¿ES CRISTO SOCIALISTA?

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 Hasta el mismo título de estas notas me parece sacrílego. No me atrevía a escribirlo. Pero debo hacer entender claramente a los lectores de qué quiero escribir. Aunque notará el lector que hablo en presente, no en pasado como lo hacen quienes califican a Cristo de socialista. «Cristo fue socialista», «Cristo fue el primer socialista», y confunden a más de un desprevenido, porque lo dicen como con una gran autoridad, como si de verdad supieran mucho del asunto. Y, digo más, hablo en presente sobre Cristo, aunque no lo entiendan los comunistas, nunca lo entenderán, porque Cristo vive y vive hoy, Cristo es hoy, como ayer y como lo será siempre.

Este es un tema que debí haber tratado hace unas cuatro o cinco semanas atrás, incluso antes, pero lo diferí porque todo ocurre tan rápido en estos tiempos en Venezuela, que las circunstancias me obligaron a tratar otrostemas antes de abordar éste. Confieso abordarlo tratando de dominar la ira, que es uno de los siete pecados capitales, Dios me libre. Aunque de repente pienso que la ira que siento es ira buena, la ira santa, aquella que el mismo Jesús sintió en el Templo cuando derribó los puestos de los mercaderes. Entonces Jesús dijo, «mi templo es casa de oración y vosotros lo habéis convertido en cueva de ladrones».

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He pensado decirle a quienes repiten constantemente que Cristo era socialista, como el Presidente de la República, que Cristo es el Hijo de Dios vivo y algunos como el Presidente, quieren convertirlo en jefe de banderías políticas que divida los seres humanos y fomente el odio y la muerte en el mundo, como lo ha hecho el socialismo o el comunismo o como lo quieran llamar, da lo mismo. Cristo es Dios de vida y no de división y de muerte. Ciertamente losprimeros discípulos de Cristo también se equivocaron al comienzo, cuando apenas comenzaban a conocer a Cristo y pensaban que era un redentor político del pueblo de Israel, pensaban que traía un mensaje para una redención exclusivamente política y terrenal y por supuesto, no entendieron que tuviera que sufrir y morir en una cruz, sacrificio al que, en un momento determinado, el impulsivo Pedro se opone y Cristo llega a decirle apártate de mí Satanás, yo debo cumplir la voluntad de mi Padre. Cristo no vino al realizar una revolución política, no vino a resolver problemas entre los hombres, no vino a dar soluciones a problemas económicos ni sociales, vino a realizar en las personas la liberación del pecado, de la muerte eterna y a restaurar la amistad entre Dios y la especie humana caída por el pecado original. Por supuesto que la liberación del pecado nos libra también de una buena parte de las angustias de la vida, aunque el sufrimiento siempre estará presente en la vida de las personas. Morir al pecado, dice san Pablo, esta sí es la verdadera liberación obrada por Cristo. Cristo no es socialista, ni liberal, ni conservador, ni de derecha ni de izquierda. Cristo es Dios, el Hijo de Dios hecho hombre en las entrañas purísimas de María, la Virgen Madre.

Como yo no tengo ninguna autoridad para hablar y menos para escribir de estas cosas, pero en ellas creo firmemente y se me subleva el alma cuando alguien las banaliza, como lo hace frecuentemente el Presidente de la República, traigo acá y lo transcribo, un fragmento de la Alocución pronunciada, nada más y nada menos que por alguien con toda la autoridad del mundo, el hoy beato Papa Juan Pablo II, pronunciada en Puebla, México el 28 de enero de 1979: «La verdad fundamental sobre Jesucristo sigue siendo la que había confesado Pedro:Es eso lo que predica la Iglesia. Se trata del único Evangelio, cuyas relecturas hechas muchas veces a través de filtros ideológicos se oponen a una liberación auténticamente cristiana». Más adelante el gran Juan Pablo II en la misma Alocución señala: «Un Jesús políticamente comprometido, alguien que luchó contra la opresión romana y las autoridades, alguien involucrado en la lucha de clases, revolucionario, el «subversivo de Nazaret», no concuerda con la catequesis de la Iglesia. Los Evangelios nos muestran claramente que Jesús no acepta las posturas de aquellos que mezclaban los asuntos de Dios con actitudes meramente políticas y rechaza sin ambigüedades, el recurso a la violencia». (Véase Testigo de Esperanza, Biografía de Juan Pablo II de George Weigel, páginas 388 y 389). Más claro no puede hablarse. Y con respecto a los ricos, el camello y la aguja, es cierto, más fácil será que un camello pase por el agujero de la aguja que un rico entre al reino de los cielos. Pero que quede claro que rico no es solo el que ambiciona riquezas, dinero y bienes materiales, sino también aquel que ambiciona poder y más poder y lo concentra sólo en él y desea perpetuarse en su ejercicio.

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