadas y a veces, sin pago alguno a sus propietarios originales.
También se produjo una virtual paralización de las actividades de algunas empresas nacionales y extranjeras tales como: ensambladoras, laboratorios farmacéuticos, materiales de construcción, electrodomésticos, autopartes, insumos médicos, alimentos, productos de higiene personal, medicamentos y otras más.
Dentro de esta serie de descabelladas medidas surgió un dañino control de cambio, asumiendo el gobierno el monopolio de las divisas, manejándolas a su libre albedrío y conveniencia, al igual de establecer su precio de referencia a través de entes y modalidades cuyos nombres fueron cambiando en la medida en que fracasaban en todos los aspectos, y además hizo su aparición la fatídica Ley de Costos y Precios Justos, aplicada de la mano de la Sundee.
Simultáneamente, el gobierno se empeñó en un proceso de modificación del esquema monetario nacional, cambiando la estructura de la moneda con la creación del llamado “bolívar fuerte”, eliminando e incorporando billetes y monedas, pero que en el tiempo se devaluó y se fue extinguiendo su valor económico.
Ahora bien, mientras esto ocurría en el país se produjo un inusitado crecimiento en los ingresos fiscales, derivados de los altos precios del barril petrolero de entonces, lo cual le permitió al gobierno disfrutar de un alto índice de liquidez y de una enorme cantidad de recursos, nunca “sembrados ni invertidos”, pero si regalados, dilapidados y malversados.
No obstante, este alto índice de liquidez monetaria, lejos de aportar beneficios a la economía nacional, su pésimo manejo unido al germen de la corrupción, fueron suficientes para agotar las arcas del BCV, parte de las reservas internacionales y una buena cantidad de lingotes de oro, que en otrora se encontraban a buen resguardo en las bóvedas de algunos bancos en el exterior, garantizando las reservas, también han ido desapareciendo, al ser convertidos en garantía de créditos, no honrados oportunamente, y por tanto tomados en parte de pago.
Además, continuando con este maratón de desaciertos e irregularidades, el país se ha visto inmerso en una política de voraz endeudamiento en el exterior, sobre todo con Rusia y China, comprometiendo a futuro el patrimonio de la nación y a las nuevas generaciones, y paralelamente el B.C.V. continúa con la emisión de dinero inorgánico en grandes cantidades, saturando al mercado con una falsa liquidez.
Toda esta situación ha provocado un cataclismo económico en el país, con un devastador e impagable endeudamiento interno y externo, con la tasa de inflación más alta del mundo, con las líneas de crédito en el exterior cerradas, con una iliquidez monetaria en todos los sectores, lo cual acrecienta la escasez y el desabastecimiento existente.
En conclusión, todo este lamentable panorama ha venido a confirmar el rotundo fracaso del modelo económico del “socialismo del siglo XXI” y deja en el ambiente la imperiosa necesidad de que se produzca un cambio de dirección lo antes posible, en aras de comenzar a construir una economía rentable, no rentista, con la participación del sector público y privado, y así lograr reactivar el aparato productivo del país y terminar de una buena vez con esta economía de puertos. Valor y pa’ lante.

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