#Opinion: BABEL Por: Carlos Mujica

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Así como el latín del antiguo imperio romano conservaba en latencia y en sustancia el germen de los romances; romances que se formaron justamente a raíz de su calamitosa desintegración. Las lenguas romances podrán verse como fragmentos de ese todo que había sido el latín.
La lengua madre, esa lengua original que habló el hombre en la figura de Adán y que había servido, en palabras pronunciadas por Adán, para darle nombre a todos los animales (me lo imagino con un mínimo insecto en la palma de la mano pronunciando su nombre, pulga), y también a las cosas, y en general a todas las circunstancias. Es de presumir que a esa lengua madre, jamás accesible a los mortales que siguieron después de Adán, le haya sucedido su desintegración, pero en otra dimensión tan poco percibida, que no existe relato histórico que registre el suceso, en el origen mismo de esos tiempos,porque sólo así se puede justificar que se hayan formado tantas lenguas. En la primera de Corintios, cap. 2, versículos 12 y 13 se dice que “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual”. Dice Humberto Eco, semiólogo italiano, que se trataba de una “glosolalia”.La glosolalia consiste en la cualidad de expresarse en una lengua estática que todos comprendían como si se tratase de sus propias hablas. En el libro de los Hechos de Apóstoles, cap. 2 versículos 2,3 y 4 La Biblia dice que“el día de Pentecostés estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde se encontraban; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”. Al fenómeno de tantas lenguas se le conoce como “poliglotismo”. Supongo que Humberto Eco, supuso que en el caso de la glosolalia, los apóstoles tuvieron la oportunidad de hablar la lengua pre babélica; y en el caso del poliglotismo los oyentes recibieron la gracia de descubrir de nuevo a Babel como señal de una nueva alianza.
Es común a todos que en el suceso de Babel se produjo la confusión del habla de los constructores de la proyectada torre, y que esa confusión produjo una disociación de la lengua que los aglutinaba y les concedía la propiedad de expresarse en una lengua estática. Cada pueblo, entonces, habló su propia lengua. Pero por el poliglotismo la humanidad, pudo recordar a Babel, pero no la razón por la cual Babel había sido destruida.
A los pueblos en la actualidad en nada les preocupa que se levanten torres de “babeles” de alturas inimaginables, porque los propósitos actuales parecen no tener nada que ver con el propósito que tuvieron los proyectistas de la Torre de Babel. El cielo está ahí, no parece que el desbarajuste de levantar torres rascacielos, en nada le moleste. Será porque el propósito no es propiamente llegar al cielo sino rascarlo y si el rascado es amoroso como el que se le practica a los gatos, cuánto mejor. De modo que el cielo o firmamento, su otro nombre, firmemente ha continuado en el mismo lugar (a Einstein no le gustaba esta palabrita). Los constructores fueron castigados porque su propósito se podía ver como un asalto al cielo. Como se sabe, babeles se levantas en todas partes, no hay pueblo por muy atrasado que sea que no sacrifique sus miserables ingresos para levantar su torre. Es decir: la modernidad se fundamenta en la proliferación de las torres, que para no llamarles con el único nombre que se le dio a la primera torre, ahora se le asignan nombres bien variados y modernos. El cielo todavía no se ocupa de estorbar a la cima de esas altísimas las torres. Pero parece que tampoco estorbará cuando la humanidad resuelva levantar torres más altas que el cielo. Porque en este caso el cielo y el espacio se repartirán la estructura de la torres. El cielo, la atracción de gravedad; el espacio la imponderabilidad. Las cosas, por lo que parece, deben continuar como hasta ahora

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