ASESINATO CONTINUADO

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En diciembre de 1974 tras caminar sobre la nieve moscovita que crujía con cada pisada, entramos al Museo de la Revolución y el cuerpo agradeció que lo resguardáramos de la helada intemperie y lo liberáramos del peso de abrigo, bufanda y ushanka. Con apoyo de la intérprete, la guía nos iba mostrando un recorrido de pinturas, fotografías y otros recuerdos. Pasado un buen rato no resistí la tentación de preguntar por Trotsky, pues no lo veía por ningún lado. La respuesta fue que sí, que de seguro aparecía en alguna imagen y cuando le pedí que me mostrara en cual, pues lo había buscado con atención, me contestó que en realidad, el papel de Trotsky en la Revolución había sido muy exagerado en Occidente. A Pepe Rodríguez Iturbe, a pregunta similar le respondieron en 1976: “Si no está, no estuvo.” 

Más de tres décadas después, en El hombre que amaba los perros, la impresionante novela en la que Padura nos relata que Stalin persiguió a León Davidovich “como juega el gato maula con el mísero ratón”, hallé la respuesta a otra pregunta que me inquietó por mucho tiempo ¿Por qué no lo mató de una vez? Lo mantuvo con vida el tiempo suficiente para usarlo como pretexto para matar a muchos otros y, en realidad, cuando lo despachó ya lo había ido matando por pedazos, pues la maquinaria de su propaganda había ido triturando su reputación. Del héroe que había sido, Trotsky fue calificado de “desviacionista de izquierda”, traidor, enemigo, expulsado de la URSS en 1929, privado de la nacionalidad soviética en 1932, acosado en Turquía, Francia, Noruega y finalmente asesinado en México en 1940.
Puede alegarse, cínicamente, que lo del jefe militar Bolchevique fue asesinato puro y simple y no moral, pero como he leído: “No se trataba solamente de convertir a los oponentes en “muertos vivos” (muerte política, irrelevancia social, marginalidad plena, exclusión absoluta) sino lograr que fueran “muertos-muertos” (es decir, muertos en el sentido literal de la expresión, por la pérdida buscada de la vida)”.
El asesinato moral, la destrucción de la reputación de personas o grupos sociales, es una práctica de regímenes o movimientos políticos de vocación totalitaria. Stalin murió, pero siguió usándose en la extinta Unión Soviética contra disidentes. Alexander Solzhenitsyn, quien había sido expulsado de la Unión de Escritores Soviéticos en 1969, fue despojado de su nacionalidad luego de la publicación en París de Archipiélago Gulag. Los judíos, colectivamente, fueron sistemáticamente desacreditados en el III Reich. El cine sirvió, señaladamente en 1940 y 1941, para legitimar la guerra anti semita por parte del Estado, al punto que judío era un insulto. También se usó la masiva propaganda manejada por Goebbles para volver cultura popular tanto que la revolución nazi era para siempre como la ruptura definitiva con el pasado político del país. Insultados pública y consistentemente fueron también comunistas, socialistas y sacerdotes y activistas católicos y protestantes. Durante el juicio al jesuita Delp en enero de 1945 el propio juez de la causa lo calificó como “Una rata…habría que pisotearle”. Por cierto, “ratas” llamaba el Coronel Gadafi a sus opositores. “Gusanos” les dijo el castrismo como lo había hecho antes el hitlerismo, y “cucarachas” las dictaduras de Sierra Leona en los noventas.
Individualmente, la acusación puede ser cualquiera o varias: traidor, ladrón, asesino, corrupto, pervertido, agente extranjero. Exageración, verdades a medias, manipulación de hechos, cuando no absolutas calumnias repetidas en la seguridad que da la impunidad y en la posición de dominio que garantiza el que el aludido nunca tendrá una oportunidad proporcional de responder.
De las clases de Derecho Penal recuerdo la descripción del hurto continuado. Si a ver vamos, el asesinato moral, vendría a ser una forma de homicidio continuado. Un despellejamiento progresivo y, volviendo a la lógica de la ley criminal, agravado. Porque se comete con premeditación, dado que se lo planifica y ejecuta cuidadosamente, con alevosía porque el que lo realiza no corre riesgo alguno sino obtiene beneficios y prebendas, y con ventaja, pues se actúa desde el poder, todo lo cual añade vileza a tan ruin proceder.

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