Guten Tag, Herr Bolívar! (III)

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Pero la “crítica crítica” aquí no es hacia Marx (entendiendo que en la dialéctica marxista-bolivariana quien escribe estas líneas no posee la autoridad para proponer una síntesis) sino hacia los que vivimos en el sustrato de la ciudadanía, en las clases vulneradas por las barrabasadas del poder. Hablo especialmente de la incongruencia iconográfica que se observa, para más asombro, en las instituciones que propugnan la convivencia de los saberes: las universidades.
Grafitis, pinturas, pancartas colocando a Simón Bolívar al lado de Marx (y del desabrido Engels, no lo olvidemos) en una suerte de orgía ideológica o aquelarre equívoco del pensamiento. Espadas, barbudos, cachuchas: imágenes históricamente imposibles. Metodológicamente erróneas. Materialmente fatales. (Prostituido como ha sido por las facciones políticas de todos los tiempos, Bolívar acaba, para tristeza nuestra, como un títere ideológico).
Y es así como se sustenta la intelectualidad seudobolivariana contemporánea. Una filosofía que se reviste de torpeza (y peligrosidad) porque se materializa en la gesta tragicómica del chupamedias. Las masas hambrientas trabajan día a día la maltrecha materia de este país mientras una cúpula de letrados panfletarios va defecando verdades y descomponiendo migajas que serán lanzadas incansablemente hasta su último fin: la saciedad y el olvido.
Se piensa de rodillas. Y se engulle… Pero entre la sumisión y la paciencia se crece una indigestión maldiciente y definitiva: la ira de los pueblos. Y de parte del amo la negación enardecida que intentará aplastar cuanto despierte a su paso. (Todo totalitarismo, toda demagogia titiritera necesita de cerebros de lana y voluntades de trapo entregados al tejido teologal de sus doctrinas).
Pero ese es otro mañana. Hoy, el absurdo altar ideológico del presente ostenta la mezcla de la ignorancia y lo macabro. Procura la tiniebla eterna de lo desconocido, el descender de la noche del pensamiento, la síntesis esclavizadora del futuro.
Derrumbarlo es superar la dialéctica desgastante en que vivimos. Es la apertura del camino decisivo hacia el amanecer de la patria.
Está oscureciendo. Guten abend, herr Marx.

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