Trump: La rebelión de los náufragos

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Hace 27 años cae el Muro de Berlín, y precisamente el mismo día de esa conmemoración gana las elecciones del país más poderoso del mundo un hombre que llega con la promesa de construir un nuevo muro.

El triunfo de Donald Trump desconcierta, pero afirma lo que siempre he pensado: en política no hay nada escrito. Gana un hombre antisistemas, que cautivó el descontento de los blancos no instruidos de su país, de los desempleados, de los renegados, de los apolíticos, quienes no eligen a un presidente sino a un vengador. Es así entonces la rebelión de los náufragos. Me corre un frío por el costado al recordar que hace 18 años un hombre antisistemas llegó al poder en mi país, cautivó a las masas con un discurso embriagador de denuncias, de corruptelas y heroicidades pasadas. Llama poderosamente la atención el lema del candidato republicano «make America great again», impulsando además un discurso donde culpaba a los partidos tradicionales, incluyendo a aquel que lo apoyaba, de haber disminuido a Estados Unidos en los últimos 30 años, acusándolos de corruptos, y afirmando que era el momento de recuperar la grandeza americana; un candidato que prometió encarcelar a personas, incluyendo a su contrincante Hillary Clinton, y quien demostró en todo momento su talante autoritario y su conducta aparentemente errática.

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Son muchos los obstáculos que tendrá que sortear, empezando por las resistencias de su propio partido Republicano, el cual asistió dividido en esta elección, donde veteranos como George W. Bush o John MacCain se desmarcaron de su candidatura. Deberá bregar con instituciones sólidas como el sistema judicial y el Congreso, cuyos miembros, también de mayoría republicana, habían manifestado su inconformidad con las propuestas de su abanderado. En la campaña, Donald Trump y Paul Rayan, líder de la cámara de representantes y del partido republicano, protagonizaron varios desencuentros, hasta que este último afirmó públicamente que no le apoyaría.

Las consecuencias de este triunfo pseudo republicano apenas comienzan. Trump ha prometido no solo la construcción de un muro entre Estados Unidos y México sino que además prometió revisar la continuidad de su país dentro de coaliciones como la OTAN y los Tratados de Libre Comercio de América del Norte (Nafta).

Los latinos, acostumbrados casi siempre a elegir malos gobernantes, le dieron el triunfo a Trump en Florida. Sin embargo, se demuestra, una vez más, la casi perfecta democracia estadounidense, pese a las críticas constantes de las viudas del comunismo internacional. Clinton, una candidata poderosa, tenía el apoyo del estamento político de su país, de los medios, del voto popular y del carismático presidente Barack Obama y su esposa Michelle Obama; en otras circunstancias hubiese tenido toda la influencia para hacerse del triunfo, pero un advenedizo se lo ha arrebatado en una lección de cultura política que nuevamente el gigante del norte muestra al mundo.

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En cuatro años, Trump tendrá que rendir cuentas de su gestión ante el electorado que no dudará en ponderar, sin apasionamientos, su conducta como Presidente. Aunque en la historia reciente de ese país no ha sido necesario ir a elecciones para poner fin a gobiernos electos por el pueblo, a veces con política y a veces con bala, recordemos lo que paso con John F.

Kennedy y Richard Nixon.
Pedro D. Túa
[email protected]

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