#Oinión: 100 días Por: Ramón Guillermo Aveledo

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El hecho de que Henrique Capriles Radonski esté realizando una campaña
formidable, dando varias vueltas a nuestra geografía y visitando
pueblos por donde hace mucho no pasaba un candidato residencial, si es
que alguna vez fue uno, no le ha impedido pensar seriamente en qué
hacer tan pronto llegue a Miraflores. Porque su responsabilidad actual
es ganar esta elección decisiva para los venezolanos, en esta que ha
sido como la lucha de David frente a Goliat, pero tan pronto haya
logrado ese cometido, comenzará su responsabilidad mayor, histórica,
trascendente, que será gobernar para el progreso de todos por igual.
El líder de la alternativa democrática anunció el lunes 10 de este mes
su plan para los primeros cien días de gobierno. Compromisos claros y
concretos para atender los problemas reales de la vida real de los
venezolanos de carne y hueso. Cero bla-bla-bla. Nada de lo que
venezolanamente llamamos paja o gamelote. Precisión de un servidor
público que ha aprendido de la política a conocer y entender lo que
está pasando y lo que el pueblo necesita, y en el ejercicio del
gobierno a establecer prioridades y a gestionar recursos
necesariamente escasos para sacarles máximo provecho a favor de los
ciudadanos.
Capriles no va a llegar al gobierno para hacer bullpen. Va a montarse
en la lomita a fajarse con los bateadores que le han caído a palos a
este gobierno de brazo cansado que con esfuerzo la llega a la goma y
casi siempre en zona mala. El line up del fracaso son la inseguridad,
el desempleo, el alto costo de la vida, la escasez, la falta de
vivienda, los malos servicios, la vialidad deshecha, y los fracasos en
dar educación y salud de calidad. El lanzamiento predilecto del
agotado pitcher rojo es expropiar para estatizar, y eso lo que hace es
abultar el score en contra del pueblo.
Capriles va a llegar gobernando. Políticas bien pensadas. Medidas
decisivas. Un agresivo plan de obras públicas en áreas sensibles con
resultados que se empiecen a sentir pronto. Audacia y ganas de hacer
las cosas. Energía y vitalidad. Conocimiento real y capacidad
gerencial. Administración ordenada y honesta, limpia de corrupción y
firme ante ella. Si con tan poco, en Miranda ha hecho tanto, cuánto no
podrá hacer en el país.
En cien días no se habrán arreglado los problemas que este gobierno
amontonó y empeoró, pero Venezuela tendrá un camino claro, despejado,
seguro, hacia el progreso, la paz y la convivencia de todos.

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