EL RETORNO DE LOS VÁNDALOS: EL CASO DE AGUA VIVA.

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     Las palabras vándalo y vandalismo denotan hoy la conducta de quienes agreden a personas, dañan y destruyen objetos motivados por odio, por venganza, por el placer de hacerlo, por disfunción, inadaptación o por resentimiento social y también –a veces- por carencias materiales. La conducta vandálica, sea individual o de pequeños grupos suele realizarse en sitios poco visibles o sin vigilancia y constituye un problema social que es severamente combatido en los países desarrollados.
     A veces el vandalismo es convertido en cultura colectiva cuando se realiza con la protección o estimulo de las mismas autoridades que deberían combatirlo. Así ocurrió en la Alemania de Adolfo Hitler, quien, en nombre de la supremacía de la raza alemana legitimó la destrucción de los bienes y el asesinato de los pueblos considerados inferiores: judíos, gitanos, negros, polacos, rusos y ucranianos.
   No cabe duda: el país ha sido asaltado por una banda de vándalos, que lo han convertido en su botín particular. Si lo de Makled y Aponte es la evidencia mas grave a nivel nacional, cosas similares han estado ocurriendo en todo el país. Es el caso, por ejemplo, de la invasión de los terrenos aledaños a la Urb. Agua Viva, en Agua Viva, Palavecino, terrenos que son en parte de propiedad privada y en parte reserva de la comunidad para el desarrollo de sus parques y servicios colectivos.
     La invasión comenzó a ser planificada hace dos años por líderes del PSUV, en la sala de batalla de Agua Viva. Un año después el dip. Honorio Dudamel, otorgó un certificado de “guardia y custodia” sobre esos terrenos a una inexistente “Comuna Cacique Terepaima”. Esa autorización era ilegal pues los terrenos “resguardados” están ubicados dentro del ámbito del Consejo Comunal de la Urbanización Agua Viva, donde estaba desarrollando sus áreas verdes y recreativas y para lo cual ya habíamos recibido un avance monetario por Fundacomunal. La situación se precipita en enero pasado cuando el terreno es invadido con el apoyo, presumimos, del grupo FRIO, ya que actuaron con el mismo estilo: con violencia y amenazando con armas de fuego.  
     Desde entonces los vecinos actuaron en reclamo de sus derechos tanto con acciones de calle como acudiendo a todas las instancias legales posibles. Pero hasta ahora ha sido un esfuerzo inútil. De nada han valido derechos de palabra en la cámara municipal, reuniones con el alcalde, informes de inspección del Ministerio del Ambiente, presentación de demandas en los tribunales, reuniones con los jefes de la Guardia Nacional e intervenciones en prensa, radio y televisión. Todo configurando una notitia criminis, publica y notoria, sin que ninguna autoridad se de por aludida. Para lavarse las manos el alcalde acusa a la oposición de esa invasión, pero igualmente no hace nada desalojar a los invasores señalando además que el “no tiene competencia en cuestiones de ranchos, sino de construcciones” (¿?).  
     No sabemos que poderosos intereses políticos protegen a los invasores de Agua Viva. Se trata, en todocaso, de una política que busca confirmar el supuesto derecho de los peseuvistas a tomar por asalto los bienes de otros ejerciendo la razón de los vándalos, el “quítate tu pa ponerme yo”, una simple reactualización histórica del “yo soy guapo y apoyao”. Esta es una de las características del socialismo del siglo XXI: el retorno a las prácticas de las montoneras caudillistas del siglo XIX.
   

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