Volver a los orígenes

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En estos momentos los venezolanos necesitamos con urgencia un camino de superación que nos lleve hacia la meta de tener un país prospero, con valores éticos y cívicos que den estabilidad a una sociedad sana, trabajadora y solidaria.

Para ello es fundamental contar con una plataforma educativa sobre la cual levantar a las generaciones que harán de nuestro país un ejemplo planetario de civismo, tolerancia y auge socioeconómico. Un buen ejemplo que podemos tomar para la conquista de estas metas es el de Finlandia, el país con más alto índice de éxito educativo en el mundo. Allí los maestros del primer nivel se seleccionan entre los profesores de más altas calificaciones y mayor coeficiente de inteligencia, entendiendo que la edad infantil es la etapa en la cual se conforman las matrices de la personalidad, las vocaciones y el intelecto y por ello en este nivel se deben concentrar los mayores esfuerzos.

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Si a estas capacidades sumamos el factor holístico de la mística que tenían nuestros maestros de la génesis democrática en Venezuela, no habrá impedimento político y humano que obstaculice nuestra ruta a la grandeza nacional que nos merecemos.

Y lo bueno es que actualmente están dadas las condiciones morales para darle viabilidad a estos sueños ya que producto de las graves dificultades que hemos vivido a lo largo de los últimos años, el sentimiento de amor por la patria se ha manifestado de manera esplendorosa. No se trata pues de invocar un idealismo bobo, ingenuo y desubicado, sino de apelar a ese coraje ciudadano que estamos observando en las diferentes capas poblaciones de Venezuela y dentro de las cuales el gremio de educadores forma parte activa e indisoluble.

Para animarnos en este intento recordemos lo que dijo el maestro Tito Meléndez en una entrevista que le hicimos hace algunos años: ”Los maestros de antes trabajábamos cinco horas en el aula y diez en el seno de las comunidades, para nosotros cada niño era un proyecto de persona que debíamos vigilar y promover a tiempo completo, cuando un niño faltaba a clases , en la tarde íbamos a su casa a conversar con los familiares, si estaba enfermo colaborábamos en su terapia de sanación, si había problemas de comunicación entre padres e hijos intermediábamos conciliatoriamente, de esta manera nosotros los maestros estábamos involucrados en todo el proceso de crecimiento y formación de los alumnos, incluso los fines de semana se los dedicábamos a visitar algunos hogares de los alumnos más problemáticos, todo esto lo hacíamos por amor a nuestra profesión, en conciencia de que entre nuestras manos teníamos el porvenir de Venezuela. En esos tiempos la retribución mejor que uno podía tener era ver que uno de nuestros alumnos se convirtieran en buenos estudiantes de secundaria y posteriormente ingresaran a estudios superiores con una buena base académica”.

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No es un extraterrestre Don Tito Meléndez, es un maestro nacido en La Candelaria, municipio Torres del estado Lara. Su vida y trayectoria educativa es similar a la de muchos, por no decir casi todos, los maestros de su época. De este manantial propio, podemos beber hoy día y elevarnos con fuerza con las alas de esta grandeza espiritual que marca nuestra historia republicana.

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