Lectura – El padre Javier

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Sin tener causas ni que haya motivos, a veces a los seres nos toca padecer. Es el caso del padre Javier, de su derrumbada iglesia y de su feligresía. Es un tormento esperar. ¡Qué se puede hacer!  Sólo el poder del Estado como administrador tiene la palabra.

Lo que fue la iglesia de El Buen Pastor ubicada en la urbanización Patarata II, conocida generalmente como “Las casas”. Antes de ser reducida por la picota del progreso era una modesta edificación, pero ahora hasta la modestia ha desaparecido desde que hace muchos años, con la promesa de hacer una digna edificación, la derribaron y ahora el padre Javier y su feligresía ofician y reciben la eucaristía en una especie de galponcito.

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Al lado del galponcito se levanta la estructura fundacional para la iglesia. Pero parece como si aquello fuese una carroña del esqueleto de algún animal prehistórico. ¡Gracias al Dios, disecada por el sol,aún no despide fétidos olores! Allí se puede observar la quemada esculturade alguna ruina durmiente que destrozada por el tiempo, en sus miserables ruinas, durmiera el sueño los injustos. El deseo de que se prosiga con la edificación de la obra es, por el momento, tan solo un anhelo.

El último religioso asignado a la parroquia, desde que todo lo expuesto ha venido sucediendo, ha sido el padre Javier Sangronis; a él le ha tocado cargar con este impositiva carga y este largo pesar. Pero el padre Javier es un ser tan lleno de comprensión que como el más humilde de los hijos de la iglesia, jamás se ha quejado de las incomodidades que representa montar el acto de la misa en un medio nada propicio. Y es que el padre Javier se siente tan poseído de su misión que el acto religioso está envuelto por el carisma de su atracción. No se tergiverse el término, porque nunca se ha prestado a servir de monigote. Sino porque siendo un sacerdote apasionado de su fe, sus palabras siempre sencillas y francas, y por lo tanto: abiertas ejercen una poderosa atracción en los fieles.

El padre Javier es un hombre completo y un religioso a toda prueba. Accesible siempre a los intereses de los miembros de su iglesia, siempre está abierto a sus demandas. Sus arengas en el desarrollo de las misas son tan entusiastas, tan orientadoras, tan despojadas de intensiones e intereses mezquinos, son comprensibles, llenas de un sano deseo de ser útil, de servir a todos. El padre Javier es un hombre honesto que dedica su sacerdocio a la misión de la orientación. Es una especie de imán que así como convoca a Dios a su iglesia, convoca con igual fidelidad a la iglesia de su feligresía.  Su presencia en aquel estrecho galponcito en donde le toca oficiar es un aliento para los asistentes. Y es que el acto de la eucaristía impartida por él se ha hecho tan efectivo y popular que no solamente los pobladores de la urbanización son sus asistentes, sino que también los pobladores de las urbanizaciones aledañas como Las Trinitarias, Pablo Rojas Meza, Patarata I (los bloques), la Fundación se suman como feligresía consecuente a  la asistencia.

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El padre Javier tiene ganado para la iglesia EL Buen Pastor el milagro de que el Estado administrador le conceda la bendición de levantarle la estructura para su iglesia que lleva tantos años como si fuesen ruinas del algún desastre no deseado.

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