Sueño mío

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Los venezolanos de hoy viven de nostalgia. Recuerdan a la Venezuela próspera, la del pluralismo, tolerancia, solidaridad, abundancia. Sintetizan ese tiempo con una frase que se ha hecho popular “cuando éramos felices y no lo sabíamos”.

Una canción brasileña de la compositora Yvonne Lara Carvalho, cantada por María Bethania, inspira esta reflexión, que nos invita a devolver la película de lo que fue Venezuela. Aquel país que llegó a ser el segundo productor de café del mundo, que por culpa del petróleo abandonó los campos de cultivo. Aquella nación que en menos de un año, en 1958, derrocó una dictadura, abrió las puertas de las cárceles a los presos políticos, retornó al país a los exiliados, permitió la reorganización de partidos y sindicatos, reivindicó la libertad de prensa y el 4 de diciembre eligió a su nuevo presidente.

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En cuarenta años de democracia y alternabilidad del poder, hizo las mejores carreteras, puentes, dotó al país de eficiente electricidad, exhibió la belleza de sus mujeres, mostró en su televisión a los mejores cantantes internacionales, envió a Europa y los EstadosUnidos a sus mejores estudiantes para especializarlos, era de los pocos países donde sus nacionales no emigraban, tuvo una de las mejores líneas aéreas, estimuló la investigación universitaria y llevó su folklore a los mejores escenarios del mundo.

No era un país de sombras, de escasez, odios irreconciliables, autorización del delito, éxodos, chauvinismo exagerado, ni usó su petróleo como arma para chantajear países. Engañarse sería no admitir que hubo errores, pero el país no estuvo conducido por malvados.

Dice Federico el Grande que “El sueño y la esperanza son dos calmantes, que concedela Naturaleza al hombre”. Palabras que nos permiten reconciliarnos con el porvenir, con la espera de recuperar el tiempo perdido de estos años de chavismo infructífero, de quiebra nacional. Soñar que podemos volver a ser lo que de bueno tuvimos no es ficción, ilusión pérdida, una noche eterna.

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Venezuela tiene derecho después de este crepúsculo, de este naufragio, a volver a ser lo que fue. Tenemos que sacar fuerzas para sacudirnos las tinieblas de la dictadura de Nicolás Maduro, quien comparte el poder con un militarismo taciturno.

Como dice Rubén Darío “soñar es todavía vivir”. Y estamos vivos esperando la aurora de la libertad, el mañana mejor, la reconciliación nacional, el despertar. Yo digo como la canción brasileña, “sueño mío, sueño mío, ve a buscar la Venezuela que se fue, ve a buscar los venezolanos que viven lejos, los que se fueron con lágrimas en sus ojos una madrugada fría, los que gimen en las mazmorras de la tiranía, , los que sufren hambre y lloran a sus asesinados y desaparecidos.

Virgen de Coromoto, Patrona de Venezuela, cuida este anhelo, devuélvenos la fe y la certeza de un renacer. Envuélvenos con tu manto en un viento de presagio. Como cristianos sabemos que la vida tiene sentido en tanto que creadores, constructores de la nueva Venezuela.

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