Con el afán de perpetuarse en el poder el Comandante no ha hecho sino socavar las bases de la República, provocando la nulidad de todo lo existente, crear una inseguridad que solo permite que funcione la violencia de todo género.
No hay seguridad: en la casa ni en la calle, ni en el sector privado ni en el sector público.
Si la economía estuviera creciendo cuando menos al ritmo del resto del continente, si la delincuencia estuviera en límites tolerables, si los sectores sociales estuvieran medianamente atendidos y si la inversión rondara cuando menos el 20%, seguramente no habría tanta objeción para que los partidos políticos estén desde ya enrumbando toda su energía hacia las elecciones de 2012.
Infortunadamente, el país no pasa la línea de solvencia en ninguno de esos campos. El esfuerzo que hay que realizar para llenar la brecha, es sin duda descomunal, como es la madurez política y el liderazgo que demanda un intento serio de unir esfuerzos y voluntades para que el país no se siga hundiendo.
Solo la ambición perversa del poder, puede ocultar el riesgo que estamos corriendo si no hacemos un alto en el camino y si en vez de actuar en función de las próximas elecciones, le damos vuelta a la página para pensar en las nuevas generaciones.
Con solo focalizar la atención en la precaria situación fiscal, ya se tiene una noción de cuán dramática se está tornando la situación del país.
Todo indica que las arcas del Estado están vacías y que el Ministerio de Finanzas debe ingeniárselas todos los meses para ir haciéndole frente a lo más urgente, debido al gasto excesivo y al pésimo desempeño de la economía que no permite generar los ingresos que requiere el funcionamiento normal de la administración pública.
La otra cara de la moneda no puede ser más reluciente. Hospitales sin medicinas y efervescencia laboral de los mismos, centros escolares en pésimas condiciones que se potencian por el asedio delincuencial a nuestros niños, cientos de familias sin un techo e infraestructura económica cada vez más deteriorada, constituyen la contrapartida lógica del estado deprimente de las finanzas públicas.
Sin crecimiento económico, la ausencia de mínimas condiciones para cambiar el clima de negocios, con la omnipresente amenaza política contra el sector productivo y sin seguridad jurídica, la relación ahorro-inversión, se torna disfuncional para mantenernos en lo que los economistas del desarrollo llaman «círculo vicioso de la pobreza», que cierra precisamente toda posibilidad de crecer sostenidamente y amamanta los otros elementos que conforman el poco auspicioso escenario en que se mueve el país.
Ante esta realidad, es fácil extrapolar lo que puede caracterizar a nuestro país, en los próximos dos o tres años. Si la clase política se atreviera cuando menos a pensar en ese escenario, probablemente caerían en la cuenta de que la que la viabilidad del país depende mucho de una cuota de desprendimiento. Una agenda de nación, para trabajar con visión compartida, no debería ser difícil de construir si por un momento se despojan de su egoísmo y ambición de poder y dedican una parte de su energía a evitar el colapso social y económico, que cada vez se perfila con más nitidez en el horizonte.
@rabayma
