EN EL SENADO DE ESPAÑA

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Llevando el mensaje de la Mesa de la Unidad Democrática, la alternativa democrática venezolana que es una alianza amplia de diversas visiones ideológicas que convergen en la convicción democrática y en un programa de cambio político, económico y social, fuimos recibidos por la Comisión de Asuntos Iberoamericanos del Senado de España, presidida por el Senador gallego Miguel Angel Pérez De Juan Romero, e integrada plural y proporcionalmente, como corresponde a un parlamento democrático.
2012 es el año Bicentenario de la Constitución de 1812. Visitamos el Senado en el espíritu de Cádiz. Aquella carta, tan hermosa en sus postulados como maltratada en su vida, empezaba declarando “La Nación española es la reunión de los españoles de ambos hemisferios”.
Y, por supuesto, no es que la lucha de nuestros antepasados, “de ambos hemisferios” haya sido en vano. También conmemoramos hace poco, en 2010, el Bicentenario de nuestra independencias. Pero los demócratas de allá y de aquí que nos reunimos, lo hicimos en ese espacio compartido “…de encuentro hispánico (en la mejor y justa acepción del vocablo)…” si se me permite tomar prestada la frase de una correspondencia entre desterrados, de 1957, entre quien sería Presidente de Venezuela 21 años más tarde, Luis Herrera Campíns y el Lehendakari José Antonio De Aguirre.
Nos unen los valores de la democracia, cimentados en la dignidad humana. Esos que recoge el Preámbulo de la Constitución de 1978: “…la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien…” de todos en la sociedad y ratifica en el encabezamiento de su Artículo 1, al definirse como un Estado social y democrático de Derecho, los valores superiores de cuyo ordenamiento jurídico son “…la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político…” Muy parecido, por cierto, a lo que puede leerse en el artículo segundo de la nuestra de 1999, tan manoseada como ignorada por los actuales poderes públicos, al punto de hacerla parecer de plastilina entre los dedos de la voluntad personal omnímoda.
Como representantes de la Unidad de los venezolanos que aspiran a una transformación democrática, nos sentimos honrados de hablar ante ese cuerpo parlamentario, cuya tradición se remonta al Estamento de los Próceres del Reino y que, en el decir del constitucionalista Oscar Alzaga, fue sabiamente previsto ya en la democracia organizada con prudencia y audacia tras el fin del franquismo, como “una segunda instancia de reflexión y (…) una plataforma de entendimiento de todos los pueblos que integran…” el Estado.
Al entrar al Palacio del Senado, vimos el monumento a Antonio Cánovas del Castillo, mártir de una violencia cuyos inmensos  empeño e inteligencia había puesto al servicio de superar. Cada vez que he pasado ante la estatua, me pregunto por qué está precisamente allí. Cánovas nunca fue Senador y aunque entregó a la reina María Cristina para su juramento la Constitución, como atestigua la magnífica obra de Soroya que forma parte de la pinacoteca senatorial, se me antoja que el motivo profundo es otro.
“La historia me ha llevado a la política”, declaró Cánovas alguna vez, y la política lo devolvió a la historia, no como el estudioso que era, sino como el decisivo protagonista que llegó a ser.
Era, por vocación natural y por definición política un moderado, como moderador es el papel de una cámara alta. Moderado no por tibieza, sino por una sensatez que lo distanciaba del extremismo.
Hombre de orden, anota su biógrafo José Luis Comellas, le repugnaban “…la turbamulta que arrasa y destroza sin discriminación, el tomarse la justicia por la propia mano, el desprecio a la negociación y el diálogo…”
Con respeto escuchamos opiniones y respondimos preguntas de senadores populares, socialistas y nacionalistas vascos, las sentimos solidarias y afectuosas con el pueblo de Venezuela, y así mismo transmitimos las angustias y esperanzas de un pueblo democrático, pacífico, igualitario, que quiere justicia, garantía de sus derechos por parte de instituciones que le sirvan, progreso para todos por igual, seguridad, y que lucha por ellos con coraje cívico, superando abusos y venciendo obstáculos, para conquistarlos a la venezolana, por el camino del voto y en el marco de la Constitución.

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