Luto en el alma

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Durante sus 48 años como Ministro de Dios, el Pastor y Apóstol Ylidio Da Silva demostró una pasión por llevar Las Buenas Nuevas a los perdidos.
Junto a su esposa Sara, en 50 años de casados y 51 años de vida Ministerial Pastoral desarrollaron el Ministerio Apostolar, junto a sus hijos Migdaly, Wimel, Danny y Gabriel, sus nueras, yerno y 9 nietos, todos músicos y cantantes quienes forman un Ministerio bendecido por Dios.
A sus 70 años de edad se acaba de apagar la voz que cada mañana acompañaba a miles de personas con su sabiduría a través de la radio Dinámica 92.9 FM, la que dirigió durante muchos años, en la que cautivó corazones con el mensaje de Cristo.
Llegó a Venezuela en enero de 1951 a la edad de 10 años con sus padres y hermana como Inmigrantes de la segunda Guerra Mundial.
Hizo su acto de fe en  el año 1958, en la Ciudad de Maracay, estado Aragua en la Iglesia Canaan, a la edad de 15 años.
En 1985 el 28 de Julio fundó la Iglesia Las Buenas Nuevas Central de Barquisimeto, donde junto a su esposa fueron sus Pastores principales. Actualmente en la ciudad hay otras 30 Iglesias Las Buenas Nuevas, y en todo el país más de 60, las cuales crecen y desarrollan una visión clara fundamentada en la Palabra viva y penetrante de Cristo. Fundó otras iglesias en distintas partes del mundo.
Fue un héroe de estos tiempos y para este tiempo lo llamó Dios, siguiendo vivo entre las comunidades cristianas porque su nombre nunca se va a morir. Escritor y Autor de varios libros, entre ellos “Dios No me Dejes Caer”, un aporte brillante como Pastor, comunicador y dirigido para todo lector.
No hay palabras para describir a este hombre de Dios y aunque el corazón humano se acongoje, hay un aleluya porque está en un mejor lugar al lado del Padre Celestial. Era un verdadero varón de Dios,  usado y ungido para la expansión de su Reino.
La partida del pastor Da Silva enluta a toda la comunidad cristiana evangélica en el mundo.
Cumplió su jornada terrenal pocas horas después de sus últimos cultos la mañana de un día domingo, donde nunca dejó de expresar, “Estoy aquí para la batalla”.
Murió haciendo lo que más le gustaba y ese domingo apuntó que siempre vivía para su convocatoria final. Creía en la santidad. Era un predicador de la santidad e hizo exactamente eso. Falleció haciendo exactamente lo que él vivió, amando a la gente, era querido, ayudaba, amaba a su familia y adoraba a su esposa.
Sus mensajes siempre estuvieron llenos de energía exhortando a los fieles a mantener los ojos en Dios y confiar en tiempos de necesidad. “Usted debe vivir y no morir”, dijo una vez, refiriéndose a la vida eterna.
 Sabemos que está en un lugar mejor, que solo se adelantó pero no puedo evitar sentir pesar por su amada esposa Sara, quien durante 50 años de matrimonio acompañó cada paso de este gran hombre, siendo ella una gran mujer. Ambos con integridad y valioso ejemplo para tantas familias, nos enseñaron lo hermoso que es cuando Dios tiene el primer lugar y con sus principios y valores se levantan los hogares. Muchas familias de Venezuela agradecen la existencia de estos eternos enamorados.
Recuerden entonces en sus oraciones desde este momento y hasta siempre a la familia Da Silva para que Dios reconforte sus corazones,  porque  aunque la muerte duele, para los cristianos duele con esperanza.
Que Dios brinde paz al alma de tan valioso cristiano.

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