Las Brujas…de que Salem, Salem (I)

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«Mejor es callar y que sospechen de tu poca sabiduría que hablar y eliminar cualquier duda sobre ello.» A. Lincoln

Trance I. El Samán de Güere

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En estos días me atrapó un sueño de esos que no se olvidan. No sé por qué y aún lo inspecciono pero fue un sueño patriota. Allí estaba yo en el lomo de un caballo, con mi pelo de guama y lanza en ristre, oyendo al gran líder de sabaneta junto a la sombra del Samán de Güere. Obviamente iba coleado. Todos vestiditos a camisetas rojas ‘made in Cuba’ y con su gran estrella roja en el centro del pecho. No supe nunca si existíamos en la independencia o en la actualidad. De la boca del hombre coco pelado salían burbujas como de una lavadora que se sobró de jabón. Claro, sus palabras no se enjuagaban con el detergente. Levantaba la voz y de su dedo índice también rojo rojito, salía una leyenda tipo suplemento, donde podía leerse lo dicho; nada clemente, por supuesto, nada fructífero, siempre lo mismo, siempre lo de siempre: una ficción en su vocabulario de fanfarrón, un cero en matemáticas, reprobado sin perdón en literatura y ortografía pero con doctorado emérito en mitomanía bolivariana.

De pronto, como si el cielo fuera una duplicación del océano emprendió esa llovizna que no moja pero empapa. Sentí al Vietnam de Forrest Gump. Nadie meneó su trasero de la montadura, pues el líder, con su dedo en ristre, no hacía gestos de sentir algo mas allá de la pértiga de su mensaje retrógrado; tampoco parecía sentir la lluvia. A estas alturas el bulto pélvico revocaba su sistema nervioso, estafaba al glandular, y terminaba con el hipocampo meníngeo. Aquel espécimen límbico, portador de palabras de cortisol, no temía al reguero que venía apostando que como una cascada recorría el cráneo glabro hasta llegar al chaleco tricolor, tan impregnado, que parecía de un ocioso color celado como el mismo mandato.

Trance II. Mamíferos Acuáticos.

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Así como así, empezaron a reaparecer los acólitos que bien domados y calados hasta los huesos, aplaudían el retintín comunistoide del mamífero alfa, en un arreglo bochornoso de focas amaestradas. El más notorio de los pinnípedos, era un alcalde que por cabeza tenía una máquina electoral que llevaba inscrito en escarlata <<fraude>>; a la siniestra del padre aplaudía una morsa toda federica ella, que entre las aletas cargaba un arreglo de rosas rojas, y su leyenda decía «soy de apellido Flores». Un grupo de lobos marinos con lentes negros y cara de matones cubiches, rodeaba al calvo en una manifestación de anillo de seguridad a la Fidel (para el chuleado colonial), ese sátrapa caribeño autor de fechorías e hijo’esumama.
No faltó el mastodonte marino, que muy ensayado e insolente, se rascaba a otro león maric… perdón, marino, que parecía siempre saborear el rodeo. Ese no tenía cartel, rótulo o leyenda ya que iba de incógnito. Ya cansado de tanto olor a pescado y harto de la pendejera di media vuelta y envolví el cojín entrepiernas, y el mamífero calvo se esfumó en la calina salitrosa y columbrada de la mar serena, como si nunca hubiera existido. Que felicidad!!!!

Trance III. Olimpo

Nada revela cómo fue que al cambiar de bofetón en mi almohada antialérgica, me entrara un escozor griego y entre celaje y dioses nos ganamos al Olimpo donde Zeus Calvo de ninfa y elfo concluía con trémula voz una poesía de Whitman (sólo Cristo sabe de dónde concibió esa escritura que jamás localicé en su obra cumbre <<Canto a mi mismo>>). Ver a ese pelón con batola guajira, aureola, y recitando bufo, me hizo estallar a carcajadas.

Todo vale para soñar o para un dios. Fidel como Hares, maniobraba el submundo en el que Zeus (Esteban) traicionaba a los mortales(pueblo); Caronte estaba reventado de tener que acarrear las almas perdidas del fiscal, el contralor y un gobernador que se ahogó. Eso sin contar los incontables decesos que la revolución bonita ha ostentado con record Güines en muerto a bala la mayor parte jóvenes. Los dioses estaban en lo suyo. Aderezando el caos electoral, animados a ser dramaturgos, nublando la autonomía pobladora por esa pérfida y porfiada intromisión omnipotente en los asuntos ciudadanos.

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