Ventana abierta: Origen del Día de las Madres

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Para recordar: «… Mujer, ahí tienes a tu hijo»… Después le dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». (Juan 19:26,27).

¿Alguna vez ha pensado que el Día de la Madre, debería ser el día que nació el primer niñito? No estamos hablando ni de Adán, ni de Eva, porque no nacieron sino que Dios los hizo, con sus propias manos. (Ver Génesis 1 y 2). Eso sí, eran perfectos, simétricos, esbeltos y por qué no, hermosos.

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Lamentablemente, por el pecado Dios le dio un dictamen a la mujer y le dijo: «con dolor tendrás tus hijos» (Génesis 3:16). De ahí en adelante, cada nacimiento es un solo dolor, por el parto natural. La cesárea, también es desagradable y peligrosa. La Sagrada Escritura en el capítulo 4 del Génesis, dice que Eva «concibió su primer hijo», lo llamaron Caín y estamos seguros que nadie quisiera celebrar ese natalicio, porque fue malo ya que mató a su hermano Abel.

La Biblia menciona que Adán tenía 130 años, cuando le nació su tercer hijo, llamado Set. ¿Cuántos tenía Eva? No se sabe, pero lo que si es seguro que lo pario con sufrimiento. Tal vez, de allí, por el padecimiento o malestar, por eso de la naturaleza, por lo que Dios inscribió en el cerebro de la mujer, ella prodiga un inmenso amor por sus hijos. Lo anterior, pudiera ser el origen del amor de madre, que solo se compara con el Amor que Dios le da sus hijo en esta tierra. Aunque haya excepciones, el amor de madre no tiene comparación.

Sin embargo, algunas veces, ese «amor» se «pasa de la raya», que aún con hijos ingratos, malvados, mal tratantes, y de muy mala conducta, algunas madres llegan a decir: «Mi muchachito», «Mi hijita», «Mi hijito es un santo»; junto a infinitos adjetivos, pero así es. Tal vez, por las virtudes de las madres, deberíamos celebrarle diariamente su Día, en reconocimiento, en recompensa por su labor, su entrega o su amor.

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Es lamentable, que algunos no se dan cuentan el gran privilegio que tienen de contar con una madre. Aunque el dicho dice que «madre es una sola» y es cierto, porque una es la persona que engendra y da a Luz, pero también es madre la que cría, cuida, ayuda a levantar a un niño, sea una abuela, una tía, una hermana, u otra mujer que se encomienda esa tarea. Por ello, reiteramos la idea, que todo el año debería celebrarse el Día de las Madres.

No obstante, hay una fecha específica para celebrar ese Día, y en todos los países no se realiza al mismo tiempo. En ese sentido O’Ffill, Richar (2.012), dice que esa celebración es reconocida «en cuarenta países del mundo» y señala que en «España se celebra el primer domingo de mayo; en México el 10 de mayo; en Jamaica el 09 de mayo; en los Estados Unidos, el segundo domingo del mayo.» (Tras sus huellas, p.135). En Venezuela, lo hacemos el segundo domingo de mayo, como en otros países.

El autor O´Ffill, sostiene que la primera persona en sugerir el Día de la Madre fue Julia Ward, de los Estados Unidos en 1872 (Ídem). Por su parte, Chaviano, Ana Rosa (2.001), manifiesta que el 10 de mayo de 1908, en la Iglesia Metodista Andrews, de Grafton, Estados Unidos, Ann M. Jarvis, celebró el primer servicio religioso para horrar la memoria de su fallecida madre, la Sra. Ann R. Jarvis. La autora del artículo, manifiesta que fue tal la acogida de aquella «primera» celebración, que en 1914, se decretó oficialmente en los Estados Unidos el segundo domingo de mayo como una fiesta nacional para honrar a las madres. (Revista «El Centinela, p.6 y 7).

Hubo importantes madres en el mundo bíblico como: Jocabed, con Moisés; Ana, junto a Samuel; Elizabeth, la madre de Juan el Bautista; pero, sin lugar a dudas una de las más extraordinarias, fue María, la madre de Jesús, el Hijo de Dios; y el Salvador, a punto de morir en la cruz no la desamparó. Esto nos enseña grandes lecciones a las madres y a los hijos. Dice el relato: «Cuando Jesús vio a su madre y junto a ella, al discípulo que él amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa».

Aunque una madre se olvide de un hijo o hija, o un hijo, de una madre, por cualquier la razón que sea, Dios nos dice: «Yo nunca me olvidaré de ti.» (Isaías 49:15).

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