Dr. Bartolomé Finizola: “La salud en Venezuela padece una gestión inadecuada”

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Cuando el doctor Bartolomé Finozola Celli se graduó de médico cirujano en la Universidad Central de Venezuela, UCV, ya estaba pensando en ejercer la profesión en Barquisimeto, una ciudad que aprendió a querer desde el 18 de abril de 1946, fecha de su nacimiento. Nunca sintió la necesidad de vivir en otro país a pesar de que ha sido desde muy joven un ciudadano del mundo.
Así lo asegura en una conversación que nos condujo hasta Ascardio, una institución que ayudó a fundar, hoy convertida en una referencia, orgullo y ejemplo del servicio de salud, no solamente de la región, sino de todo el país.
El doctor Finizola prefiere referirse a Ascardio antes de hablar sobre sí mismo, así que obligado por las circunstancias nos cuenta cómo fue que comenzó todo en un pequeño espacio cedido por el Hospital Luis Gómez López, donde se atendían preferencialmente a los enfermos de tuberculosis, una enfermedad casi erradicada, pero que cobró en el pasado muchas víctimas, tantas como lo hizo el cólera a principio del siglo XX en la capital larense.
Hoy Bartolomé Finizola Celli se alegra cuando le comunican que recibirá, merecidamente, el doctorado Honoris Causa de la Universidad Lisandro Alvarado, fecha en que nuestra máxima casa de estudios arriba a sus 50 años de fructífera existencia.
Mirando hacia atrás revela que nació en Barquisimeto el 18 de abril de 1946 de la unión de don Vicente Finizola y Conchita Celli de Finizola, ambos fallecidos. Su madre vivió 99 años y era una mujer excepcional a quien todos admiraban por su inigualable talento y lucidez que conservó por delante de su avanzada edad. Estudió su primaria en el Instituto Montessori y la secundaria en el desaparecido Colegio Javier, antes de emprender la aventura capitalina e inscribirse en la Universidad Central de donde egresó con el título de Médico Cirujano en 1971. Don Vicente y doña Conchita, de origen italiano ambos, fundaron un hermoso hogar donde se consolidaron los valores humanos de cada uno de sus hijos.
No pasó mucho tiempo para que el joven médico regresara a su tierra chica y sin ser obligado por ninguna disposición al respecto, decidió hacer la rural, ejerciendo en Duaca, la capital del municipio Crespo, su oficio de médico hasta llegar a ocupar la dirección del hospital “Rafael A. Gil”. Paralelamente a su trabajo estimuló la fundación de una residencia de ancianos que hoy lleva su nombre. En el hospital duaqueño comenzó la consulta cardiológica que luego constituyó el embrión de la actividad que desarrollaría posteriormente en esta especialidad.
Su extenso currículo revela que entre los años 1974 y 1975 realiza estudios hasta obtener el título de Magíster Scientiarum en cardiología en la UCV, pero antes se casa con Auris Floris, también médico, ambos padres de cuatro hijos, tres de ellos siguiendo la huella científica del jefe de la familia.
Regresa nuevamente a Barquisimeto en 1976 para coordinar el programa cardiovascular del Ministerio de Sanidad que se extiende hasta la región centroccidental y en 1976 forma parte del grupo de fundadores de Ascardio donde ejerce, hasta la fecha, la dirección médica de una institución que ha sido modelo de gerencia. Pero allí no ha quedado todo, en 1976 fundó con la ayuda de su esposa Auris, el Consultorio Cardiológico de la clínica Razetti donde se incorpora un equipo de especialistas. Entre 1981 y 1982 realiza un programa de entrenamiento en Epidemiología Cardiovascular en la Universidad de Boston y en 1983 es designado Médico Adjunto de la División Nacional de Enfermedades cardiovasculares del Ministerio de Sanidad y en 1989 ejerce el cargo de Director General Sectorial de Salud del ministerio. También fue presidente de la Fundación Interamericana del Corazón durante dos años.
Actualmente, el doctor Finizola es director del postgrado de cardiología y profesor honorario del Decanato de Medicina de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado. Ha sido profesor invitado de varias universidades nacionales y extranjeras, además de doctor Honoris Causa de la Universidad Yacambú.
Sonríe casi tímidamente el ilustre médico cuando le recuerdo los múltiples reconocimientos que ha recibido como testimonio de una trayectoria verdaderamente ejemplar como médico y como ciudadano. Su periplo científico lo ha llevado por nuestra América, Asia y Europa donde ha acumulado experiencia y vivencia que han servido para la atención de la sanidad pública y privada.
En uno de los edificios adjuntos de la sede principal de Ascardio el doctor Bartolomé Finizola conduce la entrevista hasta la institución que ha sido, sin duda alguna, lo que mueve sus sentimientos más íntimos y el objetivo trazado como la razón de una vida dedicada al servicio de sus semejantes. Muchas preguntas giran alrededor de un proyecto que nació vocacionalmente y creció sustentado en la ciencia y en lo humanístico.
-Fue en 1977 cuando comenzaron las actividades en Ascardio, una idea muy incipiente que contó con el apoyo de algunos médicos y una consulta muy reducida, pero la idea era crear un modelo de gestión diferente, participativo, que fue progresivamente extendiéndose a otros estados vecinos como Barinas, Portuguesa, Yaracuy y, por supuesto, el estado Lara como el centro de las operaciones.
Le pregunto al doctor Finizola sobre la participación del Estado en el proyecto Ascardio -hoy una organización médica de primer orden y en permanente desarrollo científico, gracias a la calidad de un personal especializado caracterizado por una estupenda vocación de servicio público, un reconocimiento que reciben diariamente de miles de usuarios del servicio
-Al principio sí estábamos articulados, pero con el tiempo ese vínculo ha venido disminuyendo, aunque mantenemos todavía algunos programas del Ministerio. Lo que pasa es que con el tiempo Ascardio ha venido sumando otros enlaces de carácter nacional e internacional. Por ejemplo con la famosa Clínica Mayo, en los Estados Unidos, donde hemos desarrollado un programa de rehabilitación cardiovascular que pronto se pondrá en práctica en algunos países de Sudamérica.
Aunque algunos no conozcan el estatus legal de Ascardio es bueno aclarar que se trata de una ONG, es decir, una Organización no Gubernamental, es decir sin fines de lucro, que se mantiene operativa gracias a sus actividades, no se reparten utilidades entre su dirigencia. Los fondos que se reciben están destinados al pago de un personal que ya suma unas 500 personas. Puedo decir que los costos de atención son más económicos en un buen porcentaje a las de clínicas privadas, aclara el doctor Finizola
Ascardio no se financia con fondos del Estado, se autofinancia en un 95 por ciento. Ese ingreso nos ha permitido ser el centro de atención cardiológico más grande del país. Vemos unos 100.000 pacientes al año en consultas solamente, 50.000 procedimientos invasivos, otros 50.000 no invasivos y unas 250 intervenciones quirúrgicas al año. Quiero apuntar, por otra parte, que Ascardio es el centro cardiovascular que aporta mayores recursos humanos a través de postgrado de la UCLA y cursos técnicos de la Universidad Central de Venezuela.
-¿Qué opina sobre la salud pública en Venezuela?
-Tenemos un modelo de gestión inadecuada que trae como consecuencia una población insatisfecha. La salud, amigo, está relacionada directamente con la vida y las expectativas de la gente no son satisfechas de ninguna manera. La atención médica en el país es más presupuestaria que otra cosa y eso impide la fluidez de los servicios que se presta. El problema a veces no es financiero, es el modelo que se aplica. Hay que cambiar definitivamente ese tipo de gestión.
-¿Cuál es el modelo ideal para usted?
– Me agrada el sistema canadiense, que está en función de los requerimientos del usuario y su satisfacción. En Venezuela no hemos llegado todavía a esa página. Los problemas de salud, definitivamente, hay que vincularlos a la educación de la gente. Repito: hay que cambiar el modelo.
-¿La gente prefiere ir a Ascardio que al Hospital Central?
-No lo sé, vaya y dé una vuelta por los pasillos y pregúntele a los usuarios. Ellos tendrán una o más respuestas a esa pregunta. Lo cierto es que la idea nuestra es tener pacientes satisfechos.
-¿Usted cree que la medicina cubana le ha dado lecciones a la medicina venezolana? Se lo digo porque hay muchos cuestionamientos sobre la presencia y actividad de ciudadanos de ese país en programas asistenciales.
-Yo conozco desde hace muchos años a la medicina cubana. Tiene cosas buenas y rezagos en áreas como la tecnológica. Lo que no resulta conveniente es la manera como se ha producido la llegada de esos médicos cuando se prescinde de la estructura asistencial venezolana y de los talentos nacionales del sector. Desde hace años vienen los médicos cubanos al país, en épocas pasadas con permiso del gobierno. En materia de salud siempre hemos tenido intercambios con organizaciones científicas de otros países porque los conocimientos no tienen fronteras, ni tienen por qué tenerlas. Ni los cubanos nos dan lecciones a los venezolanos ni los venezolanos les damos lecciones a los cubanos.
-¿Su doctorado Honoris Causa acordado por la Universidad Lisandro Alvarado?
-Lo comparto con la gente con la cual siempre he trabajado. Creo en la Academia, así como creo en el extraordinario aporte que ha hecho la UCLA al país y a la región. Además estoy vinculado profesional y afectivamente con una casa de estudios como profesor y como padre de hijos que se han graduado en sus aulas. Les estoy muy agradecido.

Fotos Archivo

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