Paraguay: el código secreto del poder

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Las clases altas y una parte importante de la dirigencia política del continente continúan en una actitud refractaria frente a las necesarias reformas que requieren nuestras sociedades y se muestran reacias a los más mínimos cambios, por más que estos sean limitados y razonables. Lo ocurrido en Paraguay así lo evidencia. Las transformaciones pacíficas encuentran con frecuencia un  muro de contención en las viejas mentalidades y privilegios. Algunas veces reaccionan de forma violenta, como en Honduras, y cuando lo consideran oportuno, lo hacen a través de artificios legales, como en Paraguay. Siempre con el mismo objetivo, detener los avances políticos y las mejoras sociales.
Así que a la hora de evaluar lo ocurrido en Paraguay el punto primordial no es el de los procedimientos sino el de los objetivos de la defenestración. Después de todo,  argumentos jurídicos siempre encuentra el vencedor.  Como es sabido, no es Fernando Lugo el presidente más radical de la camada de líderes de izquierda que han asumido el mando en Latinoamérica. Poco había podido hacer en relación al latifundio y hasta había sellado acuerdos militares con Estados Unidos. De nada le valió. A pesar de su moderación, Lugo había violentado el código secreto que regula la vida política de ese país: los fueros de la agroindustria y la sumisión de los pobres. A la clase alta paraguaya, ni con el pétalo de una rosa.
En efecto, los funcionarios de Lugo en los ministerios de salud y de ambiente se negaban desde 2011 a autorizar a la compañía transnacional de biotecnología Monsanto una semilla transgénica de algodón, lo cual fue considerado un casus belli por los grandes productores agrícolas de Paraguay, acostumbrados a dirigir directamente la administración pública y que estaban hartos de actuaciones semejantes. Al negarse a aceptar el código secreto que le otorga prerrogativas a los negocios de las corporaciones y de los grandes propietarios de tierra, la realización de un juicio era de esperarse.
Pero desde mucho antes, casi desde el día en que Lugo tomó posesión, se escribieron las primeras páginas del expediente, pues el nuevo presidente había violado en su discurso el corazón del código secreto del poder paraguayo, cuando dijo: “Los que genuinamente quieren cambiar el país son los que no tienen cuentas bancarias, son los que no salen cada día en las páginas sociales. Los que quieren seguir mirando el pasado en sus privilegios, ellos no quieren cambiar”. Olvidaba Lugo que, en Paraguay, el código secreto prohíbe cuestionar el poder de las clases altas y hasta mencionar que existen contradicciones sociales.
Explica Lugo su actitud pasiva el día de su destitución porque la casa de gobierno estaba rodeada de francotiradores dispuestos a disparar sobre la multitud. Bien puediera tener razón. Sin embargo, lo ocurrido en Paraguay, y antes en Honduras, abre de nuevo la reflexión sobre las condiciones para la realización de reformas. Si a través de la acción institucional convencional no se pueden realizar cambios, ¿cómo hacerlos, cómo romper los códigos secretos del poder?

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