Torres y el futuro (2/2)

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Esto último no es nuevo, se trata de una actitud -digamos atávica- entre ciertas facciones de la población; durante la colonia -que duró trescientos años- la misma estaba dividida entre indios y blancos; luego vino el proceso de “liberación” que nos fraccionó entre patriotas y realistas; después las dictaduras gomecista y perejimenista nos separó entre conservadores y progresistas, luego, entre godos y carasmojosas. La democracia promovió la polarización entre adecos y copeyanos y hoy, la “revolución” nos separa entre chavistas y escuálidos. ¿Quinientos años de polarización y fraccionamiento no nos han enseñado nada? ¿No son suficientes? ¿No bastan para permitirnos el soñado despegue? Por otra parte el manido latifundio, el concepto feudal de tenencia de la tierra.

Si observamos en un mapa la distribución de la población en aldeas en el Municipio Torres, encontramos que un sector con muchísimos reducidos asentamientos -más de cuatrocientos- al norte y noroeste de Carora, el más seco y castigado por erosión; mientras que los sectores sur y suroeste, las aldeas son escasas, lo que es un indicador demostrativo de la localización de los grandes latifundios.
Esto lo comprobamos cuando realizábamos el estudio para la instalación de la Diócesis de Carora. Sin embargo, la fracasada Reforma Agraria de los años sesentas demostró que no bastaba con entregar la tierra a los campesinos -lo que en Torres nunca ocurrió- dado que los beneficiarios de la tierra en los diez y ocho asentamientos campesinos de Torres, no fueron productores rurales, sino sujetos de partidos, sin vocación por la tierra. Haciendas productivas, expropiadas por el Instituto Agrario Nacional para la Reforma Agraria; haciendas productivas como El Escobal, Las Yaguas, Cieneguita, Yarabana, etc.
Dejaron de serlo para convertirse en eriales. Lo peor de todo es que la historia se sigue repitiendo en el siglo 21. Entonces, el problema no era solo el latifundio -por cierto inconstitucional- sino del hecho de que no se trata de quitarles la tierra a algunos que la tengan para dársela a otros que no la tienen, sino de algo muchísimo más complejo, que no es otra cosa que enseñar al hombre, al verdadero campesino productor, a producir sin las limitaciones impuestas a ello por la tenencia de la tierra y la necesidad de insumos, lo que implica la necesidad de aprender a gerenciar, cosa que no han aprendido la mayoría de los funcionarios del Estado muchos de los cuales adoptan decisiones trascendentales, sin suficientes elementos de juicio para prever sus consecuencias.
Nunca se enseño a los beneficiarios del cambio d3e manos de la tierra, de la necesidad de una gerencia a su nivel; los gobernantes pensaban que ellos eran aadivinos, que sabían de todo lo necesario -como una panacea- para el desarrollo del municipio y de hecho, del paós, lo que se repite recurrentemente.
En Torres, siempre ha habido en ambos lados de su realidad social asi como en independientes, en todos los niveles, gente progresista: profesionales y técnicos, artesanos y productores rurales. Intelectuales, científicos y gente práctica, asi como políticos alegres pescadores en rio revuelto; pero que pareciera que todos estuvieran obnubilados por la apatía, abulia y la falta de solidaridad.
Por otra parte, algunos de los rasgos del municipio nos llevan a considerar que el estado actual de las cosas, imposibilita el desarrollo del mismo, en torno a lo cual hay que concebir, diseñar y adoptar decisiones trascendentales, que modifiquen la actual situación. Es evidente que el Municipio Torres, con sus dimensiones actuales, es ingobernable, que ninguna decisión será efectiva mientras se mantenga el status actual, seria intentar vestir con pañales a un adolescente de diez y ocho años o intentar alimental a un gigante con galletas de soda. Torres no es solamente Carora, sino un pulpo con multiples micro regiones diferentes entre si con diferente problemática y por ende, diferentes soluciones.
En la actualidad, no hay una articulación coherente, racional -ni puede haberla- en tanto que las acciones y funciones del estado local son irracionales y dada tal situación todo se improvisa, no hay planificación, razón por la cual las decisiones discrecionales solo conducen a la corrupción. Este municipio es demasiado amplio y complejo para la adopción de criterios timoratos.

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