Va Pensiero – Cuidado con lo que encuentras en internet

El riesgo de buscar en internet y asomarse al primer pozo que uno se consiga por andar de curioso queriendo conocer como es el mundo, material o social en el que vivimos, es el de descubrir cosas muy hermosas pero también hechos, hipótesis, teorías y pruebas experimentales que desbaratan toda la imagen de idílica bondad y racionalidad que el hombre ha ido construyéndose para su embeleso.
Mi travesía comenzó leyendo un texto de ética en el que el autor no definía el concepto de bien, un concepto central a la ética, suponiendo que cualquiera sabe que es el bien. Y quise saber, además, que es el mal y entonces las cosas se complicaron porque no siempre el mal es la ausencia de bien y no en todas partes ni en todas las culturas ni en todos los tiempos ni en todas las circunstancias el “mal” significan lo opuesto del bien ni está claramente prohibido.
Fue así como encontré una “Historia de la tortura” con explicaciones acerca de cómo torturar y los usos y las justificaciones que se dan a la tortura. El estudio se concentra en la cultura occidental y arranca desde la Grecia clásica, hasta llegar a nuestros días e incluye todas las formas de maltrato físico y modos de dar muerte con mucho dolor. Es sencillamente increíble descubrir la gran cantidad de inteligencia que el hombre aplica para causar dolor a sus semejantes y la apología que autoridades militares, civiles y religiosas, hacen de esa práctica aun hoy en día.
Un link me llevó a otro pues quise saber también acerca de las motivaciones profundas que llevan a un hombre a convertirse en un torturador o en un asesino serial y sistemático algo a lo que Hannah Arendt ya había asomado en su ensayo “Eichmann en Jerusalén” cuando hizo referencia a la banalidad del mal, planteando que Eichmann no era sino un hombre normal que hacia cosas extraordinariamente crueles sin sentir por ello ningún remordimiento. Entonces me encuentro con “El efecto Lucifer”, un libro que describe el experimento que un psicólogo, Philip Zambardo, realizó en la Universidad de Stanford para mostrar los cambios que ocurren en la psicología de la gente cuando reciben poder para torturar.
El experimento consistió en simular las condiciones de una cárcel, con policías y presos que en las evaluaciones previas se habían mostrado como individuos normales y equilibrados. El experimento debía durar 14 días pero ya al segundo comenzaron a aparecer los problemas psicológicos relacionados con el abuso de poder. El experimento demostró como las condiciones sociales de una cárcel facilitan la conversión de los carceleros en monstruos sádicos y a sus víctimas en personas anuladas de toda voluntad. El experimento solo duró 6 días y fue duramente criticado desde el punto de vista ético pero mostró claramente como las facilidades para abusar del poder dan al traste con el respeto humano debido a los prisioneros. También pone en evidencia que las tendencias sádicas no fueron detectadas en las pruebas iniciales y estas afloraron durante el experimento cuando los guardianes se sintieron autorizados para ser duros con los prisioneros.
Una de las conclusiones de este inquietante experimento es que la maldad no depende de nuestra herencia genética, de nuestra personalidad, de nuestra fortaleza ética o de nuestro legado familiar o de nuestra religiosidad, sino de un entorno que facilita las conductas crueles y las sanciona positivamente. Basta etiquetar a otros seres humanos como enemigos, como rebeldes o cosas similares para que la moralidad y los sentimientos humanísticos desaparezcan de la conducta hasta que hace aparición el síndrome de la banalidad del mal.
Esto explica, con toda claridad, por qué el actual presidente felicita, premia y asciende a los oficiales de la Fuerza Armada cuando se muestran muy crueles cuando cometen crímenes contra la humanidad: hay que consolidar el sadismo de los represores.